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Por Carlos Fernández Barallobre.
En la mañana del marte 27 de julio de 1965, el Jefe del Estado Francisco Franco era investido como doctor “honoris causa” por la Universidad de Santiago.
El Caudillo de España, acompañado por su esposa Carmen Polo, hizo su entrada a las doce y media en punto en la Facultad de Ciencias, mientras la banda municipal de Santiago interpretaba el Himno Nacional.
En la puerta de la Facultad, el Generalísimo y su esposa fueron cumplimentados por el ministro del Ejército, teniente general Menéndez Tolosa; capitán general de la VIII Región Militar, Teniente General Ramírez de Cartagena; gobernador militar de la plaza, en compañía de los cuales el Caudillo revistó a las tropas que le rindieron honores.
A continuación, fueron saludados por los miembros del Gobierno; el cardenal Larraona, prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos, y el cardenal arzobispo de Santiago, doctor Quiroga Palacios. El ministro de Educación Nacional, señor Lora Tamayo, presentó al Jefe del Estado a los rectores de todas las Universidades españolas, decanos de diversas Facultades y claustro de profesores de la de Santiago.
El Caudillo penetró en el aula magna de la Universidad, a los acordes del Himno Universitario y con todo el público puesto pie acompañado del rector magnífico, doctor Ángel Jorge Echeverrí, y del que iba a ser padrino de la ceremonia, el doctor Luis Iglesias, decano de la Facultad de Ciencias.
Acto seguido se procedió a la ceremonia de la investidura. El padrino de la ceremonia, tras pedir la venia al señor Rector e inclinando la cabeza ante el jefe de Estado, inició la ceremonia de investidura de doctor “honoris causa” del Jefe del Estado, don Francisco Franco Bahamonde, pronunciando un discurso en el que comenzó señalando que, en razón de su cargo de decano, tenía el privilegio de apadrinar y hacer el elogio de tan egregio doctorado, “en el que concurren las condiciones a que se alude en la iniciación de este ritual, cuando, después de pedir audiencia al señor rector, se dice: «Merita ejus magister et opera pro eo loquuntur». (Sus méritos, su magisterio y sus obras están hablando por él).
El doctor Iglesias agregó que consecuentemente con la ciencia que él profesaba, equiparaba las obras, las enseñanzas y los méritos del doctorado a una experiencia científica biológica, mediante la cual consiguió restaurar el biologismo normal de nuestra patria. “El método” -continuo el decano- “seguido para alcanzar estos fines, las vicisitudes por las cuales se ha pasado en las distintas fases de esta experiencia, están en el ánimo de todos nosotros, puesto que la inmensa mayoría de los que aquí estamos las hemos vivido, y todo ese conjunto de actuaciones y resultados constituyen su mérito, su enseñanza, su obra, en suma la tesis doctoral del nuevo doctor que está escrita en el gran libro de la Historia con caracteres indelebles, de les hechos realizados y de los efectos conseguidos, marcando un capítulo de la Historia de España”. “En cuanto a las conclusiones”,-añadió-, “bastaría la de haber conseguido para España, en la fecha actual, veintiséis años de paz.”
“Pero, además de lo expuesto, que he comparado a un experimento científico biológico habla a favor del nuevo e ilustre doctor su actuación, no de una forma figurada, sino genuina, auténtica, protegiendo las ciencias puras y aplicadas, tanto en el más alto nivel cultural de toda la nación, como es el medio universitario, como en las distintas instituciones dedicadas a las más diversas especialidades, y fomentando el perfeccionamiento docente y de investigación de nuestra vida intelectual, tan bien puesta de manifiesto en el trabajo que con el título de “La investigación científica” publicó en el 63 nuestro ilustre compañero y jefe, don Manuel Lora Tamayo, ministro de Educación Nacional, en el que se analizan minuciosamente todas las instituciones científicas que con el patrocinio de V. E. se han creado en España”. El final de la intervención del decano fue acogida con una cerrada ovación
Seguidamente el rector anunció el otorgamiento del grado de doctor “honoris causa” por la Facultad de Ciencias al Caudillo de España y delegó en el señor Iglesias, padrino del doctorado, el acto de investirle de los distintos atributos doctorales.
