Quieren cargar sobre Franco la justificación de privilegios y corrupción.
Francisco Torres García
Resulta que los historiadores profesionalmente antifranquistas -hoy hay antifranquistas de todo tipo y para todos los gustos y bolsillos- encabezados por el experto en confundir los listados de caídos y muertos en acción de guerra por tierras zaragozanas para poder multiplicar las “víctimas del franquismo”, el profesor Julián Casanova, andan promocionando un libro antifranquista -de lo contrario no habría promoción ni mérito- titulado “40 años con Franco” que, para no engañar con portadas atrayentes al lector, deberían rotular “40 años cobrando por estar contra Franco”.
Prestos a socorrer al sistema, acosado por la imagen de la corrupción y los beneficios económicos de la clase política -la casta que diría el ínclito Pablo Iglesias-, el mariachi historiográfico ha encontrado una nueva veta para meterse con Franco: demostrar que la austeridad económica de Francisco Franco es un mito. Y que el Generalísimo -lo pongo con mayúscula para fastidio de mis colegas- además de tener una desmedida ambición política, resultado de sus frustraciones, tenía una desmedida ambición monetaria. En síntesis: “el hombre comido por la ambición” según Paul Preston. Historiador este que debiera anotar para ilustrarnos sus altos y merecidísimos honorarios por meterse en cualquier lugar con don Francisco (recuerdo un Congreso donde nos tomó el pelo perorando largo tiempo sobre la Guardia Mora).
Para reforzar el tema el diario El País -¡Ah, El País, ese diario al que en cuanto te descuidas se olvida de la corrupción de la izquierda desde los tiempos del idolatrado Felipe!-, aplicando la moda de los inéditos misteriosos que cambiarán el mundo, nos obsequia estos días con una serie de papeles de don Francisco Franco propiedad de un coleccionista de alto copete. El primero, la nómina del Caudillo -también lo pongo con mayúscula para fastidiar a mis colegas- de 1935 cuando era Jefe del Estado Mayor Central del Ejército de la II República. El artículo ilustrativo de la nómina lo firma un tal Ruiz Montilla y debiera figurar en la galería de tonterías que se escriben desde el más rancio de los antifranquismos. Un insulto a la inteligencia, pero los lectores del diario El País, me temo, que cuando se habla de Franco desde este talmud de la verdad de quiosco no necesitan pensar; basta con tragarse la pastillita y a razonar como zombis.
El artículo del señor Ruiz Montilla tiene como única finalidad -no es formativo sino deformativo- demostrar la ceguera de Franco por el dinero. Así pues gracias a su pluma y a El País nos enteramos -ya estaba enterado cualquiera que quisiera hacerlo- que Francisco Franco como Jefe del Estado Mayor Central del Ejército, general desde hacía casi una década, con la tira de medallas en su guerrera, cobraba la friolera de 2.429,98 pesetas. Resultado pues de una brillante carrera militar que el plumilla de El País sintetiza a medio camino del asombro y el insulto sibilino con frase como: “el héroe de África con ínfulas, el oficial más joven de Europa en todos los escalafones superados hasta ser nombrado estrafalariamente generalísimo” -¡Qué mala que es la envidia!”-.
El audaz periodista de investigación que se nos revela Ruiz Montilla consultó y consiguió la gran exclusiva: esa cantidad equivaldría a 5.263,80 Euros actuales. Sueldo establecido -esto se le olvida al periodista- no por Francisco Franco sino por el gobierno de la idolatrada II República. Pero “ojo” un 45% menos de lo que hoy cobra un almirante general cuya hoja de servicios, por brillante que sea, no puede compararse con la del Generalísimo. Naturalmente que el periodista de El País no explica bien esto y como no le cuadra lo que escribe con la intención que le anima nos advierte, a renglón seguido, que era mucho comparado con los salarios militares de la época (evidentemente se ha hecho un lío porque los salarios eran los establecidos por el gobierno y eran para el puesto y no para el nombre de quien ostentara el puesto, pero ¡qué más da!).
Para completar el gran descubrimiento el periodista nos cuenta que en 1975 Franco cobraba 768.000 pesetas al año (168.000 como Capitán General). No nos informa de que Franco donaba parte de esa nómina a huérfanos militares (esto tampoco lo anotan ni Preston, ni Casanova, ni el mariachi de la ambición). Comentaba yo en la red, nada más salir la noticia, que ya puesto podía haber hecho la conversión y la comparación con la nómina del actual Jefe del Estado o del Presidente del Gobierno, para que quedara bien claro y sin discusión que don Francisco era un ambicioso de tomo y lomo frente al escaso pecunio de nuestros actuales gobernantes.
Como si me hubieran leído -quizás sí- Cuatro, haciendo la cuenta de la vieja, nos informaba para escándalo que Franco cobraba al año 821.000 euros actuales. Muestra palpable de la ambición monetaria del general que se había autoconcedido -como por cierto hacen diputados y concejales- el sueldo (se puso el mismo que Azaña). Cantidad escandalosa, propia de un dictador que consideraba España como su cortijo que dicen los historiadores como Preston o Casanova, comparada con los 254.000 Euros que cobra Felipe VI y los 74.000 Euros de Mariano Rajoy. Como soy así me voy a las tablas de conversión utilizadas generalmente (ver página del INE para los desconfiados) y hago rápidamente las cuentas: euro arriba euro abajo me salen 53.000 Euros anuales a valor actual (parece que los de Cuatro se han despistado con la calculadora). Ergo, la quinta parte de lo que cobra Felipe VI y 20.000 Euros menos que don Mariano Rajoy. Y bastante menos que la pensioncilla que cobra el señor Rodríguez Zapatero -también la podía haber sacado a relucir el audaz periodista de El País- que es de 80.000 Euros a los que se añaden otros 74.000 como Consejero de Estado (tres veces más que el salario de Francisco Franco).
La pregunta que debiéramos hacernos es: ¿Y todo esto ahora para qué? ¿Para darle lanzadas a Franco que lleva descansando cuarenta años? No. La respuesta es simple: quieren tapar la corrupción y el privilegio con la excusa del demócrata. Decirnos que en el fondo, aunque parezcan emolumentos y bicocas intolerables, no es nada con lo que supondría una dictadura. Lástima que a Cuatro y El País ni le salgan las cuentas, ni sus periodistas den para más que para convencer a los convencidos.