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Tal día como hoy, pero en 1960, Francisco Franco visita Mallorca, donde pronunció las siguientes palabras desde el balcón del Ayuntamiento:
Mallorquines:
Acabo de recibir en el salón de sesiones del Ayuntamiento de Palma de Mallorca el saludo de vuestro Alcalde, en nombre de toda la ciudad. Vengo a ella nuevamente con el corazón abierto y con recuerdo de aquellos dos años felices que pasé entre vosotros cuando, hace veinticinco años, mandaba las fuerzas de la región.
Cada vez que se viene a esta isla dorada y se contempla el progreso de la misma, se apercibe uno más de la eficacia del Movimiento Nacional, de la virtualidad que tiene la unidad de los hombres y de las tierras de España, de la fecundidad que entraña el tener una política de unidad, de trabajo y de amor entre los españoles.
La unidad es tan necesaria en la guerra como en la paz. Podemos, por otra parte, afirmar que en el mundo apenas existe la paz; la vida es lucha, competencia y rivalidad, y el que se duerme, el que no se defiende, el que no trabaja, el que no se prepara para ese combate, sucumbe ante la marcha arrolladora que el mundo lleva.
No son solamente los bienes materiales los que hemos de defender, sino nuestros bienes tradicionales, nuestros tesoros y nuestras riquezas espirituales. Y lo mismo que en los tiempos fatídicos de la República, por nuestra falta de unidad, fueron amenazados aquéllos, que se salvaron por la espiritualidad de nuestro pueblo, con mayor motivo puede ocurrir en el naufragio del mundo, si no sabemos mantener firmes, con nuestra unidad, nuestras creencias, nuestras recias tradiciones y si no nos esforzamos todos en lograr una sola voluntad, que es el servicio de la grandeza de la Patria.
Siento el no poder, como antaño, perderme en el encanto de vuestras calles, contemplar vuestros monumentos, visitar vuestras calas y playas doradas; pero, en fin, el ser Jefe del Estado es casi no ser persona, es ser el servidor de los demás, el centinela sin relevo, el esclavo del deber. En este sentido, espero algún día tener la felicidad de venirme de incógnito por vuestras costas, de poder estrechar nuevamente vuestras manos, de hablar con los amigos y de dejar aquí, de nuevo, un pedazo de mi corazón.
¡Arriba España!