Editorial de Marzo de 2013

 
 
   Treinta y seis años contemplan la autodestrucción de una Nación, la desvertebración de un pueblo, la frustración de todas las ilusiones, la desconfianza en un Sistema político que encarnaba la soberanía popular, garantizaba la libertad y procuraba la justicia. La tristeza, y ya veremos si también resignación, de un pueblo arruinado, sin horizonte cierto y una corrupción institucionalizada jamás conocida, ni tolerada, en España.  
 
   En este clima y tiempo se ha echado de menos algún “aldabonazo” al estilo del publicado por Ortega y Gasset el 9 de Septiembre de 1931. Nadie del mundo de las artes, las letras, la cultura; nadie desde la tribuna de ninguna institución avisó de la deriva separatista, de los graves errores que engendraba La Constitución, del cinismo del “consenso”, de la partitocracia endogámica que vacía de contenido el sistema parlamentario, la división de poderes y la independencia judicial. Y si alguien osaba denunciar la impostura, la grotesca falsificación de la democracia, los defensores de lo “políticamente correcto” le denostaban con el epíteto de extrema derecha, desestabilizador, carca, preconstitucional o golpista, y un manto de silencio cómplice impedía el eco, siquiera en los medios de comunicación, del corrector “no es esto, no es esto”.  
 
   ¿Es posible la rectificación que necesita España, dentro del Sistema? ¿Los causantes y responsables de todos y cada uno de los males que nos aquejan pueden rectificar sus conductas, aportar las soluciones y merecer nuestra confianza?. La respuesta es sencilla. No. Ni aunque se jueguen la supervivencia, la de ellos, la nuestra les importa sólo como instrumento de su poder. Lo llevan en su naturaleza. En nuestra historia tenemos ejemplos de toda una clase política que decide suicidarse. Ocurrió en las Cortes de Cádiz y después de aprobar la Constitución; lo repitieron los monárquicos el 14 de Abril de 1931; y volvió a ocurrir al hacerse el hara-kiri, sin necesidad real, las Cortes de la democracia orgánica en la era de Franco aprobando la Ley para la Reforma Política con esa desafortunada falacia de “la Reforma política”.  
 
   El Régimen anterior fue el sustento jurídico-formal para, sorteando una serie de trabas formales entendidas como reformas, conducir a la ruptura controlada de toda la estructura sociológico-político-mediático-judicial y moral en que se sustentaba el mal llamado Franquismo.  Tal voladura fue realizada por los hombres y las estructuras del mismo régimen que ahora se desmantelaba y perseguía, siendo sometido a un innecesario Referéndum, menos la forma de Estado, pues toda la fuerza de la propaganda y el poder del Gobierno fue empleado para inundar de palabras mágicas conducentes a una arcadia feliz de libertad y progreso.  
 
   El vocablo que mejor definió la nadería y falsedad de esa época fue “el consenso”. Mediante tal pócima, toda la izquierda y el separatismo insignificante en términos cuantitativos y sin apoyo y estructura, excepto el PCE, en términos cualitativos, fue súbitamente auspiciada, financiada internacionalmente y sentada en un plano de igualdad para decidir sobre el futuro de España y del pueblo español, como si se tratara del reparto de una herencia abintestato. Todas la ocurrencias tuvieron acomodo. Todas las peticiones de los enemigos seculares de la unidad y progreso de España fueron atendidas. Todos los que habían sido responsables del enfrentamiento civil y en nada habían contribuido a su desarrollo y bienestar – el oro trasladado por las autoridades republicanas del Banco de España a Moscú – jamás volvió. Su beneficiario que no respondió por eso, ni por sus crímenes, Santiago Carrillo fue uno de los referentes de tan benefactor sistema democrático. Así hasta que la realidad ha terminado colocando frente al pueblo confundido, desorientado y perplejo,. la cruda realidad en la que han convertido la convivencia, la seguridad jurídica, la Constitución y a España.  
 
   En la actual encrucijada a la que nos han llevado los distintos gobernantes del Estado y de los distintos diez y siete mini-estados que soportamos desde hace treinta y siete años, son los responsables directos sin paliativos y como tal deberían responder. Pero no, aún siguen con la gimnasia política de aparentar que se toman medidas, todas ellas cosméticas, para seguir desintegrándonos como nación y empobreciéndonos como pueblo.  
 
   La última ocurrencia que quieren aplicar sobre el cuerpo inerte de España y la incomprensible apatía de su pueblo, procede La Asociación Monárquica Europea: “España aceptaría de buena gana” una abdicación. La Asociación Monárquica Europea afirmó este lunes que la población española “aceptaría de buena gana” una renovación al frente de la Corona al estilo de Holanda, donde la reina Beatriz acaba de anunciar que abdica en favor de su hijo Guillermo Alejandro, dado que el jueves cumple 75 años de edad.  
 
   ¿Cómo veríamos que España se convirtiera en un Reino Unido formado por los reinos de Castilla, Cataluña, País Vasco, Galicia? ¿Se podrían crear nuevos estados no históricos unidos bajo la Corona de España? ¿Es descabellado? Ante unos hechos al parecer inevitables, ¿sería legítimo plantear una nueva organización del estado como estado federal monárquico? El reino Unido de Gran Bretaña es una Monarquía federal, Alemania lo era de 1871 a 1918, también Austria-Hungría hasta 1918. Para nosotros, lógicamente, sólo valdrían los 5 reinos que formaron España en 1503, pero dada la situación, igual habría que pensar en otras fórmulas. Así piensa el influyente Lobby monárquico y masón, con importantes ramificaciones en el mundo empresarial, socialista y separatista, como fórmula de futuro. Estudian plantear (respetuosamente) su dimisión al rey tras la pascual militar de enero de 2014.  
 
   De esta forma se daría paso al Príncipe para iniciar una “segunda transición”, se reformaría la constitución y darían  una solución pactada, otra vez el consenso, a los problemas separatistas. Una de las fórmulas que se barajan es dividir España en cuatro “reinos” algunos de nuevo cuño, Cataluña, País vasco, Galicia y Castilla. Con ello sostienen que se evitaría el referéndum separatista de Artur Mas, al que se acaban de unir los socialistas catalanes en bloque.  
 
   Semejante aquelarre sobre una Nación invencible y un pueblo indómito, significa que no conocen la realidad española, por mucho que se haya modulado en estos treinta y siete años: el país sigue siendo una jaula de escorpiones como ocurrió tras la II guerra mundial. Ya en 1945 todos los altos cargos americanos, sin excepción, plantearon al presidente Truman que no se invadiera España al existir un alto riesgo de una nueva guerra civil entre País vasco y Cataluña y el resto de la nación.  
 
   La corrupción es una característica fundamental del sistema partitocrático republicano. Una monarquía republicanizada (como es la española) cae necesariamente en las redes clientelares del tráfico de influencias y de la corrupción. Es tiempo de volver a un régimen de representatividad auténtica y directa, cuyos gobernantes ejerzan un papel primordial en la estabilidad del estado y la ética de sus gobernantes.  
 
   Que el Santo Padre nos tenga también en sus oraciones, y el nuevo Pontífice lleve en su corazón a la católica España que, como la Iglesia, navega en medio de la tempestad, sin nadie al timón y con la tripulación mareada y llena de tribulaciones.  
 
 
 
 

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