El público, puesto en pie, aclamó y vitoreó con una larga ovación al Caudillo mientras los recibía.
Terminada la ceremonia de la investidura, el padrino acompañó al Jefe del Estado hasta el escaño doctoral, en el que tomó asiento, después de ser abrazado por aquél.
A continuación el rector magnífico abrazó al Jefe del Estado y también lo hicieron los restantes rectores de las Universidades Españolas, vicerrector decanos y claustro de Universidad de Santiago, como gesto de bienvenida su nuevo compañero de Facultad.
Acto seguido el Caudillo, con el ceremonial de ritual de grados, prestó juramento ante los Evangelios.
De seguido tomo la palabra el Rector Magnífico de la Universidad, quien dirigiéndose a los presentes dijo cumplir con el rito del ceremonial para la investidura de”honoris causa”, al pronunciar la gratulatoria, o discurso de bienvenida al nuevo doctor.
“En el discurrir histórico de nuestra Universidad”-comenzó diciendo el doctor Echeverri- “, el título de doctor “honoris causa” ha sido otorgado en limitadas ocasiones y en esta alcanza el mayor relieve al hacerlo en favor de S. E. el Jefe del Estado español, don Francisco Franco Bahamonde, que añade a su destacada figura como gobernante, la de prestar apoyo a la cultura que es la que define a los pueblos y su situación en la comunidad de valores del espíritu».
El Doctor Echeverri continuó diciendo: «En la visita con que Vuestra Excelencia nos honró el curso pasado, habéis contemplado desde una balconada de este edificio de la Ciudad Universitaria colegios mayores que llevan el nombre de fundadores de nuestra Universidad: San Clemente y Fonseca, como recuerdo de estos maestros inolvidables, y a su lado, el que lleva vuestro nombre: Generalísimo Franco. Quizá os interese saber que ese colegio mayor fue hecho con el apoyo de toda Galicia y de Hispanoamérica.”
“Aún hoy llegan donativos que expresan el cariño hacia la Universidad, unida a la sociedad por unos patronatos entonces ya existentes y que hoy vuelven a revalorizarse dentro de los nuevos caminos que sociedad y Universidad recorren apoyadas la una en la otra. Esos colegios mayores son, como Vos deseáis, formadores de hombres íntegros, que España precisa para el mañana, lleno de esperanza y de realidades.”
“Una ‘de las Facultades de nuestra Universidad, la de Ciencias, se honra hoy en investiros doctor «honoris causa», y toda la Universidad de Compostela, emocionada, os (recibe y os abre las puertas para que en este acto, se confirme el justo tributo de pleitesía que merecéis por haber logrado conservar la fuerza y la pureza de una cultura occidental.”
“Yo desearía, Excelencia” —finalizó el Dr. Echeverri—, “que al recibir esa muceta de color azul que cubre vuestro pecho penséis en el corazón de la Universidad española que hoy late al unísono con el vuestro, unidad tan querida y deseada por todos. La medalla del alto Magisterio qué he tenido la honra de colocaros lleva los símbolos de nuestra Universidad. Nadie mejor maestro que vos, ya que vuestra vida, como dijo en esta misma Alma Mater el señor ministro de Educación Nacional, está llena de magistrales lecciones experimentales de táctica militar y de genio político.” Las palabras finales de Rector fueron acompañadas de grandes aplausos.
Seguidamente el Rector Magnífico de la Universidad Compostelana impuso al Generalísimo la medalla y le hizo entrega del diploma correspondiente, momento en el aula magna de la Universidad con el público puesto en pie se escucharon de gritos de ¡Franco! ¡Franco! y una ovación estruendosa que duró varios minutos.
De inmediato el Caudillo de España hizo uso de la palabra y pronunció el siguiente discurso como nuevo doctor Honoris Causa: «Magnífico señor rector, señores catedráticos y doctores, señoras y señores: No se os puede ocultar la grata emoción que me produce este solemne acto en que me honráis con la investidura de doctor «honoris causa» por la gloriosa Universidad de Santiago de Compostela, encuadrado en el claustro de doctores de vuestra Facultad de Ciencias. Emoción de doble signo, porque como militar, al nutrir mi formación en los principios científicos que cultiváis y difundís, admiré siempre la noble ejecutoria de vuestro magisterio, y como gallego de nacimiento aunque no llegué a vuestras aulas por la distinta trayectoria de mis estudios, participé de la influencia de vuestra irradiación cultural y sentí el orgullo de encontrarme académicamente cobijado en nuestra común “Alma Mater”.
