Carta a unos historiadores liberticidas, por Pío Moa

 

Hay cosas muy sencillas que ustedes quieren embrollar. Ustedes han elaborado una versión de la historia y otros hemos investigado y elaborado otra muy distinta. Los demócratas no pensamos siquiera en prohibir sus versiones, pero ustedes pretenden  impedirnos por ley investigar, expresar y difundir libremente nuestras conclusiones,  y quieren cerrar cualquier asociación que las defienda. Este primer punto no admite discusión: ustedes son enemigos de la democracia, pues atentan contra los derechos de los españoles, derechos que nada les deben a ustedes y que están por encima de ustedes.

Segundo punto: lo lógico en una democracia es que sus versiones y las nuestras se debatan libre y abiertamente. Pero ustedes  pretenden sustituir un derecho tan natural por una censura de tipo soviético o sovietizante. ¿Por qué ese rechazo al debate libre? Solo hay y puede haber una razón bajo su hojarasca ideológica: porque ustedes saben que sus versiones son falsas y no se sostendrían en un contraste intelectual. Por eso deben refugiarse en una ley liberticida que por sí misma les pone en evidencia. Una ley que ataca, además, los derechos de la inteligencia. Si les quedara alguna honradez, tendrían que condenarla públicamente, al menos para no condenarse ustedes mismos.

Lo cual nos lleva a una tercera cuestión: ¿por qué mantienen ustedes unas versiones que en el fondo saben falsas? No entro en el aspecto personal de los intereses, carreras, prestigios o seudoprestigios conseguidos con ellas. Eso cuenta, pero  hay algo más allá y de mayor relevancia: las consecuencias políticas actuales de sus versiones, que se resumen en un proceso de disgregación nacional, de impulso a la corrupción, de exaltación mal encubierta de la cheka y de la ETA, de imposiciones tiránicas desde el poder, etc.  Estos procesos, que recuperan lo peor de nuestra historia reciente, se deben en gran medida a las elaboraciones históricas de ustedes, las cuales no podrían sostenerse en libertad, evidentemente. Ustedes han suministrado a unos políticos mayormente corruptos, incultos y frívolos el argumentario justificador de sus desmanes.

En suma: esta es una ley criminal, y ustedes son sus inspiradores intelectuales. Es hora, por tanto, de desafiar esa ley contra la libertad, la verdad y la inteligencia, y forzar el necesario debate, para impedir la repetición de viejos y funestos errores. Aquí todo el mundo va a retratarse, le guste o no.


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