A fray Ángel, el más joven de los 522 nuevos mártires, le fusilaron dos veces, cuando pedía ayuda

 
P.J.G. 
Religión en Libertad 
 
 
 
   Era un chico de un pueblecito de Zamora. Quizá su destino quedó sellado ya a los 14 años, simplemente por decidir hacerse fraile. O quizá no estuvo sellado hasta el final, porque sobrevivió al fusilamiento, sobrevivió a varias horas desangrándose y fue cuando pidió ayuda a una mujer que se cerró su sino: era una miliciana que avisó a los asesinos que le remataron. 
 
   Ángel María Sánchez tenía en ese momento 18 años y 16 días. Es el más joven de los 522 mártires que serán beatificados este domingo 13 de octubre en una gran celebración en Tarragona. Ángel y otros 18 de los nuevos beatos eran carmelitas.
 
Vocación temprana
 
   Nació el 2 de agosto de 1918 en Pajares de la Lampreana (Zamora) y le bautizaron como José Sánchez Rodríguez. Es difícil encontrar un nombre más común en España. Al tomar el hábito carmelita asumió el nombre de fray Ángel María. Se hizo fraile acompañando a dos amigos del pueblo, que morirían junto a él, con 19 años. El carmelita Miguel M. Arribas, que murió en 2011, cuenta detalles de su biografía (P. Alberto Marco y compañeros mártires carmelitas, Salamanca, 2013, pp. 89-92), recogidos en la revista Ecclesia. 
 
   »Estaba un día en la puerta de su casa cuando vio pasar a dos muchachos que iban a visitar a doña Lucila Sánchez -la vocacionista-, a los que preguntó, de buenas a primeras: «¿Vais a casa de doña Lucila para iros de frailes?». Al responderle afirmativamente, añadió: «Pues decidle que yo también quiero ir». Y, pensándoselo mejor, se fue con ellos a decírselo personalmente. A sus catorce años de edad ingresaba en el seminario menor de Villarreal de los Infantes, el día 16 de enero de l932.
 
Buenas notas, hablaba bajo
 
   »Según sus profesores, era un talento extraordinario. En todos los cursos sacaba «sobresalientes» y para él solía ser la «matrícula de honor» del seminario. Dominaba de maravilla el latín, asignatura de la que era profesor el famoso latinista carmelita P. José Plana, también mártir, quien, caso raro en él, le dio un sobresaliente.
 
   »Tenía una sensibilidad exquisita y dones excepcionales de espíritu. Cuando se le corregía en algo, a veces lloraba compungido y, luego, iba al cuarto del superior a darle las gracias y a decirle: «Perdone, padre, no volverá a suceder».
 
   »Tomó el hábito del Carmelo en septiembre de 1934 en el noviciado de Onda. Caminaba siempre con recogimiento y las manos bajo el escapulario del hábito. Era un joven que llamaba la atención por su honda piedad. Su carácter era inalterable y hablaba siempre en voz baja. 
 
   »Cuando se le buscaba por todo el convento sin resultado, se le hallaba siempre en la capilla. 
 
Entrenando las virtudes
 
   »Un compañero de curso señala que durante los años de estudio se entrenaba con él en desafíos espirituales sobre el ejercicio de las virtudes, aprovechando para ello las fiestas del Señor y de la Virgen María. También tenían concertado acusarse mutuamente de los defectos más notorios.
 
   »Durante un largo año estuvo sometido a la acción del bisturí, sufriendo diversas operaciones quirúrgicas en la nariz, lo que sufría con una entereza que dejaba extrañado al mismo doctor que le atendía.
 
No quiso quedarse en el hospital
 
   »Profesó en la Orden el 15 de septiembre de 1935. Durante el año de Filosofía continuó en esa tesitura de vida espiritual y de formación seria. Había terminado el primer curso cuando fue apresado en Onda con toda la comunidad el 27 de julio de 1936. Llevado a Madrid con sus compañeros, sufrió allí altas fiebres, tanto que apenas podía hablar, pero cuando se le comunicó que sería trasladado a un hospital, no consintió separarse ni un momento de sus compañeros y hermanos, queriendo correr la misma suerte que ellos. 
 
   »Enfermo como estaba, lo llevaron la noche del 18 de agosto de 1936 a las tapias del cementerio de Carabanchel Bajo, donde fue asesinado junto con todos sus hermanos de hábito. Tenía dieciocho años de edad. Sus restos se hallan en el Santuario del Henar.
 
La miliciana que le descubrió
 
   »Fray Ángel fue fusilado dos veces. Quedó mortalmente herido, pero, con el relente del amanecer, recobró vida y se arrastró por entre los cadáveres de sus compañeros hasta la pared del cementerio para recostarse en ella. 
 
   »Al ver pasar por allí cerca a una mujer, le pidió socorro, pero ella -una miliciana- fue a dar cuenta a la ´casa del pueblo´. El jefe de guardia y alguno más fueron a rematarlo en la postura que tenía, sentado en el suelo y apoyado en la pared. 
 
   »El novicio fray Ricardo Román oyó el relato al miliciano y cómo este decía que era un fraile del que no sabía el nombre, pero que era pequeño. Fray Ángel era el de más baja estatura del grupo de religiosos.
 
Cabeza cortada, fotos macabras
 
   »Posteriormente, el citado novicio vio una fotografía del grupo de los asesinados querodeaban el cadáver del general López Ochoa, que tenía la cabeza cortada y colocada entre sus piernas. Todos los religiosos estaban en torno a este militar, excepto uno que se hallaba un poco detrás y recostado en la pared. Era el cadáver de fray Ángel Sánchez, asegura Ricardo Román.
 
 
(El padre Teulón en su blog en ReL sobre los mártires cuenta más datos de esta historia)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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