María del Pilar Amparo Pérez García (Pituca)
Hoy en Madrid hemos tenido un día gris, frío, desapacible. Hoy el Cielo acompaña en su tristeza a gran parte de España, que despide a Blas Piñar.
Muchas personas escribirán estos días sobre él. Sobre uno de los hombres más carismáticos que ha dado España en estos últimos tiempos. Sobre uno de los mejores políticos que han tenido nuestras Cortes. Sobre el último gran líder que ha tenido la política española. Sobre el orador, escritor, teólogo, jurista y poeta. No podría añadir nada más a todas esas afirmaciones. Mi admiración por Blas Piñar es enorme. Siempre lo fue.
Conocí a Don Blas con apenas diez años. Tuve la suerte de poder tener un trato cercano a él, gracias a las conferencias semanales que se realizaban en la antigua sede de Fuerza Nueva Editorial, de la céntrica calle Núñez de Balboa. A pesar de poder verme como una niña, como una chiquilla, don Blas siempre fue amable y muy cariñoso conmigo, me atendía siempre que se lo pedía. Cada vez que iba a su despacho, llamaba a la puerta, y decía “Don Blas, ¿puedo pasar?”, él me contestaba “Pasa, Pituca”, con una cara risueña y una voz amable. Me atendía a mis entrevistas, peticiones de prólogos, artículos, felicitaciones de Navidad, con mucho cariño, sin ponerme nunca un pero. Todo lo contrario, me animaba a seguir escribiendo. Las personas grandes, siempre lo he comprobado, son las más cercanas, educadas y entrañables… Solo hay que acercarse a ellas. Blas Piñar fue un claro ejemplo de ello.
Es uno de mis referentes pero no solo como político, sino como católico y como español. Por su continua lucha por una España mejor y más justa, inasequible al desaliento.
Les mando a su mujer, hijos, nietos y bisnietos mi más sincero pésame, y la gratitud por compartir a un hombre tan excepcional con todos los españoles.
Don Blas, ahora que está montando Guardia en su Lucero, junto a los mejores, ayúdenos a seguir su ejemplo.
Blas Piñar con Pituca, en la sede de F.N. de Nuñez de Balboa, en la presentación del libro “Conversaciones con el Ausente” que don Blas prologó.