Para entender lo que pasa, o la enfermedad antifranquista

 
Pío Moa 
 
 
 
   Nuestra democracia, actualmente en profunda crisis,  viene del franquismo, en una evolución de la ley a la ley, y no podría venir de ninguna otra parte. 
 
   La palabra democracia es en sí misma un oxímoron (el poder siempre se ejerce sobre el pueblo y lo ejerce una minoría u oligarquía, con diversas formas), no obstante lo cual nos entendemos bastante bien cuando hablamos de ella: un sistema de libertades, separación relativa de poderes, igualdad ante la ley y elecciones libres. Al respecto es preciso tener en cuenta tres cosas:
 
A) No existen democracia que cumplan a la perfección esos requisitos, aunque ellos permiten en principio cierta  perfectibilidad.
 
B) Las democracias son métodos de gobierno históricamente muy recientes, que han sufrido una profunda crisis entre la I y la II Guerra Mundial, de la que han salido notablemente transformadas, incluso contra ciertas normas liberales antes tenidas por esenciales. En Europa  occidental, las democracias solo han podido subsistir o crearse gracias a la intervención militar useña y su posterior tutela política. España es un caso especial, porque su democracia proviene de su propia evolución interna.
 
C) Para que una democracia funcione se requiere una sociedad bastante próspera, con amplia clase media y moderación política y escasez de mesianismos o utopismos. La república fracasó porque empobreció al país y exacerbó hasta límites inauditos los odios sociales y las ilusiones utópicas. El legado del franquismo fue, precisamente la prosperidad, una amplia clase media, la reconciliación muy mayoritaria entre los españoles con olvido de los viejos odios que condujeron a la guerra civil.  
 
2. En consecuencia, el antifranquismo es al mismo tiempo el mayor enemigo de la democracia. No solo ha insistido año tras año en la recuperación de los odios republicanos, sino que todas las amenazas  a la democracia llevan su sello: terrorismo, separatismos, politización de la justicia, corrupción masiva… Un fenómeno de degradación política y moral ha sido que los líderes antifranquistas  hayan venido marcando la orientación política durante decenios bajo banderas supuestamente democráticas.
 
3. La mayor parte de los antifranquistas, debido a su debilidad,  se vieron obligados a aceptar  en la transición la reforma en lugar de la ruptura por ellos querida, aunque prosiguieron una labor tenaz por socavarla. El apogeo del antifranquismo se alcanzó con Zapatero, cuya política siguió tres direcciones fundamentales: deslegitimar el franquismo e implícitamente su consecuencia (la transición, la monarquía y la propia democracia). Debilitar la unidad de España reforzando la alianza con los separatistas siguiendo el esquema del Frente Popular. Y colaborar con la ETA. Esta colaboración que premiaba políticamente sus asesinatos y desbarataba el  estado de derecho, parte de una especie de deuda y reconocimiento moral, ya que la ETA, al revés que casi todo el resto de la oposición,  no claudicó ni siquiera tácticamente con la transición, sino que se opuso radicalmente a ella desde el principio. En definitiva, era preciso vengarse del franquismo por haber dejado un país próspero y moderado.
 
4. Zapatero ha dejado dos hijos, por así decir: el PP, que sigue esencialmente la misma política, aunque sin avanzar en ella,  quedándose en lo “ya logrado”; y Podemos, que quiere sacar las consecuencias implícitas en la  ley de memoria histórica y otras normas, y llevarlas a sus extremos políticos.
 
5. Como vemos, la cuestión del franquismo nunca ha sido resuelta intelectual y políticamente, y sigue condicionando en profundidad  la política actual y enfermando la democracia.  Si España va a tener que optar entre PP y Podemos, puede decirse desde ya que el país va nuevamente al desastre, después de 75 años de paz interna, cada vez más alterada por el antifranquismo. Es asombroso que el análisis político en España, de un nivel generalmente romo y circunstancial, no parezca capaz de examinar estas cuestiones de fondo.