Editorial de Marzo de 2016

 
 
 
EL LEGADO DE FRANCO Y EL EJÉRCITO
 
Juan Chicharro Ortega
General de Infantería de Marina (R) 
 
 
   Si hay algo que me desespera profundamente de los tiempos que nos han tocado vivir es la tergiversación continua de la historia. Sabemos que las fuerzas contra las que Franco luchó toda su vida no le iban a perdonar su derrota, algo que era de esperar, pero siendo aún así lamentable este hecho, para mí mucho más lo es el que muchas personas, instituciones y grupos sociales que deben a Franco su supervivencia se hayan sumado a la ofensiva de calumnias, menosprecios y reniegos por motivos difíciles de entender que van desde el oportunismo político cobarde a la ingratitud propia de la naturaleza humana sin olvidar la cobardía y la traición.
 
   Las nuevas generaciones de españoles están sometidas a un bombardeo de propaganda que sólo consiente referirse a la época de Franco  en términos negativos y calumniosos. Nada se permite que pueda considerarse favorable a su persona, y por si fuera poco, ahora hasta mediante una Ley: la sectaria Ley de Memoria Histórica.
 
   Legado es lo que uno transmite o deja a sus sucesores y de esto trata este artículo.
   
   Hace 36 años tuve el honor de mandar durante casi cuatro años una compañía de Infantería de Marina en la actual Guardia Real y sabido es que la impronta de un Capitán, especialmente si es el primero en crearla y mandarla, como fue mi caso, imprime carácter a la misma. 30 años después pude visitar la misma compañía y allí observé como muchos de los movimientos, gritos de campaña y actitudes de régimen interior que se manifestaban en la unidad los había impuesto yo mismo. Por supuesto yo era el único que lo sabía. Ninguno de los presentes conocía o tenía idea de donde procedían algunas actitudes que diferenciaban a esta compañía de las otras del mismo regimiento. En efecto, ese fue mi humilde legado que pese a los años transcurridos permanecían en la personalidad de dicha unidad.
   
   Valga este sencillo y nimio ejemplo para explicar aquí que, pese a todos los vientos en contra, nuestras FAS tienen un legado implícito de quien fuera su General durante 40 años.
      
   Los efectos de la Ley de Memoria Histórica son aterradores y de ellos no se libran las Fuerzas Armadas. Se construyen mentiras sobre mentiras, una tras otra. La aplicación de esta Ley en nuestros ejércitos ha sido rigurosa, incluso en ocasiones con más celo del debido, por parte de más de uno de los que siempre han existido. El que fuera nefasto Ministro de Defensa Narcís Serra dejó escrito un libro denominado “La transición militar” en el que exponía detalladamente los pasos que había que dar paulatinamente para desmontar sin prisa, pero sin solución de continuidad, las FAS para transformarlas en un ejército ocupacional tal que si fueran bomberos o policías y desvincularlas de su función institucional; por cierto, tal y como las configura la propia Constitución Española, al menos de momento. Y es así como hasta en el mismísimo Museo del Ejército parece que en el siglo XX no existió un General que se llamó Francisco Franco; y es así que en la Guardia Real se saltan cuarenta años de historia y se inventan una ligazón perdida con la extinta Guardia Real de Alfonso XIII, cuando la realidad es que su procedencia del regimiento de la Guardia del Generalísimo Franco es absoluta; y es así que se sustituyen nombres de unidades del Ejército; y es así que se eliminan en las academias militares estatuas y bustos representando al Franco militar, que no al político… etc, etc.
 
   La labor combinada de las directrices del inefable Narcís Serra, por cierto aplicadas con esmero por sus sucesores del PP, con lo que dispone la Ley de Memoria Histórica puede que estén haciendo estragos; sin embargo, estos hacedores del desastre no contaban ni cuentan con algo intangible como es el legado de un militar como pocos ha tenido la historia de España. Fue el mismo General Franco cuando en sus palabras de despedida de la Academia General Militar en 1931 dijo sabiamente aquello de que “ … la máquina se deshace pero la obra queda”, un aserto perfectamente aplicable a cuanto está sucediendo hoy porque la realidad es que, pese a todo, observamos en nuestros ejércitos el mismo espíritu de sacrificio y sentido del honor que aprendieron de sus mayores.
   
   Y tan es así que leo un documento reciente del Estado Mayor del Ejército titulado “Los valores en el ET” donde se plasman las virtudes que el ejército debe tener y ahí bien pareciera que el subconsciente  traiciona a más de uno, toda vez que sin darse cuenta ¿o sí? beben de fuentes tales como “El decálogo del cadete”, “El credo legionario”, “El ideario paracaidista” o “El decálogo del infante de Marina”. Sin saberlo están leyendo a Franco y a su pensamiento como militar.
 
   Así leemos que los ejércitos son depositarios de esos valores y los conserva como herencia recibida de sus mayores, y ¿quiénes son esos mayores? Pues evidentemente aquellos que siguieron a Franco en momentos trascendentales de nuestra historia.
 
   En ese documento se habla del amor a la patria, del compañerismo, de la disciplina, del espíritu de sacrificio, del honor, de la lealtad, del sentido del deber y del valor. Implícitamente al recordarlos y exigirlos, el Ejército, las FAS, están haciendo honor a una tradición que las precede y que es fundamento de su vocación de servicio y amor a la Patria.
 
   En ese documento, el Ejército está rememorando al joven Teniente que buscaba el peligro para distinguirse, al Capitán de Regulares del Biutz; al Comandante que levantó la moral de Melilla en 1921; al Jefe de la Legión; al Director de la Academia General; al que acabó con la revolución de Asturias; al que ganó, en fin, una larga y difícil guerra.
 
   Vivimos hoy en España tiempos convulsos, una vez más, pero la razón y la verdad siempre acaban imponiéndose. Los enemigos de España acechan y buscan su destrucción pero no cuentan con las fuerzas morales de una vieja nación como la nuestra y lo que ni se imaginan es que en las FAS el legado del Generalísimo Franco pervive como su legado más preciado.
 
 
 
 
 
 
 

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