Blas Piñar López
He dicho y escrito, y creo no haberme equivocado, que si Dios nos ha hecho a los hombres a su imagen y semejanza, las naciones han sido hechas a imagen y semejanza de los hombres. Son los textos sagrados los que de forma reiterada lo revelan. Por eso, así como los hombres tenemos una biografía y un ángel bueno y un ángel malo, las naciones tienen una historia y también esos dos ángeles, uno que las custodia, protege y ayuda a cumplir con su misión y otro que, por el contrario, las induce a quebrantarla, hasta el punto de negarse a sí mismas y cometer un suicidio colectivo o querer ser otra no queriendo reconocerse a sí misma.
Lo ocurrido en España en el acontecer histórico que podemos llamar contemporáneo, da testimonio de esa realidad que nos recuerda el 20 de Noviembre, fecha que es, siendo una hoja del calendario, también una voz de alarma, un grito desgarrador, una doble llamada, la de superar el engaño de que hemos sido víctimas, y la de combatir por la unidad, la grandeza y la libertad, que hoy con odio se ataca o con frivolidad se desprecia.
Por ello, recordar como estímulo a José Antonio y Franco, y también al Ángel del Alcázar, que en esa fecha entregaron su vida por Dios y por España, es un imperativo ineludible: al Ángel del Alcázar, prototipo de apóstol seglar, a José Antonio, de político, y a Franco, al Caudillo de España y centinela de Occidente. Los tres, con el magisterio de su vida y su martirio nos imparten la sublime enseñanza del servicio generoso a los más nobles ideales.
En la lucha planetaria entre el Bien y el Mal, no puede ni extrañarnos ni escandalizarnos, que el Mal, movilizado por quien puede, haya logrado su triple objetivo de secularizar la Cruzada, descristianizar a una parte de nuestro pueblo, y profanar la política. Todo es dramático; pero la esperanza teológica, fomentada por el Ángel de España, es alentadora, como demuestra la clausura de la historia de la humanidad.
Con el latido alentador de esa esperanza, nos parece oportuno reproducir algunos versos del entrañable amigo argentino Antonio Caponnetto, dedicados al Ángel del Alcázar, y un soneto mío en homenaje a José Antonio y a Franco.
Helos aquí:
Al Ángel del Alcázar:
El martirio o la guerra, había sido el cruce de
Anhelos que tensaban tu celo legionario.
Pero en Toledo estabas, donde el Imperio aúna la
Milicia y la fe, el fusil y el breviario.
Ya tenías tu puesto en la hidalga epopeya, trazada
A tu medida de apóstol y soldado.
Riendo con tu risa, profeta de victoria, cumpliendo
Tu consigna la de tirar sin odio.
Veteranos de guerra celebraron tu temple, y al pelear
Mutilado te admiró Moscardó.
Era el día del triunfo cuando llegan las tropas del
Caudillo que avanza a salvar la heredad.
Érase al fin el día de tu largo vía crucis, de saber
Que se muere como Cristo sufriente.
“¿Qué quieres para el cielo?”, preguntabas al irte.
Ahora al son de tu nombre respondemos
¡Presente!
* * *
A José Antonio y a Franco:
José Antonio Primo de Rivera, Jefe y capitán de juventudes
Que supiste convocar a multitudes
Para ganar a España toda entera.
Y tú, Francisco Franco alzaste la bandera
Y dijiste al español, no dudes,
Si a tu secular valor acudes
Volverá a reír la primavera.
Franco y José Antonio: os recordamos
En este día los que a España amamos;
Y la vemos enfermiza, agonizando,
-sabemos quienes la están envenenando-
No dejemos perdida la esperanza.
Tan solo el que lucha la victoria alcanza.