A un buen hombre que ha sabido ser un gran español

 Joaquín Arnau Revuelta

 

Querido Pepe Castillo:

 

   Hoy, 19 de marzo, es la Solemnidad de San José, esposo de la Santísima Virgen María y patrono de la Iglesia Universal. También es tu onomástica y me ha parecido oportuno escribirte unas líneas para tributarte un humilde homenaje, desde la amistad sincera que nos une y desde la admiración profunda que siento por ti, mi amigo y camarada Guripa. Creo que los homenajes deben ser recibidos en vida y por eso estas palabras para ti.

    Con apenas 19 años se te presentó la oportunidad de devolver a tu patria parte de lo que ella había hecho por ti, y por todos los españoles, pues es nuestra herencia común. Decidiste que tenías una misión que cumplir y, sin dudarlo un instante, te alistaste voluntario en la División Azul, la unidad militar española que debía devolver la visita que los bolcheviques nos habían hecho unos años atrás para envenenar a unos españoles contra otros, para arrancar a Dios de nuestras tierras y de nuestras conciencias y para transformar a nuestra patria en una posición avanzada en Occidente del comunismo proletario. Con vuestro ejemplar ardor y combatividad salvasteis a España de verse arrastrada a la guerra mundial, algo que pocos españoles de hoy sabemos reconoceros y agradeceros, aunque nuestro escaso número no cambia la realidad de lo que ocurrió.

¡Ni hablar! Los españoles ya gobernaron una vez el mundo, son el único pueblo mediterráneo verdaderamente valiente e inmediatamente organizarían guerrillas en nuestra retaguardia. No se puede entrar en España sin permiso de los españoles”

(Adolf Hitler responde a sus generales que le proponían invadir España para tomar Gibraltar y cerrar el Mediterráneo a los aliados)

   Cumpliste con valentía y honor en los campos de Rusia, en el sector norte del frente del este. Lituania, el río Volchov y Leningrado en el horizonte. Pero tú y tus camaradas no fuisteis a combatir al pueblo ruso, sino por el contrario a luchar contra el comunismo, la ideología política que, habiéndoles subyugado a ellos desde hacía ya veinticuatro años, pretendía extenderse por el resto de Europa y del mundo, arrancando al ser humano su intrínseca dignidad y privándole de sus valores eternos. Son innumerables las anécdotas recogidas en los libros de historia, y en tu memoria, en las que recuerdas a tus camaradas que regaron con su sangre la estepa nevada, en las que se revela cómo confraternizabais con la población civil, que veía vuestra llegada a sus tierras como una bendita liberación de la bota opresora estalinista.

“Cuando regreséis a España y nuestras gentes se os acerquen con el natural afán de saber de vuestra vida en Rusia, jamás les habléis de vuestras propias heroicidades, sino de las gloriosas hazañas que realizaron los que aquí han muerto para que España viva” 

(Agustín Muñoz Grandes, primer General jefe de la División Azul)

   Serviste con valor ejemplar, con entrega absoluta a tu deber de soldado español y con abnegación inquebrantable en las fatigas de la guerra. Tú y toda tu sección de la compañía de zapadores de asalto dabais siempre, al unísono, un paso al frente cuando vuestros oficiales pedían voluntarios para una nueva misión. Os castigaban vuestras faltas de disciplina con el mas duro de los castigos: no ir con vuestros compañeros al siguiente asalto, lo que os privaba de poder ayudar a vuestros camaradas en el combate. ¡Qué madera la vuestra! ¡Qué raza española más ejemplar!

“Si en el frente os encontráis a un soldado mal afeitado, sucio, con las botas rotas y el uniforme desabrochado, cuadraos ante él, es un héroe, es un español” 

(General de Artillería Jürgens, Comandante General del XXXVIII Cuerpo de Ejército de la Wehrmacht) 

   Tu querido amigo, Raúl Comendador, que en paz descanse, podría darnos buena cuenta de qué clase de guerrero hispano eres, de con qué clase de lealtad te revistes, de qué clase de camarada y amigo eres. Pero no hace falta oír su valioso testimonio para comprobarlo. Basta una rato de amena charla contigo para ver que tú no has cambiado de camisa, de chaqueta ni de bandera en toda tu vida. Los años te han podido quitar fuerza física, porque es ley de vida, pero han aumentado tu fuerza moral y han creado el mito que hoy eres, que hoy sois todos los guripas que aún andáis por los campos de España. Sois mitos vivos, pues vuestro caminar con la Gloria que va por los caminos del adiós sigue presente hoy para quienes oímos, a lo lejos, el desfilar de un puñado de bravos españoles, bajo un cielo azul que a la estepa desde España llevasteis, junto al sol para un mundo sombrío, junto a Dios para un cielo vacío.

   Querido Pepe Castillo, el último Guripa, como te gusta decir en tu habitual tono alegre, eres un gran hombre, y un grandísimo amigo. Un ejemplo en el que mirarse. Y también parte fundamental de nuestra historia de España y de la de Europa, pues vosotros fuisteis los últimos españoles que entraron en ella con honor:

“Fue la última vez que España entró con decoro en Europa. Para bien o para mal, guste o no, la de la División Azul fue la última epopeya española. Una epopeya narrada con una ingente bibliografía que en nada desmerece a la de Anábasis de Jenofonte” 

(Fernando Sánchez Dragó, escritor)