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Tal día como hoy, pero en 1960, el Caudillo visita Gerona y da este discurso desde el Ayuntamiento:
Gerundenses y españoles todos aquí congregados:
Gracias por vuestro entusiasmo y vuestra fe en este acto grandioso de afirmación nacional y de identificación política, por este hermoso cuadro en que, reunidos los hombres de la provincia con los de la capital, exteriorizan esta afirmación de fe, esta confirmación de confianza y de seguridad en los destinos de nuestra Patria. Yo quisiera traer a esta provincia española a los hombres que por ahí murmuran, en especial a los que se mueven fuera de España, para que vieran esta realidad democrática de un pueblo identificado con su Régimen, con su Gobierno y con su conductor; que pudieran conocer esta ,realidad política española, para que se les quitase para siempre la esperanza de que España pueda dar un viraje. En España no puede haber un cambio y no puede haber variaciones, porque esta hora de plenitud, esta realidad de resurgimiento y esta vuelta a la fe y a la esperanza las hemos conquistado con la sangre de nuestros mejores.
La Historia, por otra parte, nos enseña a todos cuáles han sido los sacrificios que España sufrió por una mala política, por abrazar un sistema político que no iba y que encerraba un fraude constante a la voluntad de la Nación por la permanente desasistencia de que fuisteis víctimas las provincias españolas.
No tendríamos nosotros las tareas que hoy se nos presentan, si no se hubiese abandonado la Nación durante tantas décadas, si la voluntad del pueblo, los anhelos: de las provincias y las aspiraciones de los españoles hubieran sido recogidos y tenido una efectividad en la política de los Gobiernos.
Esta identificación y comunidad del pueblo con su Gobierno es una realidad que podemos hoy mostrar al mundo. No buscamos formulismos democráticos hipócritas y vacíos, sino realidades de democracia efectiva. Queremos que las aspiraciones del pueblo, que sus anhelos, lleguen a conocimiento de los gobernantes y sean traducidos en hechos, como ha venido sucediendo en estos veinte años difíciles que hemos pasado y que se convirtieron en esa suma de bienes espirituales, patrióticos y sociales que el pueblo recibió.
Es necesario que, en el examen de nuestra situación, no perdamos nunca de vista la base de que partimos. El terreno se nos presentaba movedizo y fangoso, con una España totalmente expoliada; carecíamos de una base estable, y la primera etapa de nuestra política tenía que ser la de subsistir, la de hacer por todos los medios posible la vida de España, y en esto hemos gastado una gran parte de los últimos veinte años transcurridos, luchando contra conjuras exteriores, sufriendo las consecuencias de la guerra mundial, superando los obstáculos que se nos han acumulado en el camino y demostrando que el Movimiento Nacional tiene una fecundidad, que posee una doctrina y una capacidad de realizar como no se ha conocido jamás en la historia de nuestra Patria.
Por no nos basta hoy con mirar nuestra casa y a nuestra vida interna. Somos una parte del mundo y no podemos vivir aislados de los demás. Y si nos asomamos al exterior, si miramos lo que nos rodea y las amenazas le sobre el occidente se ciernen, se encarece más que nunca la necesidad del Régimen español, que hace veinte años hemos iniciado y que, si no existiese, tendríamos de nuevo que forjarlo. Os recuerdo esto porque las amenazas que el mundo sufre no son ya los ataques tradicionales, como los que un día sufrió esta heroica ciudad, donde la valentía y el heroísmo de sus habitantes les hizo sobrevivir a la invasión extranjera. La lucha ha dejado de ser caballeresca, ya no pesa la nobleza ni pesa el valor; son las insidias y la traición lo que domina. Se persigue la división y la descomposición interna del adversario, la insurrección en su interior que haga imposible la resistencia. Esta es la doble e insidiosa amenaza que el mundo sufre. No es ya batalla franca en el campo abierto. Antes se minará al enemigo interiormente, se intentará fomentar en sus filas la traición, se le arruinará económicamente, se le lanzará a la desesperación y, cuando la insurrección haya hecho su camino y la situación esté madura, será cuando se dé el último asalto.
Ahora, en estos mismos días, nos llegan noticias que pretenden conmover al mundo porque un avión, en tiempo de paz, haya volado sobre territorios de otra nación, al parecer con fines de información. ¿Qué representa esta previsión defensiva, comparada con la permanente acción de espionaje y de subversión contra la paz interna de las otras naciones por las Embajadas y Legaciones soviéticas, o con la acción continuada de la Kominform con sus escuelas de terrorismo dirigidas a la subversión de las otras naciones, o ante la conspiración constante contra la paz en tantas naciones de Asia, África y América que venimos viviendo, o frente a los movimientos subversivos provocados en el Próximo Oriente o las guerras encendidas en China, Corea e Indochina? ¿A dónde puede haber llegado la amenaza y la insolencia? Ante la grave situación que el mundo nos presenta, y para luchar contra las amenazas y peligros que en el horizonte se vislumbran, no sirven ya los regímenes políticos que, debilitando la autoridad y el orden, acaban sucumbiendo a la anarquía y al libertinaje. Se hace necesario renovar la política, hacer que la democracia sea más sincera y no mate la unidad y la cohesión interna de los pueblos; que éstos no sean engañados y explotados por una minoría de políticos profesionales efectos a sus ambiciones; que se abran nuevos cauces por donde poder llevar hasta el Estado sus aspiraciones, y que éste se enfrente con los problemas y los resuelva en la medida que los medios de la nación permitan.
Este sistema nos dio ya veinte años de paz y nos permitió terminar esta primera etapa constructiva de poner el país en orden y lograr ya un avance considerable, en todos los órdenes, para la transformación de nuestra Patria. Damos comienzo ahora a otra nueva etapa de veinte años en que, partiendo de unas bases firmes y estables, vamos a enfrentamos con el gran problema nacional de dar satisfacción a todas las provincias españolas, con las grandes obras de regadío, de colonización interna, de vivienda, de industrialización, que harán que vuestros anhelos y vuestras aspiraciones puedan realizarse.
Esta es una realidad que perdurará por encima de nuestra propia vida, por existir un Movimiento político feliz y una doctrina política enraizada ya en la vida de España, que hará que la Nación no pueda torcerse, como lo demuestra esta afirmación nacional de esta españolísima Gerona, que es garantía de la continuidad, de la gloria y de la grandeza de España.