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Eduardo García Serrano.
Bildu es la bayeta de ETA, su comando parlamentario, la alcantarilla de sus crímenes, la madame de sus asesinos encarcelados y la barragana que satisface sus más sórdidos deseos, desde un vis a vis presidiario hasta un título universitario. Todo. Que no les falte de ná a las hienas con chapela. El chulo que regenta ese burdel de sangre y pus, esa coyunda de terroristas, separatistas y comunistas, es Otegui, barbilampiño cobarde que ensuciaba los pañales cuando la Policía le detenía; que para eso lo utilizaba ETA: para que le detuvieran, pues en todos los demás oficios criminales le temblaban las manos y la vejiga le regaba los pantalones, mientras los sicarios del hacha y la serpiente regaban con sangre las calles de España.
Bildu es la retórica tabernaria del terrorismo y el PSOE y Podemos, sus cómplices. Los tres mosqueteros del crimen y la mentira han firmado un pacto para salvar a los trabajadores españoles de la Reforma Laboral de Rajoy. Los bilduetarras viven opíparamente gracias a la sangre traicionada por los gobiernos de España y sus fariseos del Poder Judicial, el PSOE se reboza en el lujo que, como un Rey Midas invertido, obtiene para sus bolsillos de la miseria que genera y crea, todo lo convierte en mierda que en sus manos y en sus urnas se transforma en oro, y las rataflautas de Podemos viven como cayetanos del Barrio de Salamanca, llenando con su zafiedad y hollando con sus alpargatas los predios de la aristocracia y de la burguesía que tanto desprecian. Y mientras tanto, el pueblo español hace cola en las parroquias para llevar a casa raciones de supervivencia, que engañan al hambre pero no lo exilian.
A los bilduetarras los trabajadores españoles le importan tanto como el cadáver de un guardia civil zurzido a balazos. A Pablo Iglesias los trabajadores españoles le importan tanto como los cuernos de sus amantes y a Cayetano Echenique tanto como el salario en negro y sin Seguridad Social de los asistentes que sus minusvalías demandan, y para el PSOE los trabajadores españoles no son más que la masa de maniobra de su contabilidad electoral. Masa siempre prescindible, excepto para votar y pagar
Estos son los tres mosqueteros del crimen y la mentira que vienen a salvarnos de la herencia de Mariano Rajoy, ocho años después de que el gaitero de Pontevedra llenase España de trabajadores pobres, con sueldos indecentes, jornadas laborales interminables, sin derechos, y con la amenaza permanente de un despido improcedente para ser sustituidos por un inmigrante procedente de la Casa del Pueblo del Padre Ángel o de cualquier otro curita patera.
Y todavía hay imbéciles que creen que esto lo arreglan las urnas. Las mismas urnas que nos han vomitado, una y otra vez desde 1977, a esta clase política rapaz y emasculada, cleptómana y cobarde. “¡Españoles, vuestro Estado no existe, reconstruidlo!”.