Entrevista a José Luis Orella por su libro sobre Carrero Blanco y el desarrollismo

 
Carmelo López-Arias
Religión en Libertad 
 
 
 
   La crisis de Gobierno de 1957 y el Plan de Estatilización de 1959 son considerados los pistoletazos del llamado desarrollismo en España, que dividen en dos partes bien diferenciadas el régimen de Francisco Franco. Sobre las bases creadas en la etapa de la autarquía, en los años sesenta y la primera mitad de los setenta España despegó económicamente a un ritmo de sorprendente intensidad (se habló del “milagro español”), hasta situarse como octava potencia industrial del mundo y alcanzar unnivel de convergencia con Europa en términos de PIB por habitante que empezó a caer en 1975 y no se recuperó hasta el cabo de siglo.
 
   La magnitud del cambio puede apreciarse en el célebre gráfico que presentó Enrique Fuentes Quintana en 1993 ante la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, en su discurso sobre la Convergencia de la Economía Española con la CE: problemas principales.
 
   Ese periodo de intensas reformas económicas fue también de grandes transformaciones sociales y políticas, y a él le ha dedicado una rigurosa y apasionada investigación el historiador José Luis Orella en su libro La España del desarrollo. El almirante Carrero Blanco y sus hombres (Galland Books).
 
   Un periodo -sobre el que interrogamos al autor- también muy interesante desde el punto de vista moral y religioso, siquiera sea porque sus principales protagonistas políticos (esos “hombres de Carrero Blanco” que apunta el autor) fueron ministros denominados “tecnócratas” y vinculados al Opus Dei.
 
-¿Es correcto asociar la España del desarrollo a los ministros tecnócratas, y a éstos con el Opus Dei?
 
-No del todo. Los gobiernos españoles del momento estuvieron compuestos por los denominados tecnócratas, pero también miembros de otras familias del régimen: carlistas, falangistas, democristianos y monárquicos. La pertenencia al Opus Dei de algunos de aquellos ministros, especialmente los del ramo de la economía, fue lo que les dio aquella visibilidad mediática, pero ni todos los tecnócratas fueron del Opus Dei, ni todos los miembros del Opus Dei que participaron en altas responsabilidades de gobierno, fueron tecnócratas. 
 
-Ni todos estaban en el ámbito del régimen…
 
-Como institución de la Iglesia, exclusivamente preocupada por los intereses religiosos de sus miembros, también los hubo en la oposición, por el respeto absoluto de la independencia individual en sus actividades políticas.
 
-Pero, ¿por qué coincidieron en ese momento preciso?
 
-Los orígenes son diversos. Mariano Navarro Rubio [ministro de Hacienda y gobernador del Banco de España] era jurídico militar y había ocupado cargos de responsabilidad en el mundo sindical del Movimiento. Alberto Ullastres [ministro de Comercio] fue llamado por ser la máxima autoridad universitaria y del CSIC [Consejo Superior de Investigaciones Científicas] en teoría económica, aunque también le avalaban las condecoraciones obtenidas por su valentía durante la guerra como alférez provisional.
 
-¿Y “los López” y el resto?
 
-Laureano López Rodó fue reclutado por el almirante Carrero Blanco por un informe que entregó al ministro Antonio Iturmendi sobre la reforma administrativa española, que le sorprendió gratamente. Y en cuanto a Gregorio López Bravo y Vicente Mortes, ambos ingenieros, son dos hombres procedentes del mundo empresarial privado que por su gran capacidad de gestión fueron llamados a responsabilizarse de Industria y Vivienda. El último de ellos, responsable del Plan Nacional de Vivienda, fue un auténtico luchador por evitar la carestía del suelo, y por tanto del precio de la casa.
 
-¿Por qué Franco confió tanto en Carrero?
 
-Carrero es un jefe de Estado Mayor: por decirlo de algún modo, sabe materializar las ideas de su superior. Su gran capacidad de trabajo y de síntesis en sus informes, con una visión global de los acontecimientos, causada por un alto nivel cultural, es lo que hizo que aquel marino santoñés se convirtiese en imprescindible para el Jefe del Estado.
 
-¿Tenía Carrero un plan definido?
 
-Su objetivo fue el de situar a España en un grado de desarrollo lo suficientemente alto, que le permitiese pertenecer a un restringido grupo de países-potencia. Por eso su interés en desarrollar la energía nuclear y protagonizar una política internacional soberana y no supeditada a intereses de otros países. Al mismo tiempo, el desarrollo de una numerosa clase media evitaría populismos revolucionarios como el que había sufrido la España de principios de siglo XX.
 
