Libro: El PSOE, de problema a pesadilla, de Enrique D. Martínez-Campos

 
Pío Moa 
 
 
   Hace tiempo publiqué una reseña del primer tomo de la magna  obra de Enrique D. Martínez-Campos sobre la historia del Partido Socialista. Dicho tomo, titulado El PSOE, ¿un problema para España? dejaba clara la trayectoria de dicho partido desde su fundación hasta la Guerra Civil. Quiero decir que aclaraba con documentos irrebatibles que el PSOE nunca fue un partido democrático, sino de orientación y práctica totalitarias, un factor de perturbación permanente de la convivencia en libertad en España. Así, contribuyó poderosamente a hundir el régimen liberal de la Restauración, y después destrozó la república con una política demencial. La excepción en este  recorrido fue la dictadura de Primo de Rivera, con la que colaboró. 
 
   El nuevo tomo de la serie se titula El PSOE, de problema a pesadilla, y se centra en el período bélico de 1936 a 1939. Nuevamente  encontramos los documentos, las citas, las opiniones de unos y de otros políticos, que empeoran, si cabe, la significación adquirida por el PSOE en los años precedentes. Queda claro en el libro cómo los socialistas cooperaron a implantar y organizar el terror de las chekas y los paseos, cómo se entregaron –antes de los comunistas– a Stalin, a quien convirtieron en árbitro de los destinos del Frente Popular con el envío de las reservas de oro, cómo colaboraron y a veces rivalizaron con los comunistas, los cuales finalmente se impondrían al Lenin español, como propagandísticamente habían llamado a Largo Caballero; quedan señaladas las increíbles fechorías de Negrín… Vale la pena recorrer una trayectoria de la que solo personajes como Zapatero pueden sentirse “orgullosos”. En nuestro tiempo de inversión de valores, el orgullo se reserva a las vilezas. Al mismo tiempo, el PSOE demostró su insignificancia teórica y doctrinal, su marxismo de baratillo cuando, de ser el partido de izquierda más importante al comenzar la guerra, llegó a ser manipulado y orientado por el PCE, es decir, por Stalin, únicos que habían elaborado una verdadera estrategia política y militar. Primero se libraron de Largo Caballero, después de utilizarle, y más tarde de Prieto, quedando solo Negrín como el socialista más identificado con los soviéticos: no en vano había sido el principal autor del envío del oro a la URSS y el más consciente de las consecuencias políticas de tal decisión.    
 
    En definitiva, y como concluyó al final otro socialista, Besteiro, “Estamos derrotados por nuestras propias culpas (…) Por habernos dejado arrastrar  a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande  que han conocido quizás los siglos”. Besteiro había sido el único jefe socialista de primera fila que en 1934 se había opuesto a aquella línea bolchevique que derivó en la insurrección de octubre de aquel año y luego en la demolición de la legalidad republicana. Y concluye Besteiro con lógica “La reacción contra ese error (…) la representan genuinamente, sean los que quieran sus defectos, los nacionalistas (se refiere a los nacionales) que se han batido en la gran cruzada antikomintern. Una lección  nunca fue asimilada por el PSOE, que, reconstruido artificialmente en la Transición a base de campañas mediáticas, dinero negro y picaresca, se ha convertido también en la pesadilla de la democracia actual.    
 
   Los sucesos y desarrollos de la guerra son, en general, bien conocidos y han sido tratados por muchos autores, pero hacerlo desde la perspectiva de la actuación de los socialistas es una novedad, que recuerda el trabajo de Bolloten sobre la política comunista: no se había hecho hasta ahora, al menos con un mínimo de solvencia (las historias de Santos Juliá al respecto apenas superan el nivel de la propaganda justificativa). Por ello este libro viene a llenar un hueco muy importante.
 
   Una anécdota no falta de significación. En el diario Claridad , órgano del sector de Largo Caballero, llegaron a verse análisis como este: “Todos los humoristas acaban al servicio de la barbarie, como Camba, Fernández Flórez, Muños Seca y tantos otros. Hay que desconfiar de los humoristas profesionales. Siempre llevan dentro a un contrarrevolucionario”. Y ciertamente no hablaban por hablar. A los humoristas que, como Muñoz Seca, cayeron en manos de la izquierda, les aplicarían un correctivo mortal.     
 
   Siempre he pensado que si la gente conociera la historia  del PSOE, casi nadie le votaría. Su éxito se basa en la mentira sistemática.
 
 
Fuente: http://www.intereconomia.com/blog/presente-y-pasado/doble-secreto-transicion-20130529
 
 

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