El Rector Magnífico de la Universidad Compostelana hace entrega al Generalísimo Franco de la medalla y del diploma como nuevo doctor “Honoris Causa”,
“Desde aquellos principios de mi vida escolar hasta el momento que vive hoy el mundo, se ha operado una honda transformación en la esencia y proyección de las ciencias que cultiváis. Sin duda, hasta 1940 y durante un período de cien años, tuvo lugar una amplia revolución científica, pero de esa fecha a hoy, en menos de un cuarto de siglo, el cambio ha sido explosivo, con una fascinante penetración en el mundo de lo tenido por infinitamente pequeño, como el núcleo atómico o el núcleo de la célula, y en el de la infinita dimensión que representan los vastos espacios siderales”.
“Y es doloroso considerar que fue la II Guerra Mundial, como años atrás la anterior, en distinta escala, causa indirecta de esta intensa y extensa promoción científica. Hay una estrecha relación entre estas luchas de exterminio que son las guerras y el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Movilizadas éstas por un elemental principio de supervivencia, unas veces contribuyen a la desolación; pero otras, felizmente las más, conducen al bienestar y la salud. Triunfan los países que contaban ya con una ordenación científica investigadora y una estructura técnica capaz de una pronta adaptación al desarrollo necesario y, al ensancharse por imperativos del momento, en tensa y permanente disposición de científicos y técnicos, permite una integración de equipos en ritmo tal de iniciativas y ejecución que alcanza, a través de una investigación dirigida por exigencias de cada día, los más revolucionarios logros capaces de modificar sustantivamente nuestros conocimientos científicos y abrir las más vastas perspectivas en órdenes diversos de la aplicación.”
Conocéis mejor que yo las nuevas adquisiciones con que el acervo científico se ha enriquecido en este período de vértigo.
Las investigaciones sobre energía atómica permiten el descubrimiento de cuatro nuevos elementos; se concibe y realiza el Radar que, si prestó en su origen inestimables servicios bélicos, en periodo de paz reduce considerablemente los peligros del tráfico marítimo, terrestre y aéreo y es capaz de predecir fenómenos meteorológicos a distancia.
La necesidad de sustituir unos metales por otros en las aleaciones especiales para economizar las grandes cantidades que se precisaban, nos ha proporcionado nuevos métodos para el beneficio de minerales pobres y aún para el empleo de metales que antes sólo tenían un interés científico. El progreso en la química de los materiales plásticos, con exigencias mecánicas y físicas prefijadas para su empleo en una diversidad de artefactos, se proyecta después en el desarrollo de las fibras sintéticas de diversa naturaleza y en el de las más variadas estructuras de muy diferente utilización. En el orden de la salud pública, y como un ejemplo más, la importancia del descubrimiento de los antibióticos se hace de efectivo beneficio a toda la Humanidad, desde el momento en que la necesidad apremiante de disponer de ellos, acució el trabajo de los especialistas hasta la puesta a punto de instalaciones para la fabricación a escala industrial de la Penicilina, primero, y, ya después, de los demás antibióticos que llegan a cubrir amplios espectros de enfermedades infecciosas.
Todavía es oportuno recordar, en un trasplante del mundo de la guerra al mundo de la paz, los progresos en estadística como consecuencia de los estudios iniciados para obtener el máximo partido posible de los recursos limitados de las fuerzas aéreas. La investigación operativa nació con este origen como método que permita dotar al personal ejecutivo de una base cuantitativa para determinar las mayores o menores posibilidades de éxito de todas aquellas operaciones encomendadas a su responsabilidad. Aplicada inicialmente a los perfeccionamientos introducidos en los puestos de mando de aviación de Caza, defensa antiaérea y protección de costas, ha podido ser transportada después a los problemas de tráfico, a los de productividad y rendimiento industrial, a los de inspección y entretenimiento y aún a la racionalización de la investigación misma y sus aplicaciones industriales.”
