Ricardo Alba Benayas
Secretario General de Fuerza Nueva
Querido Jefe:
Esta mañana, al contemplar a través de los cristales de la ventana, el aspecto del día, pude observar un cielo grisáceo y oscurecido similar a los que El Greco solía pintar de nuestro Toledo, además, la temperatura fría, muy fría, pero no tanto, como la que invadió mi corazón cuando supe que nos habías dejado. Sentí congelación, orfandad y un gran vacío, quede anonadado, ausente por un tiempo, como si no diera crédito a la noticia, no podía creérmelo, sabia de tu enfermedad y de tu lucha ejemplar ante ese cáncer que había invadido precisamente una de tus mejores armas de expresión, pero nunca había podido con los motores de donde brotaban: tu corazón y tu cabeza prodigiosamente iluminada.
Después de ese tiempo, de esos instantes, lo primero que me vino a la mente, fue una oración pidiendo al Padre que te acoja en su seno y a continuación un cúmulo de vivencias y recuerdos que a lo largo de muchos años fui almacenando hacia el hombre: español preclaro, valiente, católico, leal sin componendas, concesiones o falsas idolatrías.
Hombre preclaro porque intuyó como el régimen se iba deteriorando y perdiendo la fe en sí mismo por la traición desde dentro de muchos de sus palmeros y corifeos.
Hombre preclaro porque supo decir NO a una Constitución que nos iba a llevar a la ruptura de España por las nacionalidades y a la división de los españoles por los partidos políticos. Todo ello se ha cumplido con creces sobrepasando lo que tú argumentabas, años después.
Hombre valiente en todo tipo de situaciones donde se afrentaba a España, a la religión católica o a sus símbolos. Valiente, ante tantas situaciones y campañas orquestadas contra Fuerza Nueva de difamación, suspensión de actos y otros; recuerdo muchas anécdotas entre ellas las de arrojar un rollo de papel higiénico al gobernador Civil de Álava en la sede del gobierno llamándolo cobarde por suspender un acto autorizado previamente por la presión de los etarras y separatistas plegándose a ellos.
Católico desde su juventud militando en distintas congregaciones, siendo Vicepresidente Nacional de Acción Católica y siempre defensor de la más pura ortodoxia frente al humo de satanás que afloró tras el Concilio Vaticano II.
Hombre leal, virtud tan denostada en la actualidad, él supo serlo a España y a su Caudillo. A través de la revista Fuerza Nueva fundada en 1.966, denunció todas cuantas desviaciones se iban produciendo en el régimen a costa de crearse enemistades de los oficiosos de turno.
Esa lealtad que le costó el cargo de Director General del Instituto de Cultura Hispánica por el artículo que publicó en ABC en enero de 1.962 titulado “Hipócritas” donde hacía una severa crítica a la política norteamericana.
Querido Jefe, esta mínima, rápida y sentida descripción de tu persona, no es más que un breve resumen de unas pocas características y virtudes que te rodearon siempre junto a una portentosa oratoria, una visión privilegiada de los acontecimientos y una narrativa literaria que, unida a la poesía como formas de expresión, seducían y reforzaban en principios y valores.
Tu lealtad a Franco y al régimen del 18 de Julio la mantuviste después de la muerte del Caudillo desarrollando y elaborando un inmenso caudal ideológico que extendiste por toda España en conferencias, discursos y tertulias enardeciendo, entusiasmando y reforzando al pueblo español en su amor a la Patria, una e indivisible.
Por todo ello me sentí y me sentiré siempre orgulloso de que fueras mi Jefe y te recordaré como un patriota ejemplar. Nos dejas un vacío en el corazón pero un inmenso legado de tu vida al servicio de Dios y de España.
DESCANSA EN PAZ
ARRIBA ESPAÑA