08-05-1954: Francisco Franco, Doctor “Honoris Causa” de Salamanca

Tal día como hoy, pero en 1939, se celebró el primer sorteo del denominado cupón “prociegos” de la Organización Nacional de Ciegos. Por aquel entonces, los cupones constaban de tan sólo tres cifras, los sorteos eran provinciales y la gestión de la institución estaba en manos en buena medida de la Administración del Estado que nombraba al máximo responsable, denominado Jefe Nacional.

También, un 8 de mayo, pero de 1954, Francisco Franco visita la Universidad Pontificia de Salamanca donde es nombrado Doctor “Honoris Causa”, y pronuncia estas palabras:

Eminentísimo señor; excelentísimos señores; doctores; sacerdotes y religiosos aquí congregados:

Comprenderéis que poca autoridad pueden tener mis palabras no obstante esta investidura en este Colegio de Doctores. De poco os voy a servir como doctor «honoris causa», de Derecho Canónico. Ahora bien: si observamos al mundo, si examinamos y profundizamos en la sociedad, entonces podemos confesar que estamos en plena batalla, y yo creo que, como soldado que soy, sé algo de batallas, y en este camino algo puedo serviros.

Habéis oído voces autorizadas que durante este año del centenario os han hablado de las glorias de Salamanca, y habéis pensado, sin duda, que al hacerme aquella Universidad civil el honor de crearme doctor «honoris causa», le faltaba el complemento de aquella otra rama que compartió su gloria, que es hoy la Universidad Pontificia. Por eso habéis querido escoger este día y este momento para hacerme este honor.

La voz autorizada del Primado de las Españas os explicó perfectamente cómo es incomprensible la separación de la Iglesia y el Estado. Esta separación es adecuada en las sociedades o en las naciones que pasan por la desgracia de no tener una sola y única fe; pero no es aceptable cuando por su fe verdadera y única, una nación quiere llevar el titulo de católica. Aquella frase de la moneda del Evangelio de «A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César» no tenía lugar en una sociedad católica, sino en la sociedad pagana, donde nacía el Evangelio. ¿Me queréis decir, en una sociedad católica, dónde acaba lo temporal y dónde empieza lo católico?
Si la vida temporal es medio para alcanzar otro fin, ves la sobrenatural el objetivo de nuestra vida, ¿cómo vamos a prescindir en esta vida temporal de aquello que es bueno para el fin para que fuimos creados…? Veis cómo, sin querer, por hablaros de lo temporal, acabo metiéndome en Teología…
Los católicos no pueden tener de la vida más que un sentido teológico. Y no se puede ser católico, como algunas veces he dicho, sin ser católico con todas las consecuencias, y si somos católicos con todas las consecuencias hemos de hacer que la vida temporal discurra obediente a la ley divina y no contra esta ley.
Por eso el resurgimiento de la Universidad Pontificia de Salamanca, como de los seminarios en España, con esa floración de vocaciones que en toda la geografía española contemplamos, constituye para nosotros los españoles una satisfacción, para los hombres civiles, para los militares, para los que no estando como vosotros al servicio directo de Dios, tenemos, sin embargo, una responsabilidad que, si a todos alcanza en cierta medida, es muy superior para los que tenemos la responsabilidad de conducir un Estado.

Por eso, cuanto hayamos hecho o podido hacer por la Universidad Pontificia, por la grandeza de los Seminarios, que vosotros superestimáis, por la comparación que hacéis con los años malos y persecutorios, es, sin embargo, el cumplimiento estricto de un deber de gobernante consciente de su responsabilidad que no quiere llegar a la otra vida con las manos vacías.


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