Esta es la obra benefactora de la Ciencia, a la que hay que rendir el más explícito homenaje de un admirativo reconocimiento.
Y es justamente la que nos permite pensar en que con espíritu superior nos preste la ayuda que el mundo necesita en su previsible desenvolvimiento tenemos a la vista un asombroso crecimiento de población para los años que se avecinan. Son dignos de consideración los datos estadísticos correspondientes al desarrollo últimamente registrado en los aspectos demográfico, agrícola .industrial y científico por un gran número de países, como denunciante de una arrolladora progresión en los primeros. Para los expertos de las Naciones Unidas, la cifra de habitantes del mundo crecerá en los cuarenta años próximos en unos 3.500 millones de personas, mientras que en 1961 años después de Jesucristo, aumento 2.500 millones.
El gran problema con el que ha de enfrentarse el mundo en tan breve plazo, dentro del hondo sentido cristiano, es el de asegurar la nutrición de esta creciente comunidad, que exigirá triplicar la producción de alimentos. Un sabio economista alemán, que lo estudia racionalmente, con amplia documentación estadística, se muestra optimista respecto al futuro con tal de que se exploten apropiadamente, aunque sólo sea de un modo parcial, los grandes recursos potenciales que posee, a este respecto nuestro planeta que sería atender, como objetivos fundamentales, la ampliación del terreno cultivado, el aumento de su rendimiento por unidad de superficie y el aprovechamiento intensivo de las posibilidades que ofrecen los mares como fuente de alimento para el hombre.
El caudillo de España Francisco Franco, lee el discurso como nuevo doctor Honoris Causa por la facultad de Ciencias de la universidad de Santiago de Compostela.
Tan sólo una décima parte de las tierras emergidas son hoy objeto de explotación en el mundo y, por los informes de las organizaciones internacionales a través de sus publicaciones que enfocan la evolución futura, puede afirmarse que es posible aumentar a más del doble la superficie de tierras cultivadas en los cuarenta años próximos, con, sólo una parte de las reservas disponibles. El incremento de los regadíos, las implicaciones de la mecanización, el más perfecto conocimiento analítico del terreno y, en función de él, la influencia de los fertilizantes, el uso de plantas seleccionadas y el desarrollo de los plaguicidas, cada día mejor relacionados estructuralmente con las concretas exigencias fitopatológicas, han de hacer posible una elevación de rendimientos. Con él y la considerable riqueza pesquera que atesoran los mares, muy desigualmente, explotados, se estima que el incremento de la producción de alimentos que el mundo necesita para el aumento de la población previsible podría estar asegurado con las actuales posibilidades de la ciencia y de la técnica.
He aquí grandes y atrayentes tareas a que científicos y. técnicos del mundo son llamados permanentemente en amplia movilización. Sus trabajos beneficiarán de modo inmediato al propio país, pero alcanzan al universo entero en una inexcusable solidaridad internacional para la que la ciencia constituye siempre un substrato común. En la necesidad de acometerlos radican los fundamentales motivos que obligan a la protección de la Ciencia por los estadistas de todas las naciones y hace indispensable un clima de franca comprensión en la opinión pública. Comprensión ésta que ha de conducir al convencimiento de que los grandes hallazgos, como las grandes realizaciones son obra dé nutridos ejércitos de estudiosos distribuidos en sin numeras parcelas de la creación científica, no pocas veces distanciadas del logro final alcanzado, pero sin las que éste no hubiera sido posible.
Todo movimiento científico, en efecto, precisa enraizarse en la propia esencia de la política de los pueblos y por ello reclama el concurso de un estado de opinión que valora suficientemente sus efectos y sus exigencias. La difusión de la Ciencia es un problema que ofrece singular relevancia en cualquiera de sus niveles. El conocimiento de los progresos científicos, aún entre los hombres de la misma especialidad, moviliza nuevos sistemas de documentación para agilizar la consulta en esa enorme acumulación bibliográfica que hoy se produce; el acercamiento a la industria de los resultados de la investigación que pueda ser motivo de aplicación, preocupa a todos los pueblos en un objetivo de acortar lo más posible la distancia entre el descubrimiento científico y su posible aprovechamiento; pero la divulgación de la ciencia hasta llegar al hombre medio, se hace ya necesidad imperiosa en una formación cultural íntegra. La idea de unos cursos científicos para los no científicos, puesta en práctica por algunos países es, sin duda, un remedio a esta sentida exigencia; pero es en todo caso precisa una difusión más vulgarizada a través de la Prensa y los medios audio-visuales, sin descuidar en ella la indispensable conexión entre las ciencias naturales y las del espíritu, sublimadas en una preocupación última por el hombre y su destino.
