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Pues si. A pesar de presiones directas e indirectas de la autoridad competente, se pudo llevar a cabo este acto, con el mayor orden, seriedad y brillantez.
Convocados por la Asociación Luz de Trento, un grupo de jóvenes y entusiastas estudiantes que hacen verdad aquello de “sin temer a nada ni a nadie” acudieron en la soleada mañana del pasado sábado día 15 de los corrientes a una conocida sala de grandes eventos, una nutrida representación de nuestra sociedad, hasta completar el aforo del local (no cabía ni un alfiler más) unidos por el tema de la convocatoria: Orgullosos de nuestra historia, en defensa de la verdad histórica y la obra de Francisco Franco. Un nutrido grupo de personas que, en lugar de haber dedicado la soleada mañana de un sábado a pasear, a disfrutar de amigos y familiares o a sus actividades de ocio, acudieron a la llamada y en verdad que ninguno salió defraudado. Todo lo contario.
Abrió el acto Asís Gamazo, quien con verbo claro explicó el sentido y el contenido de la convocatoria, pidió disculpas por el cambio de local y el procedimiento de convocatoria que, a todas luces ha dejado fuera a muchos interesados en asistir. Y dio paso ¡como no! A una plegaria por las víctimas de ambos bandos de nuestra guerra civil. Todos en pie rezamos por ellas. Eso sí, los allí reunidos, sin ambages, medias tintas, ni hipócritas equidistancias, defendemos nuestras propias ideas, que no son otras que la de una España fuerte, libre unida, en las que todos los españoles tengan los mismos derechos donde quiera que se encuentren. En otras palabras, la España que se construyó bajo la dirección de Francisco Franco.
La introducción dio paso al discurso enardecido del general Juan Chicharro, presidente ejecutivo de la Fundación Nacional Francisco Franco, quien nos recordó que, si estábamos allí reunidos, casi como los primeros cristianos en las catacumbas, era por causa de las nefastas leyes de memoria y democracia históricas, que habían despertado décadas después del enfrentamiento, odios y revanchas en una sociedad que ya estaba reconciliada. Chicharro reivindicó la libertad, el derecho a defender las ideas falangistas de patria, pan y justicia; el grito Carlista de ¡Viva Cristo Rey! O a los entusiastas voluntarios que, encuadrados por oficiales del Ejército marcharon a combatir el comunismo en el año 1941. Sacó además a colación, a la canalla banda terrorista ETA cuya historia ahora se nos quiere ocultar cuando aún quedan alrededor de 300 crímenes sin resolver.
A continuación, Gonzalo Fernández de la Mora, patrono también de la fundación, disertó entorno al concepto de democracia orgánica, un sistema que se remonta a la mismísima Grecia de Platón y que, en contra de los que habitualmente se cree, fue introducida en España por organizaciones de izquierda, como la Institución Libre de Enseñanza. Franco que había sido testigo de las tensiones a las que habían llevado España los partidos políticos, instauró un sistema parlamentario entorno a las agrupaciones que conforman la vida social de las personas: familia, trabajo y territorio. Y a fe que lo organizó con eficacia.
Javier Esparza, el siguiente orador, nos hizo sentir con un discurso bien argumentado que el orgullo de nuestra historia nos tiene que conducir a ofrecer a nuestros hijos unas expectativas de vida mejores que las que nosotros disfrutamos. Que Francisco Franco lo consiguió, realizando la gran revolución pendiente en la sociedad española. La de conformar una gran clase media.
Finalmente, el historiador Fernando Paz, con su verbo sereno y claro insistió en las mismas ideas
Tal vez sin pretenderlo, todos los oradores nos llevaron a la idea de no caer en el desánimo. Con un ¡Arriba los corazones! Finalizaba su intervención Juan Chicharro y con palabras similares el resto, invitándonos a dar la cara, a continuar la lucha intelectual y social, en salones y en las calles en defensa de la libertad de expresión y de unas ideas que se resisten a morir frente a la supuesta verdad histórica y democrática, impuesta a golpe de boletín oficial.
Si el acto comenzó con una piadosa oración, no podría terminar de otra forma que con el himno nacional mientras tremolaban al viento los colores rojo y gualda de las banderas de mesa que los organizadores habían depositado en cada uno de los asientos.
Para decirlo en otras palabras: Una jornada de afirmación de unas ideas que Francisco Franco supo aglutinar pero que ni siquiera son suyas. Son del pueblo, de la nación española y que la hicieron grande libre y fuerte asombrando al mundo. Son en definitiva una historia con sus claros y sus oscuros, pero que hemos de defender como patrimonio propio sin permitir que se nos robe o se nos pretenda imponer una historia impostada.