-Facilitó su asesinato el que iba todos los días a misa, y al mismo sitio. ¿Cómo vivía su fe?
 
-Como un hombre entregado a cumplir lo mejor posible la voluntad de Dios. Nacido en una familia de fuerte tradición católica, su vida de piedad es el rodrigón en torno al cual crece como persona. Se siente hijo fiel de la Iglesia, vive en coherencia con su fe, pero es muy sensible a los peligros del comunismo mundial. Recordemos que el almirante vivió la guerra civil y fue testigo de la cruel persecución religiosa.
 
-¿Tenía una visión global del problema?
 
-Los años de su máxima responsabilidad política coinciden con los de la Guerra Fría, y su visión del mundo no es muy distante de la que tenía John Foster Dulles, secretario de Estado bajo el mandato del presidente Dwight D. Eisenhower.
 
-¿Fue el “desarrollismo” antagónico al “nacionalcatolicismo” y responsable, como se ha apuntado, de los primeros pasos de la descristianización de España?
 
-La gran transformación social que sufre España hacia una sociedad moderna y urbana fomenta el gusto por el consumo y el ganar dinero. El distanciamiento en el tiempo de la guerra civil también provoca un alejamiento del apasionamiento político vivido entonces, lo que fomentará las luchas de poder entre familias y los ataques al equipo humano del almirante Carrero. No obstante, hay que considerar que en los años sesenta sube una generación joven que no había vivido la guerra más que como un hecho histórico. Se ha evitado mantener estigmas sociales, fomentando el olvido a favor de un futuro desarrollado.
 
-¿Y eso en qué afecta a la cuestión?
 
-El problema es que la nueva sociedad, hambrienta de bienes de consumo, no ha madurado como sociedad civil. La pasividad, incentivada por algunas instituciones, favorece la ausencia de oposición en las masas populares. No así en las élites, pero desarma una sociedad que no tendrá defensa ante la secularización creciente, que acelerará su paso en la Transición.
 
-¿Cómo se plantea el dilema entre tradición y modernidad en esos años?
 
-Es un profundo trasvase que proporciona todo tipo de frutos. Si nos centramos en las provincias vascas, la pervivencia del mundo tradicional con el crecimiento industrial traerá experiencias positivas como el cooperativismo del padre Arizmendiarrieta, que posibilitaba el crecimiento económico con autogestión empresarial. Pero también el nacimiento de una sangrienta ETA, abonada por la idealización de una falsa interpretación histórica que será adoptada con el fervor de una nueva religión que sustituirá la fe católica por la adoración a la nación vasca. En otros puntos será la sugestión de mitos revolucionarios como el Che Guevara, Mao Tse Tung o Ho Chi Minh.
 
-¿Cómo vivió la Iglesia española, a su vez en proceso de cambio por el Concilio, esa transformación social?
 
-De una forma fratricida. La desaparición de la generación que vivió la guerra civil favoreció el relevo por una generación nueva y abierta a nuevos horizontes. Sin embargo, la fuerte politización de algunos sacerdotes, convertidos en activistas revolucionarios y portavoces de causas políticas, chocó con los que defendían un régimen que había privilegiado a la Iglesia.
 
-¿Y los católicos “de a pie”?
 
-Es una época de gran confusión, no muy bien comprendida por el mundo católico , donde la defensa de la vida, el sacramento sacerdotal o la santificación del trabajo ordinario no fueron entendidos inicialmente por católicos que fueron devorados por los discursos de algunos grupos políticos.
 
-En síntesis, ¿qué aportan los políticos del desarrollismo en cuanto católicos en la vida pública?
 
-El principal punto fue que demostraron la compatibilidad del crecimiento económico con el catolicismo, siendo coherentes con el respeto a la dignidad humana, y evitando un deslizamiento hacia un neoliberalismo salvaje que desmontase el Estado de Bienestar conseguido, como la protección del empleo fijo.
 
-Pero en general su labor se considera liberalizadora…
 
-Alberto Ullastres defendió que el origen de la economía moderna estaba en la Escuela de Salamanca, y los tecnócratas fueron fieles seguidores de la economía social de mercado, que los jesuitas alemanes enseñaron a quienes serían posteriormente el equipo económico de Konrad Adenauer. Los técnicos españoles visitaron con el propio almirante Carrero Blanco la Alemania Federal y difundieron la compatibilidad de un fuerte crecimiento económico, respetando la dignidad del trabajador. Incluso aludiendo al derecho a la autogestión…