9-10-1956: Franco visita Badajoz y ve los avances del Plan

Tal día como hoy, Francisco Franco en su visita a Cartagena, inaugura la Central Térmica de Escombreras, construida por Hidroeléctrica Española. Inicialmente estaba compuesta de 3 grupos construidos en 1956-1957, dos grupos de 70 MW y uno de 140 MW, ampliándose en 1967, con los grupos 4 y 5 de 289 MW. 

La central térmica de Escombreras, o la Gran Central, como fue bautizada en su momento, supuso un hito en la historia de la energía en Cartagena y en la Región de Murcia, ya que no sólo permitió superar las restricciones de producción de electricidad de la época sino que contribuyó decisivamente al desarrollo industrial y económico de la zona durante el siglo XX.

Los grupos 1, 2 y 3 se sustituyeron en 2003 por el grupo 6 de gas natural, puesto en marcha en 2005. Este complejo actualmente pertenece a Iberdrola, siendo clausurado en 2013.

En dicha inauguración, Francisco Franco dijo las siguientes palabras:

 

Señores: 

Solamente unas palabras para cerrar este acto de la inauguración de la gran central térmica de Escombreras y felicitar a los empresarios, a los ingenieros y a los peritos que han puesto su celo y su inteligencia en su desarrollo: con ellos, a todos cuantos han aplicado sus desvelos a esta obra ingente, que nace en este lugar del Mediterráneo unida al complejo industrial que representa la Refinería de Escombreras.

Hemos oído al presidente de esta Sociedad explicarnos toda la trayectoria de la Hidroeléctrica Española desde hace cincuenta años, en que inició sus tareas en servicio de la electrificación de la Nación, con su primer central hidroeléctrica, para llegar a realizar esta obra grandiosa que representa la Térmica que hoy oficialmente inauguramos.

Hemos de agradecer y recordar en esta hora de plenitud a aquellas generaciones de financieros españoles, a los magníficos hombres de empresa que han venido durante medio siglo enfrentándose con problemas tan importantes y trascendentes para la vida de la Nación, que culminan en estas obras que, salpicadas por la superficie de España, unas veces en el Duero, otras en el Ebro, Tajo y Guadiana, otras en nuestras costas, han creado la energía necesaria para la industrialización española y para la vida de nuestros hogares.

Pero transcurridos cincuenta años los horizontes que se nos presentan son muy distintos de los que ellos vieron en los albores de su obra, aunque, sin embargo, son la base de nuestra continuidad. Nosotros podemos realizar lo que hoy estamos realizando porque hemos tenido unas generaciones que nos precedieron, que nos prepararon el camino con la creación de una técnica y la formación de unos equipos de hombres preparados; sin embargo, hemos de fijarnos en qué estamos viviendo hoy ya bajo el signo del satélite artificial. Esto nos indica que el avance de las ciencias es tan grande y el camino a recorrer tan enorme, que no nos basta ya con la marcha cansina que durante cincuenta años hemos llevado y que es necesario, si no queremos quedarnos postergados, el poner a la Nación en pie.

De los hechos de nuestra vida hemos de recoger las enseñanzas; y la enseñanza y la trascendencia de lo que el satélite artificial representa quiero recogerlas en dos aspectos que, sin duda, el mundo recogerá a no tardar. Uno, en el aspecto político. No podemos negar la trascendencia política de que una nación, cualquiera que haya sido, hubiese logrado lanzar su primer satélite artificial. Esto no hubiera podido lograrse en la Rusia vieja, forzosamente tenía que ocurrir en la Rusia nueva. Las grandes obras necesitan para lograrse de unidad política y de disciplina. Nos agrade o no, esto no podía realizarse en países divididos o en países sin orden. Se hace indispensable la organización de la ciencia y de la investigación; la dirección, el estímulo y el impulso en un solo camino para superar y triunfar de las dificultades. Lo mismo que nosotros no hubiéramos podido llegar a esta Refinería de Cartagena, a las grandes centrales, a todas las obras y complejos industriales que por la geografía de la Nación se extienden si careciésemos de la unidad política indispensable, que nos da continuidad, unidad, autoridad y eficacia.

Hemos visto en los últimos treinta y cinco años resurgir naciones desde la situación más baja hasta colocarse en el primer plano, unas veces entre las naciones mediterráneas y otras en el concierto europeo. Todo por su unidad política, su principio de autoridad y disciplina, pese a todos los errores y a los defectos que hayan podido arrastrar en sus sistemas de gobierno. No hemos de cegarnos con las pasiones y hemos de separar de lo malo lo que tiene un valor efectivo y real. Yo afirmo que ese valor efectivo fué: la unidad política, la continuidad, la autoridad y la disciplina.

Otro aspecto que quiero resaltar es el técnico. ¿Cómo puede llegarse a estas realizaciones científicas? No puede llegarse a ellas más que con una preparación profunda y con un gran espíritu de equipo. Es necesario asociar inteligencias, dirigir la investigación, orientar a la juventud en sus estudios. Se asegura, yo creo que es cierto, que cuando Truman anunció en Potsdam a sus aliados la posesión de la bomba atómica que iba a ser lanzada sobre el Japón, dió Stalin un puñetazo sobre la mesa y dijo: «¡Ah!, si teníais esto, ¿por qué habéis hecho que Rusia se desangrase en sus avances? Exijo que nos enseñéis y nos mostréis todos los avances técnicos que habéis conseguido». Y, efectivamente, con aquella ingenuidad e inocencia que la Historia sin duda recogerá, enseñaron al coloso ruso todos los secretos de la energía atómica y los resultados de las investigaciones alcanzados en los Estados Unidos.

Ya vuelto Stalin a Moscú, viendo la importancia y trascendencia que tenían aquellas conquistas para el futuro, mandó cambiar los planes de las Universidades, reducir determinados estudios e impulsar otros, con el fin de empujar a la juventud rusa por el camino de las ciencias atómicas y demás especialidades propias de la Edad Moderna. Todo ello le facilitó la posesión hoy de numerosos equipos de técnicos y nos demostró lo que puede lograrse cuando se dirige la cultura y cuando se orienta, coordina y estimula las enseñanzas a lo que es más necesario para la vida de la Nación.

Todo ello debemos tenerlo en cuenta para la formación de nuestros técnicos industriales y de todo orden, porque es nuestra inquietud el que en una nación pequeña, como España, podamos extraer nuestros técnicos en áreas más extensas; que la formación de nuestros técnicos superiores no sea privilegio del sector de los ricos y poderosos, que pueden sostener una carrera costosa, sino que puedan llegar a ella las más claras inteligencias de la Nación, multiplicando para todos las posibilidades. Nos urge organizar la técnica española y que nuestras juventudes se apresten a estos estudios y llenen el hueco que nuestras actividades nos demandan cada día.

Estas son las principales lecciones que nos ofrece la inquietud de esta hora, que debemos recoger. El valor que tienen la unidad política, la autoridad y el espíritu de disciplina, y la necesidad imperiosa que sentimos de extender y organizar la ciencia dentro de la unidad y la justicia entre los hombres y las tierras de España. 

¡Arriba España!


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