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Adolfo Coloma
Coordinador General de las Delegaciones Provinciales de la Fundación
Los jóvenes, nuestra esperanza en el futuro, y el transmitirles nuestro mensaje, para que ellos obtengan de él los valores que les sirvan como referencia para hacer frente a los retos que les plantee el tiempo que les ha tocado vivir; constituyen una de las prioridades del Presidente, el Patronato y la Junta Directiva de la Fundación. Es sin duda uno de los temas que hemos de abordar en la próxima reunión con los delegados provinciales. Pero también es muy necesario conocerlos de cerca y escucharlos, para conectar con sus preocupaciones y sus afanes.
Como punto de partida, hemos conectado con un grupo de chicos y chicas de los que nos consta su compromiso con España, con su historia, con su cultura y tradiciones. Reunimos el pasado sábado a una treintena de jóvenes, convocados por el presidente ejecutivo de la Fundación, para cenar todos juntos mientras debatíamos los temas de actualidad, que a todos nos ocupan y nos preocupan. Para romper el hielo, y tras la bendición de la mesa por uno de ellos, el General Chicharro les propuso un par de temas sobre los que conversar: la situación sociopolítica de la España actual en relación con la que nos dejó Francisco Franco, y como tema de rabiosa actualidad, la guerra en Ucrania.
No hizo ninguna falta insistirles. Tras un análisis amplio de la situación actual por uno de los asistentes se abrió un espontáneo, sincero y bien trabado debate de ideas en las que se puso de manifiesto el interés de este puñado de jóvenes, entre los que menudeaban estudiantes universitarios, profesores, empresarios y periodistas; el conocimiento que tenían, cada cual desde su propia perspectiva, de los temas que les planteamos, fruto del seguimiento que hacen de ellos. A mí personalmente me sorprendió la riqueza de sus perspectivas, fruto de unos conocimientos basados en fuentes muy diversas frente a un seguimiento de rebaño, consecuencia de unos medios de información que cicateramente se empeñan en mostrarnos solo una parte, llamémosla “oficialista” de ellos, lo que se está poniendo muy de manifiesto en la información sobre la guerra en Ucrania de una manera muy evidente. Frente a ellas, desplegaron unos análisis bastante razonados desde puntos de vista histórico, económico e incluso geopolítico en los que basaban sus previsiones de futuro y sus conclusiones.
Allí se habló y con sentido del riesgo de la globalización. De la influencia de lobbies y poderes fácticos, de la transacción e intercambio de ideas por favores. Se habló de las políticas cortoplacistas que buscan rendimientos inmediatos frente a soluciones duraderas o de los problemas que enfrentan las mujeres en el mundo actual, de la corrupción, pero también se habló de soluciones y se hizo dentro de un cierto ambiente muy escéptico, rayando en el pesimismo.
Lo que a mí me resultó más estimulante (tal vez por la generalizada juventud de los comensales) fue la búsqueda de las soluciones precisamente basadas en las raíces de los problemas y orientándolas a través de los valores que tradicionalmente han sustentado nuestra sociedad. En tal sentido se abundó en el humanismo cristiano de nuestros grandes pensadores, clásicos y contemporáneos, frente al nihilismo y las corrientes liberales que recibimos, especialmente del mundo anglosajón, a través de múltiples vectores, cine, literatura, y medios de comunicación en general. Se habló de Iberoamérica no como un sueño del pasado sino como una fuerza en potencia que el mundo actual no puede ignorar. Se habló en definitiva de lo que el General Chicharro sintetizó como un relativismo moral basado en la acomodación de las ideas a las conductas, en vez de ser éstas las que se inspiren nuestras conductas. Y se habló también del General Franco, no como un personaje que haya que resucitar nostálgicamente sino como un referente para el futuro, lo cual conectaba directamente con el mensaje que la Fundación está trasladando a la opinión pública esta temporada: “LOS HOMBRES PASAN, PERO SUS OBRAS QUEDAN”
Así, entre plato y plato, sin prisas, pero sin pausas, iban fluyendo las ideas. De una forma espontánea y respetuosa se debatía, se ofrecían diferentes análisis, no siempre concurrentes, basados en una variedad de puntos de vista que me resultaron verdaderamente interesantes y lo mejor, me servían de contrapunto para confrontarlos con los míos propios. Era eso lo que buscábamos, mucho mas allá del discurso central.
En definitiva, allí se puso de manifiesto un pensamiento ciertamente concurrente en los grandes problemas que nos acucian. Pero que nadie saque la conclusión de un único modo de pensar. Fue muy refrescante oír a alguno cómo en su adolescencia había perdido su fe y con el paso del tiempo, leyendo libros adecuados y observando el devenir de los acontecimientos, fue modificando progresivamente su pensamiento de la mano de sus conocimientos para converger poco a poco con aquella fe y de su mano llegar a conclusiones similares.
Creo pues que, tanto el encuentro como el formato con el que lo desarrollamos, ha sido un éxito. Tan es así que se acordó por una alegre mayoría el repetirlo en próximas ocasiones. Es más, se propuso tácitamente que cada uno de los asistentes, acudiera en el futuro acompañado de un nuevo acompañante, compañero o simpatizante de ese puñado de jóvenes que – inquietos- miran por encima de su horizonte cotidiano buscando una España mejor.