1946. La enorme manifestación de la Plaza de Oriente del 9 de Diciembre.

Por Carlos Fernández Barallobre

 

  1. 9 de diciembre. El Caudillo de España, Francisco Franco, habla a los españoles en la plaza de Oriente de Madrid.

En la mañana del lunes 9 de diciembre de 1946, Madrid seria centro neurálgico de la mayor manifestación jamás vista en la historia de España. El pueblo español se rebelaba de esa forma contra la perversa campaña desatada contra España y el gobierno del General Francisco Franco, por los seculares enemigos de España, entre ellos el comunismo internacional y la masonería, que no perdonaban que el Caudillo Francisco Franco le hubiese hecho morder el polvo en la guerra  de liberación española de 1936-39, convirtiéndose en el único militar en la historia que derrotaría al comunismo en el campo de batalla.

Las potencias, olvidándose del enorme servicio realizado durante la II guerra mundial por la España de Franco, a la causa del mundo libre con su neutralidad. Y teniendo a  Moscú y a aquellos españoles indignos, que habían huido con el rabo entre las piernas, tras el final de la guerra civil, que había robado el oro del banco de España y saqueado las cajas de los bancos y Montes de Piedad, y que maquinaban y conspiraban contra España desde varios países de Europa y América,  como grandes beneficiados. Ahora era la ONU quien chapoteaba de forma miserable, vergonzosa e infame en un légamo ruin, ayudando con sus postulados y mentiras a someter a España, condenándola a un indigno, malvado, asfixiante  e injusto bloqueo, retirando de nuestro suelo a los embajadores, y ofreciendo ayudas económicas a fin de lograr, por cualquier medio,  la caída del régimen presidido por el Generalísimo Franco.

Sin embargo aquella lamentable maniobra, mal  calculada, se volvería  contra ellos y el pueblo español, más unido que nunca, dictaría su veredicto, contra la injerencia extranjera y la ONU  desbordando con su presencia la plaza de Oriente de Madrid, al igual que lo haría en todas las capitales de provincia, los días siguientes a aquella fecha histórica del 9 de diciembre de 1946.

Durante la noche del domingo día 8 ex combatientes y ex cautivos, organizadores de la gran manifestación, recorrieron la capital madrileña, fijando en paredes carteles y pasquines en los que se invocaba la independencia de España ante los ataques de la O.N.U., que se reunía esos días en Nueva York, en un perverso contubernio para erosionar la convivencia y la independencia de España. Miles de octavillas fueron también repartidas a las salidas de cines, teatros, cafés  y salas de fiesta, convocando a los ciudadanos a la manifestación.

Desde muy temprano de la mañana del lunes 9 de diciembre, la plaza de Colon, lugar desde donde había de partir la gran manifestación convocada contra la injerencia  de las Naciones Unidas y de españoles despreciables, que desde el extranjero trataban de provocar un nuevo conflicto civil, estaba ya abarrotada de público, al igual que sus  calles limítrofes como Génova, Goya, Serrano, Castellana, Paseo de Calvo Sotelo. Las líneas de metro y tranvías, que llevaban a la plaza, iban atestados hasta los topes de manifestantes.