A la Universidad cabe la gloria de promover la reacción en cadena de esta expansión científica. Ha sido obra de los universitarios y, a través de ella, se enlazan unas culturas con otras en una auténtica comunidad de naciones que ofrece oportunidad única para influenciar la Historia de Occidente.
Porque hoy existen grandes áreas de la investigación científica que, por no ser accesibles a todos los países, obligan a acciones conjuntas, y otras en las que se requieren planes coordinados para alcanzar un avance en el conocimiento. Inteligencia entre los hombres y los pueblos a través del saber, lo más noble de las manifestaciones humanas, puesto al servicio de la convivencia y la comprensión.
Es por ello preocupación nuestra desde este puesto de responsabilidad en que la vida nos ha situado, la de procurar el crecimiento y fuerte desarrollo de la Universidad española, para que sus medios de trabajo le permitan el diálogo, a igualdad de nivel con las demás Universidades en un auténtico mercado común de saberes por el que lograremos caudales de prestigio y de conocimientos que configuren nuestra propia fisonomía científica. Ante el panorama del mundo, la tarea de crear y transmitir la ciencia, que compete a la Universidad, ha de encontrar el apoyo más decidido y creciente de mi Gobierno, en la necesidad de dotarla de equipos instrumentales y de personal que permitan una eficiente coordinación, potenciadora de los esfuerzos individuales.
Conozco las dificultades que encontráis ante el crecimiento de la población estudiantil, y el denodado esfuerzo que lleváis a cabo para mantener vuestra enseñanza al más alto nivel.
Para vuestra íntegra vocación, que hermana enseñanza e investigación en un mismo quehacer académico, las exigencias de aquélla dificultan, bien a vuestro pesar, el desarrollo de esta en situación que hemos de ir superando con el incremento en el número de vuestros colaboradores. Y es así como podréis ensanchar el campo de la actividad investigadora, abordando nuevos dominios y haciendo posible la interconexión disciplinar, cada día más necesaria en temáticas de trabajo que exigen la convergencia de direcciones y especialidades distintas.
Toda nuestra trayectoria, si la examináis atentamente, conduce a ayudaros en estos objetivos., En un orden estructural y para llevar los problemas científicos al seno del Gobierno, constituimos la -Comisión Delegada de Política Científica que se reúne a nivel ministerial, para conocer y estudiar los problemas de esta naturaleza, con exclusión de todo otro que no tenga conexión con ellos. Independientemente de la atención que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas venía concediendo a la Universidad, se ha dotado un crédito para fomentar la investigación en ella, que ha de seguir creciendo en años sucesivos; se abre con el «Fondo Nacional para la Investigación» la posibilidad de que nuestras universidades soliciten de él subvenciones para instrumental científico de elevado coste; en un orden de creación de equipos de trabajo, se han arbitrado dotaciones que permitan una dedicación plena a las tareas académicas y por la reciente ley, aprobada en la última sesión de las Cortes, se incrementa el cuadro docente con la figura superior del profesor agregado y se estructuran funciones enseñantes e investigadoras en los nuevos departamentos, que han de dar vida activa y floreciente al quehacer universitario.
Desde el principio de mi mandato y, aún antes de él ha imperado en mi ánimo la idea de una indispensable política de desarrollo y perfeccionamiento de la Universidad. A medida que las posibilidades lo han ido permitiendo han atendido a él los distintos gobiernos que se fueron sucediendo, y hoy, que con el desarrollo económico que nos preponemos alcanzar y aún por exigencias naturales de este propio desarrollo, nos es más posible y necesaria la expansión, hemos de proseguir, con empeño creciente, considerando la gloria de la Universidad española como florón de este período nuestro. Sean pues para vosotros, señores catedráticos y doctores, mis más sinceros ofrecimientos para vuestros problemas, que son míos también, y mis más cordiales votos por el éxito ininterrumpido de vuestras tareas científicas en las distintas facultades.
