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Franco: todo él español de los pies a la cabeza, como español era todo lo que le rodeaba:muebles, alfombras, libros, escritorio, escribanía, cuadros, penumbra, pavimentos y puertas silenciosas. Pequeño, moreno, poco pelo, brazos cortos, busto equilibrado, bien balancé,robusto, juvenil, sencillo. Totalmente español en las manifestaciones exteriores de su personalidad: cortesía y sencillez de señor,buenos modales naturales, autoritarismo formal,nonchalance en los gestos y las exclamaciones; dispensador de una acogida cuyos límites era fácil de intuir en el mismo momento que la concedía;arte del saber escuchar, arte del decir, sin decirlo que a fin de cuentas él era español y yo no. Todo era español en él: calma y socarronería, frialdad e hidalguía,dureza no curva sino suave y curva, como de piedra muy bruñida,individualismo inmediatamente puesto en evidencia, lenguaje mesurado para decir cosas gravísimas,tendencia a la soledad, espíritu nacional indomable, religiosidad y orgullo, amor extremadamente parco por lo extranjero,catolicismo sin Chateaubriand. Me recibió con mucha cordialidad y me mostró su reconocimiento porque no había desdeñado aceptar un destino que me obligara a acomodarme-dijo riendo-bajo la tienda de un general marroquí;pero a medida que la conversación se desarrollaba sospeché que él estaba seguro de que quien tenía el honor de gratitud por aquel encuentro era yo y no él. “Aquí tiene usted su casa”,dijo,y estaba claro que debía estar en ella como en mi propia casa,sí, pero suya.Hallé que él tenía razón en todo aquello y me propuse hacer lo posible por aclarar, y por supuesto no agravar,el equívoco que se había establecido entre mi Italia y su España.
Antes de que el coloquio abordase los temas serios,nos intercambiamos cortesías y plácemes. Además yo le miraba a él y él me miraba a mi.Y cuanto más le miraba más comprendía que aquel pequeño militar bonachón, nacido de golpe para la Historia,se había convertido en el centro de una situación internacional comprometida y arriesgada,compleja y rígida,a cuyo mecanismo ninguna potencia europea podía ya sustraerse porque,en suma, Franco representaba con su gente una idea universal: el anticomunismo y la conservación del cristianismo,y él había confiado la defensa de esta idea a la punta de sus bayonetas(…)
Mi primer coloquio con el Generalísimo fue largo y prolijo,desenvuelto y rico de paréntesis,de sobreentendidos y desviaciones.Él tampoco quería equívocos.No quería admitir que había pedido soldados italianos;él había pedido medios, aeroplanos y cañones(…)
El Caudillo guiaba continuamente mi atención con el dedo de su mano ligera sobre un mapa cuajado de banderitas “rojas” y españolas:italianas habría dos o tres…Las movía y las manipulaba con seguridad,casi sin tocarlas. Apenas abordó los argumentos tácticos y militares se transformó en otro hombre.Su voz seguía siendo sosegada y baja, modulada y ligeramente velada,pero entonces su acento ganaba energía y seguridad;de vez en cuando su cara simpática e irregular se iluminaba con una sonrisa de abogado siciliano, pero su lenguaje se hacía técnico y viril,cadencioso y didáctico:auténtico soldado de los pies a la cabeza y nada más que soldado(…)
Fue muy honesto al hablarme del porvenir:personalmente creía en la victoria,pero esto no quería decir que la victoria fuese segura(…)
Planteé a Franco unas preguntas que me parecían esenciales.Entonces ¿Excluía la rendicion de los rojos a consecuencia de negociaciones políticas?¿Excluía una negociación diplomática italiana o Anglo-italiana o del Comité de No-Intervención?
Franco (…) me respondió: “No. Todo lo decidirán las armas. Los rojos no se rendirán nunca(…)Además nunca aceptarían mis condiciones(…) El Estado que yo quiero construir es la antítesis del que quieren construir los rojos.Nosotros y ellos llevaremos la guerra hasta el final(…) Me propongo conducirla sin destruir a España ni a los españoles.Naturalmente, mala cosa sería si yo tuviera prisa: arruinaría a mi propio país.Esto significa que tendré que disponer de medios,es decir, soldados y armas que deben ser renovados constantemente.En 8 meses podré reclutar otros 150.000 hombres, llamando a varias quintas e instruyendolos el tiempo que sea necesario y contando, mientras tanto, con la ayuda italiana y marroquí. Cuando legue el gran momento, el momento de Madrid,mi Ejército estará dispuesto para el acto final”.
¿Y cuánto puede durar todo eso?
“Nadie puede decirlo.Depende también de las circunstancias políticas, pero de esto hablaremos apenas tengamos una hora a nuestra disposición.Antes conviene ver como terminará la ofensiva sobre Guadalajara.”
Franco me había parecido desde el primer momento una roca de resistencia pasiva.Se daba cuenta de la bellea de nuestro gesto, el gesto de haber volado en su ayuda,y sentí, especialmente hacia Mussolini,sincera gratitud, pero intuí claramente que si el Caudillo hubiese estado en el lugar del Duce no habría tenido gestos de aquel tipo o no habría actuado solo movido por un generoso gesto sin pactos.El interés sustancial y permanente de su país estaba clarísimo y firmísimo en su mente. ¿Pasionales los españoles? En el amor, sí;en política, no y en política exterior españoles.”Hidalgo no quiere decir ingenuo”.