Caídas por España: margaritas y falangistas en la guerra civil, por L. Sánchez

Por su interés histórico, traemos a nuestra página este trabajo publicado en nuestro boletín informativo en 2009.

Laura Sánchez Blanco

Boletín FNFF 116

 

Hace unos meses la Universidad San Pablo-CEU organizó el III Congreso Internacional de la II República y la Guerra Civil con el objetivo de recuperar otra memoria que la historia parece olvidar. En dicho Congreso dos investigadores, preocupados por aquellas víctimas ignoradas, presentamos una comunicación: Caídas por España. Margaritas y falangistas en la Guerra Civil, para dar a conocer la historia de sesenta y tres mujeres que fueron asesinadas durante el conflicto bélico, por pertenecer a la Sección Femenina de Falange o a las Margaritas de la Comunión Tradicionalista. Mujeres que dieron sus vidas por salvar otras y que han sido enterradas en el olvido.

¿Cuáles fueron las causas de sus muertes? Unas murieron por no hablar, pues el silencio les costó la vida, otras por decir lo que no debían: un grito nacional. La valentía se llevó a las más sacrificadas, que permanecieron en sus puestos hasta que los enemigos se hicieron con ellas y
acabaron con sus vidas. Algunas se dejaron engañar por su inocencia y fueron delatadas o arrastradas al lugar de la muerte. Y en general todas murieron por dejarse llevar por una ideología en la que creían.

LOS NOMBRES DEL SILENCIO, LA LEALTAD Y LA MUERTE

Alba Bosch y Francisca Magdalena de la Hoz fueron asesinadas por no delatar a sus compañeros falangistas y carlistas. A estas mujeres el silencio les costó la vida, pero hubo otras que murieron por decir lo que no debían. Así le sucedió a Luisa Cobo cuando un grupo de republicanos asaltó su casa. Éstos le ordenaron que gritase ¡Viva Rusia!, ella alzó su brazo derecho y al gritó de ¡Arriba España! una vida se perdía. Después de un horrible martirio fue asesinada junto a sus padres.

Mientras que a Carmen Miedes Lajusticia le mataron por hablar más de lo debido. Testigo de un asesinato delató a los culpables y, por ello, fue perseguida incesantemente por los vencedores del Frente Popular, quienes saldaron la deuda pendiente con su muerte. Otras mujeres fueron asesinadas por ser vistas con quien no debían: Josefina Aramburu y Santa Olalla, detenida y acusada, junto a su familia, de espíritu falangista y estrecha amistad con los Primo de Rivera, motivo por el que fue fusilada en las tapias del Cementerio de afiliados a FE y a SF. Por una razón similar, Esperanza Sancho y Gregoría García perdieron sus vidas.

Como trabajaban de doncellas en la casa de Inés y Dolores Primo de Rivera, les detuvieron para que revelasen el paradero de sus camaradas, al no confesar el maltrato precedió al asesinato. Jesusa y Juliana Lacambra, dos hermanas detenidas por ser vistas con Pilar Primo de Rivera. Estando en prisión fueron interrogadas y amenazadas, pero sin pruebas para culpabilizarlas. Al registrar sus casas tan sólo encontraron propaganda de Falange, pero eso les valió para aplicarles la última pena. En los últimos instantes encomendaron su alma a Dios y exteriorizaron su sentir gritando con energía: ¡Arriba España! ¡Viva Cristo Rey! Y como toda contestación una descarga selló sus bocas para siempre.

LA VALENTÍA Y EL SACRIFICIO DE LAS OLVIDADAS

Rosa Ríos Gómez prestó apoyo moral a los combatientes y desarrolló una misión fundamental en su puesto de telefonista durante la guerra. Hasta el último momento no quiso abandonar su trabajo y, cuando se dispuso a hacerlo, las tropas enemigas se adueñaron del pueblo y de su vida. De igual modo Agustina Simón, despreciando el peligro, permaneció en su puesto hasta el último momento, ayudando a trasportar heridos, y cuando llegaron los enemigos acabaron con ella, con el Capellán y quince requetés más. María Luisa Terry había perdido a su novio en la guerra, pero ella siguió luchando por aquello en lo que creía: ¡Tengo muchísimo frío, pero esa es mi alegría! —afirmaba mientras se le encallecían las manos de lavar ropa, fregar suelos y limpiar utensilios de todas clases—. Hasta tal punto llegó su sacrificio que, en pleno bombardeo, arriesgó su vida y, en busca de un tintero, fue alcanzada por la metralla de un cañón, unos días después perecía. La suerte tampoco acompañó a Julia Sáenz, que fue abatida cuando se dirigía al frente a llevar comida a los combatientes. María Cruz Jiménez asistió a los falangistas en una iglesia, pero ésta fue derribada por el ejército republicano, y su cadáver apareció entre los escombros. Mientras que María Paz Martínez Unciti, fundadora del Auxilio Azul, actuó en la clandestinidad proporcionando documentación falsa, alojamiento, ropa y alimentos a los nacionales hasta que fue descubierta y asesinada por ello. En funciones sanitarias, Eutimia Muñoz, Pilar Madrazo, Sagrario del Amo Peña, Pilar Guillén, Octavia y Olga Monteserin, perdieron sus vidas.