A las once de la mañana la manifestación se puso en marcha. Era una riada incalculable de personas que acompañaron a la presidencia que formaron el marqués de la Valdavia, Delegado Nacional de Ex cautivos; el Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento de Madrid Carlos Ruiz; Delegados Nacionales de Sindicatos, Fermín Sanz Orrio;   de Juventudes José Antonio Elola Olaso;  el ex combatiente de la División Azul y Delegado del Sindicato Español Universitario de Madrid, José María Gutiérrez del Castillo;  Alcalde de Madrid señor Moreno Torres; presidente de la Diputación de Madrid, Armando Muñoz Calero; Secretario Nacional de Ex Cautivos señor Gallo; Secretario general del Frente de Juventudes Alfonso Pérez Viñeta; Secretario general de Ex combatientes, que ostentaba la representación del Delegado Nacional, el ministro de Trabajo José Antonio Girón de Velasco, así como otras autoridades civiles y militares. Iban a continuación representaciones de ministerios, organismos y corporaciones oficiales y empresas particulares. Tras ellos, sin ningún tipo de distinción ni clase, mezclados, cogidos por los brazos, obreros, que enarbolaban sus pancartas de adhesión a Franco,  catedráticos, jueces, sacerdotes, militares, funcionarios, maestros, médicos, empresarios, estudiantes, profesionales de todas las ramas, comerciantes, enfermeras, amas de casa con niños en brazos, ancianos, inválidos, niños, sastres, modistas, electricistas, carpinteros, albañiles, camareros… En fin toda la sociedad madrileña cuyos centros oficiales, universidad, comercios, habían cerrado sus puertas a las diez y media de la mañana para que todos pudiesen  acudir a la gran manifestación.  Nunca hasta aquella fecha había visto Madrid una movilización tan impresionante, imposible de calcular.  Los edificios oficiales, así como fachadas, ventanas y balcones de casas particulares estaban decorados con banderas Nacionales, escudos de España, Yugos y Flechas, colgaduras y carteles alusivos a la convocatoria.  

Entre canciones patrióticas continuamente se escucharon los gritos de “Ni Rusia, ni comunismo” y el de “Franco, sí’, Comunismo, no”. Soldados de Infantería con su emblema en alto, portaban una pancarta que decía: “Ahora más que nunca queremos que nos mande nuestro Franco”. En otra pancarta se veía, una caricatura del boticario  José Giral recibiendo un  martillazo con una frase alusiva  que decía “Así aprueba el español los ungüentos del boticario”. (1)  

Otra gran pancarta de los comerciantes de Madrid que decía: “Habla el Comercio; amamos la paz y a nuestro Caudillo”.  Otra, entre un numeroso grupo de banderas, apuntaba “La ONU da consejos pero no da trigo”.  “Frente a la ONU, España entera con Franco”. “Las Falanges Juveniles de Franco seguirán a  su Jefe hasta morir”.

Unos jóvenes llevaban una horca con una inscripción: “Giral, te esperamos”. Otras pancartas expresaban: “Dejaríamos de ser españoles si cediésemos a las injerencias del extranjero”. “No puede ser esclavo, pueblo que sabe morir”. “Es la hora de sacrificios. Los ex combatientes y los ex cautivos estamos en nuestro puesto”. 

Gran cantidad de mujeres enarbolaban otras pancartas con diferentes leyendas como “La ONU propone y Dios dispone”; “Somos descendentes de Agustina de Aragón. España no se rinde”; “Las mujeres españolas hacemos lo que nos da la real gana”

En la confluencia de la calle de Alcalá con la Gran Vía de José Antonio, se encontraban situados numerosos periodistas nacionales y  extranjeros. Al verlos los manifestantes arreciaron en sus gritos: “Queremos periodistas extranjeros que digan lo que ven y lo que oyen, que digan la verdad y que no engañen al mundo con mentiras  que llenan los periódicos del todo el mundo”.

Otra pancarta decía “Los trabajadores con Franco”. Otra “Ni rojos ni azules, españoles“; “Si no pudo Napoleón con nosotros como va a poder el cobarde Thorez” (2).  “Españoles desde el extranjero nos quieren imponer la tiranía. Acordaos de la respuesta a Napoleón”   “Par ellos la ONU. Para nosotros uno: Franco”

Y también dos de las más ingeniosas y que fueron las estrellas de la manifestación. Una decía: “Pepe Botella, Pepe Giral, Pepe Stalin ¡Ya tenemos Tío Pepe!”. La otra más castiza y rotunda: “Si ellos tiene ONU, nosotros tenemos dos y bien puestos “ 

Poco después de las diez y media de la mañana llegó al Palacio de Oriente el Generalísimo Franco, al que acompañaban el capitán general de la I Región Militar, Teniente General Agustín Muñoz Grandes y los jefes de sus Casas Militar y Civil Teniente General Pablo Martin Alonso y Julio Muñoz de Aguilar. En Palacio, aguardaban la llegada del  Caudillo el Gobierno en pleno, el subsecretario de la Presidencia, directores generales, numerosos generales, almirantes y jefes del Ejército y otras autoridades.

