Los ladrones “salvaron” el Museo del Prado

 
 
 
 
Pío Moa  
Revista Época.
1 de Febrero de 2010  
 
 
El expolio del Tesoro Histórico-Artístico por el Frente Popular.     
 
   Con su habitual golfería, pues no vale ninguna otra calificación, el actual e ilegítimo gobierno, auto considerado heredero del Frente Popular, más los intelectuales organizados y subvencionados, han organizado uno de sus montajes habituales para loar el “modelo” de la “protección” del patrimonio artístico español por las izquierdas durante la guerra: el expolio se presenta como salvación. El asunto es demasiado largo para tratarlo en un breve artículo. Lo he resumido sucinta, pero suficientemente, en un capítulo de Los mitos de la guerra civil, y existen informes técnicos importantes pero no, que yo sepa, un estudio de conjunto y accesible al gran público. España ha sufrido tres brutales episodios de destrucción del arte y la cultura. El primero fue el perpetrado por los napoleónicos durante la Guerra de Independencia, el segundo por la Desamortización de Mendizábal y el tercero por el Frente Popular. Es difícil decir cuál de ellos ha sido más destructor, y sin duda no estaría de más un estudio comparativo. El relato de los desmanes, robos y tropelías llevados a cabo por el gobierno del Frente Popular, organizadamente y ya desde los primeros meses del reinicio de la guerra en el 36, pone los pelos de punta, al tiempo que ofrece el retrato más perfecto de aquellos sujetos.     
 
   Al margen de los inventarios de destrucciones, robos, objetos desaparecidos, monedas antiguas de oro y de plata robadas de museos y casas particulares, fundidas muchas de ellas, incunables y primeras ediciones de libros valiosísimos destruidos o saqueados, bibliotecas enteras quemadas o destrozadas, joyas arquitectónicas pasto de las llamas, hasta las alhajas depositadas por gentes necesitadas en los montes de piedad… Algo realmente monstruoso, que viene reconocido de forma somera pero clarísima en la correspondencia cruzada entre Negrín y Prieto cuando el segundo birló al primero, con ayuda del presidente mejicano Cárdenas, el tesoro transportado en el yate Vita, parte importante, pero solo una parte, del inmenso botín. Otra parte fue enviada a la URSS, además del oro del Banco de España, en pago por armas, y otra porción sirvió para que los jefes se pagasen un exilio cómodo y disputasen entre ellos por el control político de los exiliados.     
 
   Un caso extraño fue el “salvamento” de los cuadros del Museo del Prado. Ya he tratado en varias ocasiones el enorme fraude del supuesto salvamento, que Salvador de Madariaga explicó muy bien en su momento. Pero queda el enigma de por qué el gobierno hizo peregrinar aquellos fondos exponiéndolos a los más graves peligros, incluso guardándolos cerca de polvorines y otros objetivos militares, como recordaba Azaña, y que no fueron bombardeados solo porque el servicio de inteligencia de los nacionales conocía su ubicación. Al revés que una multitud de otros objetos, los cuadros eran demasiado famosos para ser vendidos en el mercado, y tampoco podían ser reducidos a lingotes como se hizo con tantas joyas y monedas. He aventurado la hipótesis de que los cuadros debían ser entregados a la URSS en pago por grandes remesas de armas una vez agotado el oro llevado a Moscú.     
 
   En fin, ya el propio Azaña describía así a aquella gente: “política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta”. O Marañón, un “padre espiritual de la república”: “¡Qué gentes! Todo es en ellos latrocinio, locura, estupidez. Han hecho, hasta el final, una revolución en nombre de Caco y de caca”; “Bestial infamia de esta gentuza inmunda”; “Tendremos que estar varios años maldiciendo la estupidez y la canallería de estos cretinos criminales, y aún no habremos acabado. ¿Cómo poner peros, aunque los haya, a los del otro lado?”     
 
   Azaña y Marañón parecen estar describiendo a los políticos actuales. Por algo admiran estos tanto al Frente Popular, o bien “miran al futuro”… La democracia no consiste en votar cada cuatro años a una u otra banda de golfos. Consiste más bien en dificultar que los golfos manden.