Un ejercicio de «memoria histórica», por Mariano Luiña

Mariano Luiña

Boletín Informativo nº 115

 

Como es sabido, la constitución del Partido Socialista Obrero tiene lugar en la fonda Labra de la calle de Tetuán de Madrid el 2 de mayo de 1879 durante una comida de hermandad a la que asistieron sus 25 fundadores, la mayoría de ellos de escasa o nula formación intelectual.

El talante democrático de los fundadores se puede colegir del contenido del Programa del Partido, en el que se puede leer lo siguiente:

«El ideal del Partido es la completa emancipación de la clase trabajadora, es decir, la abolición de las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores dueños del fruto de su trabajo, libres, iguales, honrados e inteligentes. Para ello se pretende la supresión de los ejércitos permanentes y el armamento general del pueblo, la abolición de la deuda pública, supresión del presupuesto del clero y confiscación de sus bienes, eliminación de la propiedad privada, nacionalización de los medios de producción, etc.».

Siendo ya diputado, P. Iglesias manifiesta en el Parlamento el 7 de julio de 1910 las siguientes lindezas:

«El partido que yo aquí represento aspira a concluir con los antogonismos sociales, a establecer la solidaridad humana y esta aspiración lleva consigo la supresión de la Magistratura, de la Iglesia, del Ejército y la de otras instituciones…».

«Los socialistas estarán en la legalidad mientras ésta les permita adquirir lo que necesitan y fuera de ella cuando no sea así».

«… hemos llegado al extremo de considerar que antes que Su Señoría (A. Maura) suba al poder debemos llegar al atentado personal».

El día 22 del mismo mes A. Maura sufriría un atentado.

En diciembre de 1919 se celebró un Congreso extraordinario del ya PSOE que aprobó una moción de J. Besteiro, el más moderado de los socialistas de entonces, expresando su satisfacción por ver derribado el zarismo y triunfante la revolución socialista, que produjo innumerables asesinatos, en los términos siguientes:

«Sean las que quieran las deficiencias del Gobierno de los soviets, el PSOE no puede hacer otra cosa sino aprobar la conducta de las organizaciones proletarias que desde la Revolución de Octubre vienen ocupando el poder en Rusia».

  1. Largo Caballero, figura nefasta tanto para el Partido como para la propia España, nos aporta igualmente su talante democrático en sus siguientes manifestaciones:

El 22 de noviembre de 1931 manifiesta al periódico Ahora:

«No puedo aceptar tal posibilidad (la disolución de las Cortes), que sería un reto al Partido y que nos obligaría a ir a una guerra civil».

Estando ya en el Gobierno declara:

«Si cupiera en lo posible saldré (del Gobierno) mucho más rojo que entré».

En otra ocasión manifiesta:

«Si no nos permiten conquistar el poder con arreglo a las leyes, tendremos que conquistarlo de otra manera».

Refiriéndose al programa de su Partido dice:

«Hay un período de transición durante el cual la clase obrera, con todos los resortes del poder en sus manos, rea liza la obra de socialización y del desarme económico y social de la burguesía, es lo que nosotros llamamos dictadura del proletariado y ese período de transición desembocará en el Socialismo integral».

Es conocida su frase pronunciada durante la campaña electoral de 1933:

«No es incompatible luchar el día 3 en las urnas y el 10 en las calles».

En otro momento dice:

«Una vez se tenga el poder político, el número 1 del programa es inutilizar al adversario».

Y también:

«Nosotros tenemos la base de nuestras doctrinas en el Manifiesto Comunista y en El Capital».

El 25 de enero de 1936 en un mitin celebrado en Alicante dice:

«Si triunfan las derechas no habrá más remisión, tendremos que ir forzosamente a la guerra civil».

Cuarenta años después, ya en 1977, dos figuras del socialismo español contemporáneo, González y Guerra, publican un libro sobre «el socialismo de nuestro tiempo» en el que escriben cosas como las siguientes:

«El PSOE se enfrenta hoy a un desafío histórico, el de construir un nuevo modelo de Sociedad en el que todos los hombres sean dueños de su trabajo y de su conciencia, en el que el poder de decisión y los beneficios sociales pertenezcan solidariamente a la comunidad y no a minorías dominantes cualquiera que sea su signo; es decir, el socialismo autogestionario. Para hacer frente a todo esto, los socialistas, todo el pueblo, disponemos de dos palancas: la revolución económica, que tiene como objetivo la apropiación de los medios de producción, las fábricas, las minas, los campos, los transportes, los servicios, los recursos financieros, etc., por la comunidad de los trabajadores y la liberación cultural que supone la conquista del control personal sobre los asuntos de la comunidad».

«El PSOE, como proyecto común de hombres y mujeres que luchan por el socialismo, entiende que para alcanzar la revolución económica y la liberación cultural han de recorrerse tres fases: a) la ruptura democrática; b) la conquista del poder político por la clase trabajadora, y c) la implantación de la sociedad socialista autogestionaria».

Toda esta exposición nos recuerda, sin la menor duda, a Marx y su Manifiesto Comunista.


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