A las once de la mañana ya estaba casi ocupada la plaza de Oriente con miles de personas que se habían adelantado a la gran manifestación que discurría desde la plaza de  Colon, Paseo de Recoletos, plaza de la Cibeles, donde se agregó a ella la junta directiva y socios del Círculo de Bellas Artes. En la cabecera de la manifestación se situaron el premio nobel, el escritor Jacinto Benavente y el doctor Marañón. Se incorporaron también varias banderas de Argentina y el Salvador, que fueron recibidas con grandes aplausos por parte de los manifestantes.

La gran marcha, entonando canciones patrióticas, siguió por la calle de Alcalá, Puerta del Sol, calle del Arenal y plaza de Isabel II, hasta desembocar en la plaza de Oriente. Una enorme cantidad de ventanas y balcones, de esas calles, estaban adornados con la Bandera Nacional y banderas de Falange Española y de la Comunión Tradicionalista.      

Del mismo modo grandes riadas humanas entraban a la plaza por las calles Mayor, Arrieta, Carlos III, Bailén, Santiago y colindantes. Poco después, la manifestación ocupaba totalmente la plaza frente al palacio, pero aún seguían entrando por las calles cercanas miles de personas, hasta el punto de que se hacía imposible la permanencia de una sola persona más en aquel lugar.

Calcular el inmenso gentío que en aquellos momentos estaba situado  en la plaza de Oriente era  imposible, pues  todavía continuaron llegando y ocupando los escasos sitios que quedaban  en los jardines, verjas, monumentos, estatuas, azoteas, balcones y, en todos los lugares próximos al Palacio de Oriente y sobre todo en los andamios de las obras del teatro de la Opera.

Con enormes esfuerzos la cabecera de la manifestación, entonando canciones patrióticas, llegó ante las puertas del Palacio, donde se hallaba formada una sección del Ejército de Tierra, acompañada por banda de cornetas y tambores y unidad de música. 

En este momento pasó un avión Fieseler Fi 156, más conocido como cigüeña, con dos aperadores de cine, volando a muy baja altura. Los gritos de ¡Franco, Franco, Franco! ¡Arriba España!, así como el agitar de pañuelos y banderas fueron clamorosos.

Ante el enorme griterío y las voces ensordecedoras de ¡Franco, Franco, Franco!, el Caudillo se asomó al balcón de la fachada principal. En un balcón lateral de palacio se situó la esposa de Caudillo, Carmen Polo junto a su hija Carmen Franco.

En una sola voz se confundían los gritos de ¡Franco, Franco, Franco! con los de ¡Viva España! ¡Arriba España! ¡Franco, sí; comunismo, no! Más de un cuarto de hora duraron los vítores y aclamaciones al Caudillo y mueras a los enemigos de España.

Hecho el silencio, a las doce y media aproximadamente, el Caudillo pronunció el siguiente discurso: “Combatientes, ex cautivos y españoles todos: Necesitaríamos el solar de toda España para esta Inmensa manifestación  de entusiasmo, de unidad y de firmeza que da la más expresiva y rotunda respuesta a quienes en el exterior especulan torpemente con vuestra lealtad y con nuestra paz interna. Los que en la impunidad intentan Injuriarnos, queriendo quitar a los españoles la gloria de su victoria y el mérito de sus sacrificios, para hacerlos recaer precisamente en un puñado de sus más odiados enemigos. Con esa injusticia, echan sobre si mismos un baldón de Ignominia”. Una voz grita. “Aquí estamos para impedirlo”.  

“Lo que ocurre en la O. N. U. no puede a los españoles extrañarnos. Cuando una ola de terror comunista asola a Europa, y las violaciones, los crímenes y las persecuciones del mismo orden de muchas de las que nosotros presenciamos  quedan en la mayor de las Impunidades, no debe extrañarnos que los hijos de Giral y de la Pasionaria encuentren tolerancia en el ambiente y apoyo en los representantes oficiales de aquellos desgraciados pueblos. Mas una cosa es la licencia con que se pronuncian algunos delegados, y otra muy distinta la voluntad serena de sus naciones”.

