Libro: La Edad de Plata de la tapicería española, de Laura de la Calle Vian

La Edad de Plata de la tapicería española
de Laura de la Calle Vian 
Fundación Universitaria Española. Madrid, 2013
500 páginas.  30€  
 
 
 
   Este es un libro de arte, de un arte bien concreto, el del tapiz,  pero no es uno de esos libros de arte en los que se vierten algunos juicios estéticos y se hace un catálogo de obras que interesan tan sólo a unos pocos especialistas. No estamos ante un libro así;  se trata más bien de un recorrido por los acontecimientos que construyeron todo un siglo de nuestra historia, el siglo XX. Saltando de una fábrica a otra, de un tapiz a otro, la autora nos introduce en los años  del reinado de Alfonso XIII, la breve recuperación económica de los años 20,  la crisis de los primeros 30 y la tragedia de la guerra. Los talleres de la Real Fábrica de Tapices se convierten durante el primer tercio del siglo en un observatorio de vanguardia y en un sismógrafo preciso que anticipa el tiempo de bonanza o la tormenta. Cuando se desata el temporal en 1936, los talleres sufren toda clase de calamidades: registros nocturnos, robos, amenazas de muerte,  incautaciones, huidas para encontrar refugio en alguna embajada y, al final, miseria y hambre. La narración de los hechos adquiere entonces tintes de novela negra pero con el rigor incontestable de los documentos en que se apoya.
 
   Con España nuevamente en ruinas, los años cuarenta no parecían ofrecer las mejores condiciones para la restauración de un arte como la tapicería,  al que la última contienda había dado un golpe mortal pero que venía arrastrando una decadencia de más de cien años, consecuencia de  los desastres que asolaron  España desde la Guerra de la Independencia.  Contra todo pronóstico se produce una recuperación tan extraordinaria y tan rápida que justifica  la calificación de este periodo como Edad de Plata de la tapicería española. Las razones de este renacimiento se van desgranando según avanza la crónica de los hechos, donde destaca, junto a la valoración artística de las obras,  la dimensión económica y social de toda esta recuperación. Ya en 1938, en plena guerra civil,  se diseñó en Burgos  un programa de promoción e impulso de la artesanía que contemplaba no sólo la puesta en marcha  de un plan de estudios, a través de los Talleres-Escuela protegidos y las Escuelas Gremiales, sino también  la financiación de  nuevos talleres mediante la concesión de pequeños créditos sin intereses,  avalados tan sólo por  la palabra y el trabajo del artesano, y  además  la creación de un sistema de asistencia sanitaria gratuita,  al que tenía acceso por primera vez este sector tan castigado; la culminación de este ambicioso  proyecto fue la creación de la Escuela Mayor de Artesanía, centro  artístico especializado en tapices, de donde salieron grandes artistas, maestros de toda una generación.  Tampoco se olvida la autora de señalar el apoyo oficial  a las Escuelas de Artes y Oficios y a la Real Fábrica de Tapices que vivieron uno de sus momentos más brillantes.  
 
   Si esto estaba ocurriendo con el apoyo del gobierno, también la iniciativa privada contribuyó a este auge. Como paradigma se nos presenta  la Fundación Generalísimo Franco- Industrias Artísticas Agrupadas, que nació en 1941 como fundación privada  por  una decisión de Franco y gracias a una donación que éste hizo de cuatro millones de pesetas. Su doble finalidad artística y social la convirtió en una institución sin precedentes en nuestra historia. Si la Real Fábrica de Tapices fue el espejo de los primeros treinta años del siglo, la  Fundación lo será de los cincuenta años posteriores a la guerra civil. Vemos sucederse  los años de la posguerra en los que, a pesar de las dificultades,  se levantan los talleres y se inicia su obra social; son años en los que  el gerente y los consejeros se entregan a su trabajo sin recibir ninguna compensación económica. El apogeo le llega en los años sesenta cuando la Fundación se incorpora al Patrimonio Nacional; de esta época es la grandiosa réplica del Apocalipsis de San Juan que orna la Basílica del Valle de los Caídos.  El comienzo del fin le llega con la Transición, momento en que se la expulsa del  Patrimonio y se la abandona a su suerte.  
 
   Ese momento de nuestra historia tendrá también su traducción tejida. Los años setenta verán un giro de  rumbo y los talleres de tapices volverán a ser por una parte actores y por otra espectadores de la nueva obra que se representa en España. Las fábricas tradicionales iniciarán un rápido declive, favorecido por  leyes que propiciaban también en lo artístico el cambio. Mientras se precipitan en la crisis económica y estética la Real Fábrica de Tapices, la Fundación Generalísimo Franco, Telas y Alfombras Españolas y  se suprime oficialmente la Escuela Mayor de Artesanía, nace el fenómeno de la Nueva Tapicería,  contestación  en las formas y en el fondo a todo un sistema de vida y de valores. Hijos en última instancia de la revolución de Mayo del 68, los nuevos talleres estallan como un castillo de fuegos artificiales con su  impactante retórica y  durante quince años harán de los tapices estandartes de denuncia política o de revolución sexual.  A finales de los ochenta este lenguaje textil bronco y arrebatado va perdiendo fuerza y se convierte en una moda decorativa vacía que se ahogará en su propia nada.
 
   Este libro, en suma, es la  España del siglo XX vista y oída desde sus talleres de tapices.
 

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