23-05-1957: Comida en honor a los Emperadores de Irán en Madrid

Tal día como hoy, pero en 1957, con motivo de la visita de los Emperadores de Irán, se da una comida de gala en su honor, donde Francisco Franco les dirige las siguientes palabras:

Majestad:

Permitidme que al comenzar estas palabras, con las que deseo expresaros la satisfacción de la Nación española al recibir la visita de Vuestras Majestades, ofrezca las flores de nuestro homenaje a vuestra augusta esposa, la Emperatriz Soraya, que al acompañaros da al pueblo español nueva ocasión de mostrarle su calurosa simpatía.

Vuestra visita, la primera que con carácter oficial y feliz elección de momento realiza a España un Soberano del Irán, constituye un alto y gratísimo testimonio de la estrecha amistad que une a nuestros dos pueblos, antes sellada por la sagrada letra de los tratados y ahora ratificada por vuestra egregia presencia. España ve en Vuestra Majestad Imperial el símbolo de un país que es la noble cuna de los pueblos europeos; en la meseta del Irán, que tanto se asemeja a la nuestra de Castilla, está una de las más profundas raíces étnicas de todo el Occidente. Aunque alejadas nuestras naciones por su ubicación, no se han desconocido en la Historia, pues al resplandor de sus glorias respectivas y al conjuro de sus grandes hombres se acercaron en distintas ocasiones nuestros pueblos. Nuestra literatura registra los viajes de nuestros embajadores y la alianza que ya en el siglo XIV llegó a establecerse entre nuestras naciones ante las amenazas que sobre el mundo europeo y asiático se cernían.

Si ya en aquellos tiempos, en que las distancias constituían una defensa, las naciones buscaban una más íntima relación, ¿qué no se necesitará hoy, en que la ciencia, venciendo a las distancias, hizo al mundo entero solidario de sus peligros y de su destino?

No constituye un hecho casual el que nuestros dos países, a través de la Historia, se hayan acercado invadidos por análogas inquietudes. No en vano existe un verdadero paralelismo en su situación y vicisitudes, caracterizadas por su colocación en los cruces de los caminos del mundo y en puntos de paso entre los continentes. La lucha por la libertad frente a las invasiones ha ido forjando sus caracteres y sus hábitos, alumbrando los más famosos guerreros de la Historia, que han quedado registrados en la del Universo.

A este paralelismo racial y geográfico, que ha dejado también imborrables huellas en nuestro arte y en nuestra cultura, se unen las importantes afecciones del alma de nuestras dos naciones, cuya espiritualidad y sentido de la independencia se han hecho proverbiales. España, que desde los comienzos de su Historia y hasta tiempos muy recientes, ha defendido incansablemente su soberanía frente a las presiones extranjeras, vive con la mayor simpatía los esfuerzos que, con la personal entrega de su Soberano, está haciendo el Irán para afirmar su antigua y vigorosa personalidad frente a cualquier amenaza por poderosa que sea. Hoy podemos afirmar que a la gran obra de vuestro augusto padre, bajo el signo de la dinastía Pahlavi, que Vuestra Majestad tan gloriosamente continúa, transformando y modernizando vuestro país, se corresponde el movimiento renovador español, que endereza los caminos de la Patria y con espíritu nuevo la vuelve a sus viejas tradiciones de gloria y de grandeza, lo que hace que en los dos confines del Continente europeo pueden respectivamente llenar el honroso papel de centinelas del Oriente y del Occidente.

Estas obligaciones, que derivan de una situación geográfica trascendente, pasan muchas veces para otros pueblos desapercibidas. Los países que, como el Irán y España, fueron por la mano de Dios colocados en estas dos encrucijadas del mundo, están obligados a templar su espíritu y conservar sus virtudes y disciplina que les hagan triunfar sobre las asechanzas y amenazas a que están sujetos.

He aquí el fundamento de que por muy nobles y pacíficos que sean los sentimientos y la voluntad de nuestros pueblos, se nos imponga esta realidad con la que nuestra situación geográfica nos acucia y que los pueblos amantes de la paz y de las libertades estén obligados a asociarse para una mayor seguridad.

Estas razones harán comprender a Vuestra Majestad cuánto es el interés con que España sigue la evolución y solidaridad de los pueblos del Oriente Medio y sus deseos de que estos imperativos de unidad de la hora presente triunfen sobre toda clase de pequeñas diferencias.

Yo me congratulo de que en esta hora difícil del mundo que vivimos, los intereses del Occidente, donde nos hallamos colocados, no sólo no sean contrarios a los vuestros, sino solidarios, pues es de interés de todo el Occidente la libertad, independencia, progreso y bienestar de las naciones del Oriente Medio, sin que puedan perturbarlas los mezquinos problemas de interés que en las relaciones internacionales encuentran fórmulas de equidad para ser resueltos.

Yo estoy seguro que nuestro conocimiento personal y la simpatía y afectos que con vuestra visita han surgido entre nosotros, serán nuevos y fuertes vínculos que estrechen aún más, como es nuestro deseo, las relaciones entre España y el Irán. El pueblo español admira a Vuestra Majestad Imperial, al Monarca que ha sabido armonizar los progresos de la civilización moderna con las esencias tradicionales de su pueblo y los intereses patrios con la solidaridad internacional, y aprecia en todo lo que valen los esfuerzos de comprensión que entre los valores e instituciones culturales y religiosas del Oriente y del Occidente está llevando a cabo el Gobierno de Vuestra Majestad Imperial.

Finalmente, yo hago votos por la prosperidad de vuestro pueblo y por la ventura personal de Vuestra Majestad Imperial y de su augusta esposa.


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