 

 9 de diciembre. El Caudillo de España, Francisco Franco, saluda a los españoles reunidos en la plaza de Oriente de Madrid, en la mayor manifestación conocida de la historia de España.

 

“Mientras el concierto de las naciones del Universo” continuó diciendo el Caudillo-“siga descansando sobre el respeto a la soberanía de cada pueblo, sin un fascismo internacional que lo dicte y unifique, nadie tiene derecho a mezclarse en lo que es privativo de cada nación”.

“El espíritu pacifico de España está suficientemente demostrado. Sus intereses no están en pugna con los honrados de otros países. Nuestra paz les viene sirviendo tanto como a nosotros mismos.  Si nuestra libertad y nuestra soberanía peligrasen, nos convertiríamos en la verdadera manzana de la discordia. Lo mismo que ellos defienden  y administran su paz, administramos y defendemos nuestra victoria”.

“La situación, del mundo y sus vergüenzas llenan una vez más de contenido a nuestra gloriosa Cruzada. Hay que pensar lo que hubiera sido sin ella en estos tiempos calamitosos de Europa. Unamos a la gran fuerza de nuestra razón, la fortaleza de nuestra Unidad”.  Una impresionante ovación interrumpe a  Franco con gritos de ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco “Con ellas y la protección de Dios nada ni nadie podrá malograr nuestra victoria”. Una voz grita: ¡España está contigo! ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!

“Volvemos en la Historia”, –continuó el Caudillo– “a polarizar la atención del mundo. Millones de cartas de españoles esparcidos por el Universo lo acusan con frecuencia. Por vosotros y por vuestros sacrificios se sienten de nuevo hijos de algo. Prueba de nuestro resurgimiento es llevar al mundo colgado de los pies. Señal inequívoca de que en España empieza a amanecer”. “Arriba España”

Después de terminar su discurso, el Generalísimo, a quien la multitud interrumpió con aplausos varias veces,  se retiró al interior de palacio, y ante los insistentes gritos de ¡Arriba España! ¡Viva España! y ¡Viva Franco!, una gran pañolada y  una enorme ovación por parte de los incalculables manifestantes, el Caudillo de España se vio obligado a aparecer de nuevo en el balcón, desde donde presenciaría el desfile de los manifestantes con sus pancartas y Banderas, que duró cerca de dos horas.

 

impresionante aspecto de la Plaza de Oriente aquel 9 de diciembre de 1946

Después de la una y media de la tarde, el Caudillo abandonó Palacio por el Campo del Moro, para dirigirse a su residencia del palacio de El Pardo. El coche, a marcha muy lenta, fue rodeado por una muchedumbre que aclamó a Franco en medio de un griterío ensordecedor, acompañándole de esa forma hasta la salida de la Ciudad Universitaria, donde respondiendo a la cariñosa Invitación del Generalísimo se retiraron los manifestantes y el vehículo pudo  continuar su marcha más rápido.

En el momento de Iniciarse el desfile ante el Caudillo, todavía continuaban llegando a la Plaza de Oriente grandes riadas de gente, que a medida que iban abandonando la plaza, se dirigieron por las calles de Bailen y Ferraz al cuartel de la Montaña y a la antigua Cárcel Modelo, símbolos que por sí solos eran suficientes para justificar la razón aquel Movimiento, y ante cuyos lugares desfilaron en medio de un emocionante silencio.

Hasta las dos y media de la tarde no se disolvieron los últimos participantes  de aquella magna demostración de entusiasmo y fervor patriótico, que lo hicieron sin el más mínimo incidente.

Notas.

1.- En agosto de 1945 las Cortes del Frente Popular, se reunieron en Ciudad de Méjico por primera vez tras su derrota en la guerra de Liberación Española de 1936-39; En esa reunión Diego Martínez Barrio, prometería el cargo de Presidente de la República en el exilio, y encargaría al boticario José Giral la formación de un gobierno de perdedores.

2.- Maurice Thorez, secretario general del Partido Comunista Francés entre 1930 y 1964, ministro de la Función Pública en el gobierno de Francia, entre 1945 y 1947. Enemigo visceral de España.


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