Editorial de Octubre de 2014

 
 
 
 
 
   Del estío provechoso, regenerador de esfuerzos y estabilizador de estímulos, provocador de meditaciones e inductor de lecturas deseadas, ya sea frente al mar o en el interior montañoso o mesetario, dicen se vuelve con dificultad, provocando incertidumbres otoñales y hasta depresión. Nunca será el caso de esta Fundación, gloriosa por lo que es y a quien representa, creada en la dificultad que los vientos de la traición y el odio impotente nos han impuesto y siempre dispuesta al combate de la verdad histórica, de la unidad de la Nación, del desarrollo económico y de la justicia social para todos los españoles, objetivos, todos ellos, cumplidos ampliamente durante los treinta y nueve años de mandato de  Francisco Franco Bahamonde.  
   
   Sin tiempo para el sosiego, el mes de Septiembre ha descargado toda la tormenta que avecinaba la inoperancia y complicidad de los sucesivos gobiernos de España que, desde la transición, auspiciaron o secundaron complacientes la construcción de lo que hoy llaman los separatistas, sin razón, “Un Estado propio”. La esencia de los grandes males que nos aquejan son estructurales y, por consiguiente, perennes en el acontecer patrio desde la destrucción del régimen anterior. La secesión catalana, vasca y lo que venga, tiene cierto sustento en la Constitución y el desarrollo normativo de su titulo VIII en las autonomías, transfiriéndose competencias en el sentido contrario a los intereses de la Nación y del pueblo español. No importó que el gobierno fuera de, centro, izquierdas o derechas. Todos rivalizaron en un suicida y cortoplacista consenso del clásico refrán “el que venga detrás que arree…”, con el que dilataban el problema. Hasta que el problema ya requiere una solución, pues el insaciable tigre que hemos alimentado amenaza con destruir la Nación mas antigua, hidalga y civilizadora de Europa. Resulta una verdad incuestionable en la ciencia física, extrapolable a las relaciones humanas dentro de la “polis” , aún cuando el momento histórico haga variar el escenario, el que las mismas causas producen idénticos efectos, lo que hace mas fácil de explicar el escenario de conflicto que se vive actualmente en Cataluña. Idéntico y asimilable a lo ya ocurrido en 1931 y que finalizará, al desconocer intencionalmente la historia, como ocurrió en 1934.  
 
   El problema catalán ya no puede “sobrellevarse” como sostenía Ortega. Desde el prisma legal el desafío no lleva a ninguna parte, es ilegal, inviable y fácilmente anulable tanto el Decreto de la convocatoria, como su desarrollo. La propia inestabilidad económica que provoca, tomado a broma en Europa por lo chapucero del formato y su nula viabilidad; y de lo inoportuno de la consulta, dada la crisis económica en la que se produce, y el nulo apoyo de una Europa en construcción y con lógico miedo a los nacionalismos locales que dinamiten el futuro en libertad y cohesión camino de los Balcanes, añade mas leña al fuego.  
 
   Y el fuego consiste en que una clase política delincuencial, con Pujol y Mas a la cabeza, con la ayuda cómplice de los sucesivos gobiernos españoles, han venido falseando la historia, creando espacios de impunidad, dividiendo a la sociedad, utilizando los medios de comunicación como propaganda afín, persiguiendo el idioma común y manipulando la formación desde la infancia. El desafío en el tiempo, no sólo ha provocado la emotividad de las masas adoctrinadas desde la niñez, sino todo un ”corpus normativo” de aparente legalidad que viene sorteando la legitimidad constitucional y construyendo el llamado estado catalán. Frente a ello, ya no cabe sólo la apelación simplista al estado de derecho, obviedad innecesaria si se hubiera cumplido en todos los casos y con todas las personas, y no se hubiera cedido nunca y en ningún caso desde hace 23 años con la fortuna de Pujol y familia o el 3% de Maragall; 5% de Carot Rovira, o lo que se hubieran llevado los políticos en su corrupción institucionalizada.  
   
