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Tal día como hoy, pero en 1963, se inauguran los pantanos de Cenajo y Camarillas, donde Francisco Franco dijo unas palabras ante la concentración de Regantes de la Cuenca del Segura:
Huertanos:
Nada más satisfactorio para un Jefe de Estado y para un productor que estos actos en que se realizan y toman vida todos los pensamientos anteriores y todos los proyectos concebidos. Estamos ante una realidad, ante la realidad de los pantanos reguladores del río Segura. Estamos ante la realidad de dar seguridad a las tierras y a las huertos y que se convierta en agua fecunda y beneficiosa la que otras veces venía impetuosa a arrollar las huertas y a destruir la riqueza.
Todo esto nos invita a la meditación. ¿Por qué ha podido efectuarse? ¿Por qué ha sido una realidad que venía esperándose desde hacía más de un siglo y no se convertía en hechos? ¿Por qué no se efectuó todo esto cuando las reservas españolas eran más grandes, cuando no teníamos un quehacer tan difícil? ¿Por qué no se realizaba entonces? Quiero sacar la moraleja: no se realizaba por la política, porque en España había una política que vivía de espaldas al campo. Porque había una democracia falsa que explotaba cada cuatro o cinco años, pidiéndoles los votos, a los hombres para
traicionar luego su voluntad. Porque no había diálogo. Porque el hombre tenía delante una ficción democrática y no una realidad democrática.
Vosotros, con harta generosidad, cometéis el error de todos los tiempos, de conceder la gloria y el mérito al capitán. Y eso, no.
Me ha pasado muchas veces en la vida militar recibir, como capitán que conduce, los méritos y la gloria de la victoria. Y, sin embargo, los méritos no estaban solamente en el que conducía; estaban en la disciplina, en el orden, en la constitución de los Ejércitos, y sobre todo, estaban en los hombres que me seguían, en los hombres que trabajaban, que tenían fe, que se sujetaban a una disciplina y morían por en ideal.
Esto ocurre también en estos momentos. ¿Por qué podemos nosotros hacer esto que tantas voces se levantaron en el siglo pasado y en éste solicitándolo? ¿Por qué no lo hicieron aquéllos y lo hacemos nosotros, si somos los mismos hombres, sus hijos, descendientes de aquellos que no lo supieron hacer? No está sólo la valía del capitán y de la dirección. Es de todo el sistema. Porque hoy tenemos una política de creación, continuada, de ideales, de sinceridad; porque hemos vuelto al revés la política de la ficción y del engaño.
Nuestra política podrá tener defectos, como toda obra humana los tiene, pero posee las grandes virtudes de la unidad entre los hombres y las tierras de España. Esa unidad que nos enseña nuestra propia geografía. Aquí tenemos el Segura, que nace en tierras de Jaén y que viene recorriendo tierras de Albacete, de Murcia, que fecunda con sus aguas a cuatro provincias, hasta desembocar en la de Alicante. Esta unidad que nos enseña la Naturaleza es la que tenemos en nuestra política. Hemos de conservar nuestro espíritu, nuestro sistema, nuestro Régimen, porque sólo él ha dado fecundidad a estas obras. Y debemos guardarlo con la vista puesta en el futuro y en nuestra comunidad.
Los hombres somos pequeños en la marcha de la Nación. Lo interesante es el ideal, la unidad; que no rompamos esta unidad sagrada; que no la dejemos agrietarse.
¿Por qué se nos critica e injuria en el exterior? Pues por la eficacia del Régimen; por estos pantanos; por estas realizaciones…
Todo esto que representa una solución para los problemas de nuestro pueblo quisieron dejarlo inédito y no pudieron lograrlo. Porque ya está enraizado en nuestros corazones y voluntad.
¡Arriba España!