Laurencic, constructor de las checas de Barcelona (I), por Eduardo Palomar Baró

Eduardo Palomar Baró

Boletín Informativo nº 115

 

Alfonso Laurencic fue el gran promotor, ideólogo y constructor de las checas del SIM (Servicio de Investigación Militar) de Vallmajor y Zaragoza en la Ciudad Condal.

Las checas en Barcelona registraron dos períodos de gestión. Del inicio de la Guerra Civil en julio de 1936 hasta los «sucesos de mayo» (fets de maig) de 1937, estuvieron en manos de los anarquistas de la CNT-FAI y las patrullas de control a las órdenes de Erno Gerö, un enviado de Stalin, quien tenía como ayudante a Victorio Sala, militante del PSUC, el cual intervino activamente en la represión contra el POUM.

Los anarquistas y los «controladores» se dedicaban a recorrer la ciudad quemando iglesias, irrumpiendo en las casas, deteniendo a religiosos y ciudadanos por el mero hecho de practicar la religión católica, así como a empresarios, comerciantes, gentes de escalas sociales elevadas o, simplemente personas que habían sido delatadas por ser de derechas, ir a misa o practicar actividades intelectuales o artísticas. El peor pasaporte que podía tener una persona, era el no tener callos en las manos…

El segundo período empezó en mayo de 1937, cuando se hizo con el control de las checas Alfonso Laurencic, estalinista al frente del SIM, la policía política del gobierno de la República. Los anarquistas y los trotskistas del POUM habían combatido en las calles de Barcelona contra las milicias comunistas del PSUC y las de la Generalidad, pero fueron derrotados en los Sucesos de Mayo de 1937. Fue la pequeña guerra civil dentro de la Guerra Civil, tal como lo describió George Orwell (seudónimo de Eric Blair) en su libro Homenaje a Cataluña.

A partir de entonces, las persecuciones, detenciones ilegales, torturas y asesinatos fueron en aumento ante la impotencia o pasividad de la Generalidad que presidía Luis Companys. El caso es que 8.352 personas fueron asesinadas en Cataluña entre 1936 y 1939, también algunos izquierdistas, muchos de ellos después de pasar por las checas.

Los agentes socialistas y estalinistas del SIM optaron por una represión implacable. Las checas de Barcelona fueron auténticos campos de concentración, en los que se torturó, se pasó hambre y se asesinó. La tremenda represión contra todo aquello y aquellos que estaban al otro lado de los postulados de la República, estuvo perfectamente planificada, con la ayuda de la Unión Soviética, y con la voluntad de instaurar un estado comunista en España y, en éste caso, en Cataluña.

Según Manuel Tarín-Iglesias en su importantísimo libro Los años rojos, escribe: «El SIM fue un plagio de las checas soviéticas, pero la dirección y el personal gerente, en su casi totalidad, pertenecía al PSOE. Incluso la superación de las checas rusas barcelonesas estuvieron auspiciadas por los socialistas. Existe un documento estremecedor en este sentido: la declaración del autor de las cámaras de tortura de las calles de Zaragoza y de Vallmajor —el monstruo Alfonso Laurencic— señalando concretamente que las órdenes directas recibidas eran del jefe supremo del SIM, Santiago Garcés, del PSOE, en mayo y junio de 1938, es decir, no hubo un solo Paracuellos».

 

 

Alfonso Laurencic

Nació en Enghien (París, Francia) el 2 de julio de 1902, hijo de Julio y de Melitta, ambos austriacos. Estaba casado y residía en Barcelona. Oficialmente, era director de orquesta y pintor. También ostentó los oficios de arquitecto, ingeniero, sargento de la Legión extranjera y oficial del Ejército yugoslavo. Había estado en España con anterioridad al año 1932. Después de diversas andanzas por distintos países, regresó, en el año 1933, a Barcelona, trabajando en varios oficios y en los más variados lugares. En el año 1933 se afilió a la CNT, y en abril de 1936 lo hizo a la UGT.