LA INOCENCIA DE LAS TRAICIONADAS

María Luisa Gil recibió el encargo de bordar una bandera para el Caudillo, orgullosa de su trabajo así lo hizo, pero la entregó a la persona equivocada, pues el encargo venía de un policía republicano que se hizo pasar por sargento carlista. Éste la llevó a un tribunal de guardia donde le condenaron a última pena, y murió junto a otras cinco compañeras. Luz Madera Pena recibió una carta falsificada, según la cual debía presentarse en Viedes para prestar servicios. Allí acudió donde el impostor le esperaba para fusilarla. Carmen Tronchoni Soria ayudaba a trasladar personas a la zona nacional hasta que un día una amiga, espía, la delató, por lo que fue procesada y condenada a última pena.

Cuando Marina Moreno Tena se dirigía al frente se vio envuelta en una emboscada: Habían colocado el cadáver de un falangista en la carretera, al verlo, ésta y otros camaradas bajaron del camión a recogerlo, y al mismo tiempo, sonaban los disparos de aquellos enemigos que se encontraban escondidos a la espera de su llegada.

Rosario Vázquez Llaneza, con intención de pasar a zona nacional, falangista, prestó sus servicios de cocinera en el ejército rojo creyendo que la mandarían al frente encuadrada en un Batallón, pero no fue así y la retuvieron en dicha Villa. Como sospechaban de ella huyó, no volviéndose a tener más noticias de ella. Entre la documentación roja recogida se encontró una denuncia firmada por una secretaria de la sección comunista femenina en la que acusaba a Rosario de fascista y de espía peligrosa, por lo que cuando la encontraron la mataron.

LA DEFENSA DE UNOS IDEALES

Carmen Soria Viejo con tan sólo dieciséis años fue ejecutada con su padre, que era militar. Unos días después, las hermanas de Carmen, Ángeles y Matilde, fueron también asesinadas en Paracuellos del Jarama. Elena Díaz con diecisiete años fue perseguida por ser falangista. Sacada de su vivienda por ocho individuos, fue cruelmente maltratada y asesinada. De igual modo murieron Josefa, Rosa y Sagrario Fernández Alonso. Beatriz Álvarez fue asesinada junto con sus cuatro hijos y su marido. María Castán Rivas martirizada y fusilada en compañía de su esposo. Casilda Castelvi Trenor murió por intentar rescatar a sus hermanas que estaban detenidas. Balbina L. Robledo por colaborar con sus hermanos en el frente.

¿Cuáles fueron las causas que provocaron sus muertes? Defender una ideología y pertenecer a la Sección Femenina de Falange o a las Margaritas de la Comunión Tradicionalista. Por la misma razón murieron: Amelia Abad, Ana María Garnica, Ana Villegas Redondo, Carmen y Elia González, Carmen Cabezuelo, Catalina Viader Pons, Concepción Garrudo, Francisca Saltó Castañé, Florencia Caerols, María y Teresa Rivera Balseéis, Joaquina Sot, María Dolores Plá, María Mira Calderón, María Jesús Llorente, María Suárez, María Dolores Moyano Palatín, Olvido Serrano Iriendo, Vicenta y María Inmaculada Chabas, Pilar Castro, Rosa Fortuna, Rosario Vázquez Llaneza, Sagrario Muro y Sara Jordá Gualter.

Éstas son las historias de las mujeres que durante la guerra trabajaron en la Sección Femenina de Falange y en las Margaritas de la Comunión Tradicionalista, unas mujeres llenas de valentía y fieles a sus compañeros, mujeres cuyas hazañas tuvieron un precio: la muerte.

Gracias a la Fundación Francisco Franco, estas mujeres ya tienen un lugar en la historia, al menos aparecerán en las páginas de este Boletín para que sus familiares, compañeros, amigos y la sociedad en general conozca la realidad de los hechos. Y gracias a la Universidad Católica San Pablo-CEU, las hazañas de estas mujeres también podrán figurar en las actas que se publiquen como resultado del citado Congreso. De igual modo se pretende ampliar este estudio en un intento de ayudar a los demás a entender que existe otra historia que no se puede borrar de la memoria, pues si nos acordamos de las víctimas, éstas también lo fueron.


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