En cuanto a esta Facultad de Ciencias a cuyo claustro me incorporo hoy por vuestra bondad, conozco bien cuáles son sus merecimientos y categoría. Aquí, en esta Universidad, alejada del centro dinámico de la vida intelectual española, en el ambiente acogedor, por recoleto, para li hombre de estudios, de esta ciudad compostelana, se han forjado escuelas de hombres de ciencia en un trabajo investigador que, como en otros casos felices, traspasó nuestras fronteras. Aquí se formaron catedráticos, investigadores, técnicos de la industria que difunden sus saberes en otras universidades y otras, empresas y aquí se ha hecho investigación de rango internacional en pesos atómicos y en química de productos naturales. Me siento feliz al formar parte de un claustro que tanto prestigio ha dado a la Universidad española.
La ejemplaridad de esta vida académica, íntegramente vivida, ha de ser luminar permanente para las promociones de estudiantes que llegan a estas aulas ávidos de saber. Son de la misma indestructible sustancia de aquellas gloriosas, promociones de hace treinta años, pero vienen ahora bajo el influjo turbulento de un mundo que cambia tan rápidamente de fisonomía, justamente por obra y gracia de unos saberes científicos que, en su constante renovación, se proyectan en fuerte irradiación sobre lo social como sobre lo político, y aún sobre lo religioso. Hay que comprenderles para saber orientarles y responsabilizarles de modo que se salven para la grandeza patria la nobleza de sus innatos sentimientos y los caudales de energía de una mocedad de prometedora madurez. La pujanza de vuestra actuación académica, señores profesores, ofrecerá la mejor canalización a esta torrencial vitalidad que hemos dé ver llegar hasta nosotros con el más esperanzado optimismo.
Muchas gracias, señor rector y señores catedráticos. Desde hoy me tenéis, como un doctor más de vuestro claustro, en comunidad de amores por vuestra universidad y de aspiraciones por su elevación y perfeccionamiento.”
El público, puesto en pie, tributó una larga y gran ovación al término del discurso del Jefe del Estado.
Tras la interpretación del himno Nacional, el maestro de ceremonias invitó al claustro de profesores a que abandonara el aula magna de la Facultad de Ciencias, y sus miembros desfilaron ante el Caudillo.
El Generalísimo, acompañado de los ministros del Gobierno que asistían al acto, y autoridades, abandonó, instantes después, el aula magna de la Facultad de Ciencias de la Universidad santiaguesa, que en esa ocasión, debido a obras que se estaban realizando en el Paraninfo de la propia Universidad, albergó aquel tan importante acto académico, dirigiéndose al salón del rectorado, donde se celebró una breve recepción.
A las dos de la tarde, el Jefe del Estado y su esposa abandonaron la Facultad de Ciencias, en medio de grandes aplausos y aclamaciones de los rectores, decanos, catedráticos y profesores universitarios, para ir al Hostal de los Reyes Católicos.
En la explanada de la residencia de estudiantes se hallaba congregada una gran muchedumbre que aclamó incesantemente al Caudillo.
En la plaza del Obradorio el público, numerosísimo, repitió sus vítores y aclamaciones. El Caudillo y su esposa, Carmen Polo de Franco, acompañados del séquito y personalidades, penetraron en el Hostal de los Reyes Católicos, donde poco después el Claustro Universitario les ofreció un banquete oficial, con motivo de su investidura como doctor “honoris causa” de la Universidad compostelana, Sección de Ciencias.