El 7 de febrero de 1939 fue capturado en el Collell por las tropas nacionales, siendo puesto a disposición de un oficial de la Legión Cóndor, por haber alegado poseer la nacionalidad austríaca.

Tenía a su cargo haber sido el autor de los planos y el haber dirigido la construcción de las checas de las calles de Vallmajor y Zaragoza, por lo que dicho oficial lo retuvo a su disposición por el interés informativo que pudieran ofrecer dichos datos.

Laurencic ante el Consejo de Guerra

El Consejo de Guerra contra Alfonso Laurencic se celebró el día 12 de junio de 1939. La vista en Consejo Sumarísimo había despertado extraordinario interés. Horas antes de comenzar el juicio, el público aguardaba en el vestíbulo y pasillos del Palacio de Justicia, sale Primera de lo Criminal. A las cinco y cuarto, la Sala quedó enteramente ocupada por los miembros del Tribunal militar, jefes y oficiales francos de servicio, representaciones del Cuerpo Jurídico Militar, de la Prensa nacional y extranjera y el Cónsul de Yugoslavia (ya que al dividirse el imperio austro-húngaro, Laurencic pasó a ser súbdito yugoslavo).

El Presidente anunció que había quedado constituido el Consejo de guerra sumarísimo para ver y fallar la causa instruida contra Alfonso Laurencic, acusado LAURENCIC, CONSTRUCTOR DE LAS CHECAS DE BARCELONA 22 del delito de rebelión militar. Tomaron asiento en sus respectivos sitios el Tribunal, el Fiscal, el Abogado defensor y los relatores, y junto a éstos, varios taquígrafos.

El Tribunal estaba integrado por: Presidente, Comandante de Seguridad y Asalto, don Adolfo Fernández Navas.

Vocales: Capitán de Infantería, don Nicanor Fernández Rodríguez; Capitán de Caballería, don Alfredo Freís Calpe; Capitán de Caballería, don Felipe Toral García.

Vocal Ponente: Capitán honorífico del Cuerpo Jurídico Militar, don Carlos Álvarez Martínez.

Fiscal: Capitán honorífico del Cuerpo Jurídico Militar, don Emilio Rodríguez López.

Defensor: Alférez provisional honorífico del Cuerpo Jurídico, don Alfonso Ibáñez Farrán.

Secretario: Alférez del Cuerpo Jurídico Militar, don Bonifacio Lorenzo Somonte.

Custodiado por una pareja de la Guardia Civil, hizo su entrada en la sala, en medio de un gran silencio, el procesado Alfonso Laurencic. Es alto, de fuerte complexión, viste abrigo oscuro, pantalón de dril blanco y calza alpargatas. Ostenta abundante barba rubia, y cubre sus ojos con gafas oscuras. Lleva puestas las esposas. Da muestras de gran serenidad. Antes de tomar asiento en el banquillo, a lo que le invita el Presidente, saluda al Tribunal con una inclinación de cabeza.

Lectura del apuntamiento

Se da lectura a diversas declaraciones suyas en las que consta que construyó las celdas de castigo y tortura de los llamados preventorios de Vallmajor y de la calle de Zaragoza, ya que estando en abril de 1938 en la factoría del Palacio de Misiones en calidad de preso del SIM, fue destinado a aquel cometido, después de recibir instrucciones para que aquellas construcciones reuniesen determinadas condiciones que presionaran y forzaran el ánimo de los detenidos, sin llegar a matarles. Entre las que figuran construidas por el acusado se encuentran las llamadas «psicotécnicas», o sea las conocidas con el nombre de «neveras», de las «campanillas» y las «de inútil reposo». Los gráficos que acompañan el sumario demuestran la perversidad puesta en la ejecución de aquellos procedimientos, propios de grupos infrahumanos.

En el apuntamiento se menciona que bien hubiera podido ser el procesado comandante de las milicias del POUM, pero este cargo no llega a concretarse.

En una de las declaraciones prestadas ante el juez instructor del sumario consta la declaración expresa del acusado de que las checas eran organismos oficiales del gobierno rojo, que toleraba su existencia y tenía conocimiento pleno y minucioso de su funcionamiento.

