Honorio Feito
Probablemente soy el único español que no sabía que el Rey iba a abdicar en su hijo, el Príncipe de Asturias, el 2 de junio de 2014. Lo cual me plantea un tremendo problema, como es el cuestionar mis fuentes. Y es que, últimamente, no me entero de casi nada, por la sencilla razón de que mis informadores parecen estar en la inopia. Otro tanto ha pasado con el nuevo partido Podemos, de gran éxito en las elecciones europeas (5 escaños), que todos lo veían venir pero nadie nos avisó. Ni siquiera las encuestas, de las que desconfío porque parece que más que adivinar qué candidatos van a salir, parecen estar hechas para dirigir el voto hacia ciertos candidatos, o partidos.
No voy a hablar de la abdicación; ni a buscar situaciones históricas paralelas, porque la Historia no se repite nunca; ni siquiera voy a escribir sobre el Príncipe porque, como dice el maestro Raúl del Pozo, cualquier mindundi ahora escribe sobre Rajoy (él citaba a Rajoy, pero yo lo extiendo a cualquier personaje importante). No pienso dedicar un renglón a juzgar a nadie, que para eso está la Historia.
Me ha llamado, sí, la atención la batería de manifestaciones republicanas desatada desde el mismo instante en que el presidente del Gobierno, don Mariano Rajoy, anunció la abdicación de S.M. El Rey en la persona de su hijo don Felipe de Borbón y Grecia, que reinará con el nombre de Felipe VI, en diferentes ciudades españolas, y la exigencia de los supuestos republicanos para someter a votación la forma de Estado que queremos para el futuro.
Hasta el propio Cayo Lara, líder de Izquierda Unida, que representa a los comunistas (¿quedan realmente comunistas en España?), aprovecha para pedir que el pueblo vote si quiere Monarquía o República, o sea, dice él, si quiere –son sus palabras- Monarquía o Democracia.
La sutileza de la izquierda para apoderarse el discurso progresista es directamente proporcional a la torpeza de la derecha para dejarse arrinconar por un discurso carente de razones. Y lo digo porque, para empezar, ni todos los republicanos son de izquierdas ni la República es el mejor sistema de gobierno. En el caso de España, además, hablamos de un país en el que la Monarquía está presente desde el advenimiento de los bárbaros, y forma parte de la tradición. Pero lo que ya es de “Perogrullo” es lo que propone Cayo Lara, que votar República es votar Democracia. Y lo dice él, y se queda tan oreado.
Recordarle al señor Lara los motivos por los que los dos intentos republicanos contemporáneos fracasaron en España es clamar en el desierto. Pero para aquellos que no conozcan la Historia de España, si conviene recordar que la Primera República (febrero de 1873-diciembre de 1874) se caracteriza por la rebelión cantonal y la II República (14 de abril 1931-1 de abril de 1939), por la violencia. Y fue la izquierda, precisamente, quien desató la violencia contra la propia República, hasta que el Alzamiento del 18 de julio de 1936 dio paso a la Guerra Civil de 1936-1939. Mantengo que en Historia los hechos son los hechos y las interpretaciones, libres. Y me atengo a los hechos en este momento.
Analizar los motivos que propiciaron esta Guerra Civil no vienen al caso en este artículo, pero conviene recordar (no al señor Lara, por supuesto, ni al líder de Podemos, que se llama como el fundador del Partido Socialista Obrero Español, Pablo Iglesias), decía que conviene recordar cual era la situación de España entre el 16 de febrero de 1936 y el 15 de junio de 1936. O sea, en los prolegómenos de nuestra última Guerra Civil:
160 iglesias destruidas totalmente.
251 asaltos a templos, incendios, destrozos e intentos.
269 muertos.
1287 heridos de diferente gravedad.
215 agresiones frustradas.
138 ataques consumados.
312 tentativas de atraco.
113 huelgas generales y 228 parciales.
10 empresas periodísticas destruidas y otros 33 asaltos a empresas periodísticas.
146 explosiones de bombas y otras 78 recogidas sin explotar.
En este ambiente vivieron los españoles los meses previos a la Guerra Civil y al final de la II República, sin contar los años anteriores que destacan por la persecución y muerte de los religiosos y de las personas asociadas a los partidos de ideología conservadora. Analizar los conceptos me parece que ahora está fuera de lugar, pero los asaltos a las empresas periodísticas indican el talante de la izquierda para tolerar opiniones diferentes a las suyas.
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