P/D. En noviembre de 2009, la “valerosa y siempre diligente” universidad de Santiago de Compostela, a través de su consejo de gobierno, acordaba “por unanimidad”, 41 años después de su entrega, retirar el título de Doctor Honoris Causa en Ciencias al Generalísimo Francisco Franco Bahamonde, por considerar que este “no reúne méritos científicos ni personales” para tal distinción y porque su concesión se hizo cuando la institución carecía de “autonomía”. Es sin duda “acojonante” y llama poderosamente la atención por su maldad, mentira y sectarismo que el entonces rector de la universidad de Santiago, otro “esforzado, intrépido y bizarro” tipo, llamado Senén Barro, de quien dicen que es un cultísimo personaje, considerase, junto a su consejo de gobierno, que Franco “no reúne méritos científicos ni personales” y que la Universidad compostelana carecía de autonomía. Falacia y mentira.
Basta tan solo volver a mencionar las palabras del padrino del doctorado, el decano de la Facultad de Ciencias doctor Iglesias Iglesias que dijo sobre Francisco Franco:” su mérito, su enseñanza, su obra, en suma la tesis doctoral del nuevo doctor que está escrita en el gran libro de la Historia con caracteres indelebles, de los hechos realizados y de los efectos conseguidos, marcando un capítulo de la Historia de España”. “En cuanto a las conclusiones”,-añadió-, “bastaría la de haber conseguido para España, en la fecha actual, veintiséis años de paz.” Y sobre todo, esto de mi cosecha, pero tan real como la vida misma, ser el único militar en la historia mundial que venció al malvado comunismo en el campo de batalla. Sin duda uno de los mejores militares de la historia universal mostrada en su dilatada carrera como estratega en la ciencia de la guerra y como impecable estadista que elevó a España a ser la octava potencia industrial del mundo.
Por cierto el eminente doctor, el vigués Luis Iglesias Iglesias, catedrático de Biología General en la Facultad de Ciencias de Santiago de Compostela, y padrino del doctorado “honoris Causa” del Caudillo de España, Francisco Franco, está considerado como uno de los mejores entomólogo de España, sin duda el mejor de Galicia, que reunió una colección de más de seis mil ejemplares de insectos, de extraordinario valor científico e histórico, que se conserva en el Museo que lleva su nombre en Santiago de Compostela. Ocupó en su extensa carrera de 1930 a 1965 diversos cargos académicos y científicos, entre ellos el de vicerrector y rector de la Universidad de Santiago; administrador general, vicedecano y decano de la Facultad de Ciencias; cofundador y presidente del Seminario de Estudios Gallegos, presidente del Patronato Rosalía de Castro, miembro de la Real Academia de las Ciencias de Galicia y jefe de la sección de Biología Aplicada del Patronato Alonso de Herrera (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC). O sea un personaje de una talla acrisolada, aunque creo, en mi opinión, “inferior” a las actuales “eminencias” que deslumbran en la España actual por su “sapiencia” llamadas Pedro Sánchez Pérez-Castejón “doctor Cum fraude, ducho en profanaciones”; Pablo Iglesias Turrion. Profesor universitario seguido por un “incalculable” cantidad de alumnos, ávidos de sus enseñanzas magistrales en el campo femenino. O esa “lumbrera” llena de humildad, “catedrático charnego” en cajas de cartón, llamado Juan Gabriel Rufián. Sin olvidarme del “egregio” Arnaldo Otegui, maestro en extorsión, secuestro y terrorismo y las “eximias y eximios” Irene Montero, la Chiqui Montero, Carmen Calvo “el dinero no es de nadie”; “Bibelot” Calviño, Masonazo Bolaños; Ortuzar “pedagogo” del partido de los negocios vascos; el “avezado” sedicioso Juqueras; “boca de buzón” Nogueras, Pam, Pim y Pom y otras gentes del montón. ¡Vaya, que ni el siglo de oro!
Sin embargo el rector de la universidad de Santiago, Senén Barro creyéndose por encima del bien y del mal y no respetando en absoluto la decisión de sus antecesores, advirtió de que no pretendía revocar el acto administrativo de concesión, pues sabía que no podía, pero sí borrar a Franco de la lista de personas honradas con el título de doctor honoris causa de la universidad compostelana. Según sentencias de varios tribunales españoles, ante los ataques desaforados, llenos de odio y rencor de socialistas y comunistas, en estos últimos años, de retirar medallas y honores a distinguidas personalidades de la España franquista, la normativa sobre honores no contempla que se puedan retirar con efectos retroactivos y, en todo caso, continuarán disfrutándolos con todos los derechos, honores y prerrogativas. Por mucho que llore falsamente emocionada, enfundada en modelitos carísimos, su cirugía, sus peinados de “estúpida niña progre” con la retirada de las medallas del mérito del trabajo a Francisco Franco, José Luis Arrese, José Antonio Girón de Velasco, Cardenal Enrique Pla y Deniel, Juan Yagüe Blanco, José Solís Ruiz, José María Fernández de Ladreda y Menéndez Valdés, Jesús Romero Gorría, Félix Huarte Goñi y José León de Carranza y Gómez Pablos, la comunista Yolanda “Nariz”.