Al sumario van unidas 217 cuartillas suscritas por el procesado en defensa suya y exponiendo las causas y motivos por los que llevó a cabo la misión que le fue confiada, así como los servicios que dice haber prestado a la Causa Nacional, como supuesto agente de espionaje blanco, pero sin conexión con ninguna persona conocida.

Interrogatorios del acusado

El fiscal interroga al procesado, y éste dice que la primera vez que vino a España fue en 1921. Ingresó en la Legión en 1923 y después viajó por el extranjero, en calidad de director de orquesta. El 20 de julio ingresó en la Comisaría de Orden Público, en su calidad de antiguo sargento de la Legión. Como tenía conocimiento de siete idiomas, fue nombrado intérprete, y con el título de escolta de extranjeros, acompañó a éstos por diversos lugares.

Pero fue algo más: agente del servicio de contraespionaje rojo, el número 29, que le dio el jefe del Estado Mayor. A finales de abril de 1937 fue ascendido a teniente del ejército rojo.

 —¿En los sucesos de mayo de 1937, intervino usted? —pregunta el fiscal.

—Sí y no. Depende de la forma que usted dé a su pregunta. En aquella fecha fui de barricada en barricada, pero sin tener contacto con nadie, porque trabajaba como un solitario.

Después explica cómo actuaba en la factoría del Palacio de las Misiones. Ofreció sus servicios como arquitecto, y fue requerido por Santiago Garcés, a quien da el título de jefe del SIM.

—¿Se dio cuenta del por qué construía aquellas celdas de castigo? —pregunta el fiscal.

—Sí —contesta—, y hubiera construido cien más.

Las hizo por mandato de Garrigós, un elemento de influencia en el SIM, antiguo empleado del Banco de España en Madrid, y también por cuenta de un tal Dueñas.

Entre evidentes contradicciones dice que él no terminó las checas de la calle de Zaragoza y sí las de Vallmajor.

El defensor interroga al procesado.

En Segorbe —dice— pesaban doce penas de muerte sobre él. Allí pidió ser nombrado voluntario del Ministerio de la Gobernación.

El procesado, a preguntas del ponente, declara que el mismo día del Movimiento visitó los cuarteles y sindicatos y lugares donde se mataba.

—¿Cuántas veces compareció usted ante los interrogadores?

—Sesenta y dos —contesta.

—¿Y pudo engañarlos siempre?

—Sí, siempre. Lo hice bastante bien, quitándome de encima la mitad de los cargos que se me hacían.

El secretario da lectura, a instancia del fiscal, a una relación de lo que era y cómo funcionaba aquel terrible antro de dolor y de martirio que fue el chalet de Vallmajor. En estas declaraciones se habla de lo que fueron los «armarios», lugar de tortura en el que todo el peso del paciente cargaba sobre las rodillas, que siempre resbalaban y el cuerpo se encontraba presionado por todas partes.

Una permanencia de cinco a diez minutos en el «armario» vencía al más recalcitrante y al cabo de ellos salían desmayados. Una vez un preso rompió, por su fuerza gigantesca, todas las tablas, en estado de locura.

También se citan en esta declaración las celdas llamadas «psicotécnicas» y la «esférica» del mausoleo, todas ellas en la iglesia del convento. Explica el régimen de vida que allí había, la poca alimentación que se les daba, la miseria de que se veían llenos los presos, el hacinamiento en que habían de vivir y el trato que los agentes dispensaban a los prisioneros. Desde luego no existían más que nueve camastros para más de setecientos detenidos, y éstos pasaban, por lo menos, unos tres meses de detención.

En otras declaraciones se trata de los elementos de que se dotaban las celdas para impedir que el preso pudiera buscar el descanso. Se trata del efecto que producen en el preso las líneas rojas, verdes, amarillas, etc. De otro sistema también: del reloj que adelanta cuatro horas cada 24, con lo que se logra que el preso aguarde inútilmente la hora del rancho y se consuma cuatro horas esperándolo.

