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Blas Piñar Pinedo
Comentando una frase de Salvador Sostres aparecida ayer (12.06.12) en su columna El Mundo, ha quedado aún más claro a los ojos de muchos de nuestros seguidores en la red su contundente afirmación; la frase era la siguiente: “la poca oposición que hubo al Régimen de Franco –recordemos que se murió en la cama tranquilamente- era aún más antidemocrática y totalitaria que la dictadura.” La claridad de tal hecho es tan inmensa como su desconocimiento por los que tienen la cabeza llena de los tópicos del socialismo que impide la libertad.
¿Qué nos ha pasado, ya que las cosas no son como dicen que han sido? ¿Qué ha pasado para que una nación, la del milagro económico de la segunda mitad del siglo XX, la España que venció al totalitarismo más nefasto que conociera la humanidad, acabara en lo que es hoy, un país triste, intervenido, corrompido hasta las entrañas? Pues que la casta dirigente del franquismo, pensando en conservar el puesto sin importarle nada los españoles quiso pactar con los enemigos de la nación, perdiendo la gran oportunidad de hacer de España una democracia modélica, transparente y con un Gobierno potente que garantizara la unidad y la libertad -es cierto que sin Franco aquello necesitaba adaptarse a un nuevo modelo-. Pero no necesariamente tenía que ser la chapuza que se hizo. Por eso, las Autonomías –muchos ya lo comprenden- son la ocurrencia más nefasta que nunca se aplicó contra España.
Pero era más fácil repartirse la tarta, sin pararse a considerar que algunos querrían su trozo y el del vecino. O incluso otros querrían la tarta para envenenarla. O para tirarla a la basura. O para venderla a otro pastelero. La habilidad repugnante de los mediocres que sólo querían conservar el puesto, la ignorancia de los que desconociendo la Historia se adentraban en los mismos errores de los últimos siglos, hizo que su olfato político-económico pensara en el corto plazo, y así, transformaron el Movimiento Nacional en un chiringuito tripartito entre populares, socialistas y nacionalistas. Hoy lo pagamos y lo seguiremos pagando.
Y así, ignorando a los españoles, haciendo una democracia nominal en la que los partidos del tripartito controlan medios y justicia, se ha llegado al pacto con ETA, a la corrupción desmesurada desde la Corona hasta los Ayuntamientos y, al final, a la de toda la sociedad. El sistema caerá por sus propia indigencia, pero hay que prepararse para convertir esta desgracia en una oportunidad por el bien de España y el de nuestra libertad. A por ellos.