Hace unos días el número de estultos creció gracias a los miembros de la Diputación foral de Guipúzcoa, otros ¡esforzados y gallardos sujetos!, de retirar al Caudillo de España el título de hijo adoptivo de la provincia, otorgado por acuerdo de 1 de julio de 1939, y la supresión del nombramiento de presidente honorario de la Diputación de 23 de julio de 1945, nada más y nada menos que 84 y 78 años después de sus concesiones y 48 años de la muerte de Francisco Franco. “A moro muerto, gran lanzada. Rey fiero ayer para ti, mis leyendas di a respetar, y hoy que la muerte está en mí, ¡hasta tú vienes a hollar el polvo de lo que fui”!
¡Manda chover na Habana! ¡Que valentía! No caben más bobos en España. ¡Cuántos estúpidos, cretinos y tontos útiles! Pero sobre todo ¡malvados, canallas y ruines! Sin duda la historia los enviara al último lugar del menosprecio. Y si hay justicia algunos caminito Jerez. Pero el verdadero, no el que con su mentira nos indicó el juez Gómez Bermúdez, durante el juicio por los atentados del 11-M, sino el que lleva a las puertas de los penales del Puerto de Santa María.
Escribo este artículo, al amparo de la infecta, criminal, malvada, canallesca, mentirosa, llena de odio, de división entre unos españoles y otros; profanadora de cadáveres de héroes de nuestra historia, manchada con la sangre de las víctimas del terrorismo, a quienes desprecia, un auténtico fraude de ley, que ataca la unidad de España, la verdad, la libertad, la historia de nuestra Patria; que pretende por ley obligar a los españoles a pensar lo que quiere este gobierno corrupto, traidor y estulto y que incluso ataca de forma ignominiosa al patrimonio cultural, histórico y artístico de España, siendo su único y malévolo fin deslegitimar un régimen, el del Generalísimo Francisco Franco, que llevo a España a convertirse en la novena potencia industrial del mundo y de él que emanó la actual Jefatura del Estado, -no lo olvide Majestad-, llamada, de forma burda y grosera, ley de “memoria democrática”, de la cual me declaro beligerante y desafiante, recientemente aprobada, que en un párrafo textual de su sectario preámbulo dice: “El conocimiento de nuestro pasado reciente contribuye a asentar nuestra convivencia sobre bases más firmes, protegiéndonos de repetir los errores del pasado. La consolidación de nuestro ordenamiento constitucional nos permite hoy afrontar la verdad y la justicia sobre nuestro pasado. El olvido no es opción para la democracia”.
ESTA ES MI MEMORIA Y A ESO ME ACOJO. EN DEFENSA DE LA VERDAD. SIN MIEDO A NADA NI A NADIE. LA MEMORIA NO PUEDE ESTAR SUJETA A NINGUN TIPO DE LEY. ES ALGO CONSUSTANCIAL CON LA PROPIA PERSONA. NO ME VOY A CALLAR Y ME REBELO ANTE ESTE ATROPELLO DE UNA LEY ANTICONSTITUCIONAL, ABERRANTE, SOVIETICA, QUE ATACA LA LIBERTAD PERSONAL, ÚNICAMENTE PROMULGADA PARA MANTENER LA FALSA VERSION DE LA IZQUIERDA -POR ELLO NECESITAN UNA LEY QUE AMENACE CON MULTAS Y ATOSIGUE CON EL TEMOR- PARA DISTORSIONAR, PUES NO PUEDEN REBATIR, EN ABSOLUTO, LA VERDADERA REALIDAD HISTORICA DE ESPAÑA.