La «celda esférica» fue construida en el mausoleo. Parecía el interior de un cilindro y se perseguía hacer perder el sentido de la orientación, pero la utilidad que con ella se buscaba la desconoce el acusado.

La lectura de estas declaraciones causa evidente impresión en el público.

Los testigos

El primer testigo que comparece es don Manuel Godoy Prats, secretario del Colegio de Abogados de Barcelona. Estuvo detenido en el SIM y fue martirizado en las celdas llamadas «verbenas, neveras y de colores». El mismo día de su detención fue apaleado, y con unas grandes tijeras de oficina, se las clavaron en la nuca, le rociaron el pecho con gasolina, arrancándole la corbata, le prendieron fuego. Las quemaduras fueron apagándose por sí mismas. «Fui otra vez apaleado, y extendido en un sofá. Entonces me resistí brutalmente, porque querían hacerme una prueba más horrible que las anteriores. Me dejaron. Al poco rato me obligaron a salir a la calle, y, una vez en ella, me metieron en un coche, simulando «darme el paseo». Pronto volvimos a la checa. Un individuo, llamado «el Coronel», me requirió para que hablase; me dijo que tenían tormentos chinos, y, al ver que no hablaba, fui introducido en una especie de gruta ubicada en el jardín. En esta gruta había tres armarios de Portland, muy bajos de techo y como la pared está inclinada, en forma de ángulo, no puede uno ni tumbarse ni estar sentado. Al cerrarse la puerta, un palo que sale de ella se mete entre las piernas, y muy cerca de la nariz queda un potente faro, y suena constantemente un timbre atroz. La sensación de asfixia es horrible, porque, a pesar de cerrar los ojos, la luz es tan fuerte que no se consigue nada con ello. Este suplicio empezó a las diez y media de la noche, y duró hasta las tres de la madrugada. De allí me sacaron para declarar.

FISCAL: El suplicio a que usted se refería antes ¿era con unas cuerdas de guitarra?

TESTIGO: Sí, señor.

FISCAL: ¿El objeto que perseguían era que diese usted noticias de la Quinta Columna de Barcelona?

 TESTIGO: Sí, especialmente dónde se hallaba el Comandante de Estado Mayor señor Aimat, y en dónde estaba don José Gallard, a quien yo tenía escondido en Figaró, donde, al fin, lo descubrieron. Para ello movilizaron, según me han dicho, doscientos carabineros. Por fin, dieron con él. Un agente del SIM se simuló payés; le dijeron que saliera de donde estaba escondido porque un payés quería hablarle, y lo detuvieron en seguida.

FISCAL: ¿Tuvieron detenido a don José Gallard?

TESTIGO: Creo que en Vallmajor. Gallard era muy amigo mío. Lo vi al cabo de seis o siete meses; tenía en el cuerpo, por ambas partes, unas cicatrices enormes, en las que casi cabía un dedo. Se las hicieron con hierros candentes, y había sido sentado en la silla eléctrica.

 FISCAL: ¿Se enteró usted que le asesinaron?

 TESTIGO: Sí, señor.

FISCAL: ¿Al iniciarse el Movimiento, era usted Secretario del Colegio de Abogados de Barcelona?

TESTIGO: Sí, señor.

En su calidad de secretario del Colegio de Abogados pudo influir para que éste denunciara al Gobierno la existencia de las checas, y al hacerlo así, el ministro Irujo dijo que acabaría con las checas o éstas con él. Y fue esto último, porque las checas no fueron suprimidas. El Colegio denunció este inicuo hecho al fiscal del Tribunal Supremo, sin tampoco obtener ningún resultado.

A preguntas de la defensa contesta que durante la dominación roja hubo de actuar como abogado y que durante una vista que tuvo lugar ante el Tribunal de urgencia, informó entre dos agentes, que no le apartaron las pistolas de sus costados durante toda la vista. Dice que tiene noticias particulares de que los Gobiernos francés e inglés fueron informados de lo que venía ocurriendo en Barcelona con el funcionamiento de las checas.


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