   Ya solo cabe y debe exigir el pueblo español, que su Jefe de Estado desde Washington y el del Gobierno desde China, nos representen ejerciendo sus funciones indelegables, no sólo en defensa del Estado –Constitución y legalidad vigente-; sino también en defensa de la Nación, concepto no discutido ni discutible, compromiso con la historia, la convivencia presente y el futuro que logremos en común esfuerzo; y de la Patria concepto moral que, como con el padre, se está con razón o sin ella, y así ha venido siendo desde hace dos mil años y así fue, aunque con dispar y enfrentada posición, en la guerra de Sucesión de 1714, en ambos bandos. Ambos contendientes deseaban lo mejor para su patria común.  
   
   No podemos volver a la normalidad, solo impidiendo la última y mas obscena ilegalidad. Si no desandamos el camino que nos lleva al precipicio, es cuestión de tiempo el que caigamos en él. De la insensatez, vesania e irresponsabilidad de los actuales dirigentes catalanes nada se puede esperar ya, y el resultado final de su locura esperamos no sea trágico. Veremos como reaccionan esas masas ilusionadas, confundidas y exaltadas ante la frustración de no ver realizado su sueño. No sólo puede convertirse en pesadilla, también seguirá alimentando, junto al “España nos roba”, el “España nos impide votar”, victimismo que tantos adeptos provoca, con lo que seguirán añadiendo mas gasolina al fuego.  
   
   Hay que contraponer a las cuatro máximas que han guiado al separatismos, sus antídotos: Amplias mayorías de catalanes que, por ello, se sientan, como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia, doblemente españoles. En esa tarea hay que destinar todos los recursos de que se dispongan para neutralizar el poder tribal y oportunista del separatismo. Compromiso político de todos los grupos no separatistas, unidos en el objetivo común de impedir el nuevo totalitarismo etnicista, propugnando la libertad e igualdad de todos los españoles en sus derechos, cualquiera que sea el lugar de España donde residan. Exigencia de respeto a la soberanía del pueblo español, único con facultad de decidir sobre su destino de manera libre y apacible. Respeto al Estado de derecho y al marco legal que lo complemente. Solo es lícito oponerse a las leyes que resulten arbitrarias u opuestas al bien común y los intereses de todos los españoles.  
 
   Al final bastaría iniciar las estrofas de “Viva España, Viva el Rey; Viva el orden y la Ley. Viva honrada la Guardia Civil… de su inmortal himno para aplacar los ánimos levantiscos del secesionismo mas retrogrado que ha conocido nuestro nihilista y ahistórico Siglo XXI.   Cuan necesario sería vislumbrar en el horizonte un Estadista capaz de sacarnos de esta zozobra autodestructiva. Austero, firme. Restaurador de los principios que siempre fueron el estandarte del progreso, la libertad y dignidad de la condición humana. Valiente hasta la temeridad de enfrentarse y enfrentarnos a los demonios familiares que, durante tantos siglos, nos llevaron a la postración y perdida de identidad. Honesto , tanto en las formas como en el fondo, que velara porque ningún español tuviera que mendigar un salario de pobreza, mientras sus dirigentes viven en la opulencia, el despilfarro, y el escandalo permanente. Justo, para imponer el respeto y cumplimiento de la ley, como orientación del bien común y la grandeza de nuestra nación. Con unidad de mando y jerarquía. Con la autoridad que provoca, sin adulación, el respeto y admiración de sus subordinados. Ese hombre fue proclamado hace setenta y ocho años -78- Jefe de un incipiente Estado, al que recogió postrado y en ruinas, y elevó a las cotas de mayor bienestar y progreso, en menos tiempo, conocido en la historia de España. A ese Caudillo, Francisco Franco, del que venimos todos, y que hoy, con sana nostalgia, en esta editorial, recordamos y honramos.
 

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