Honorio Feito
Desde que se hizo público que una auxiliar de enfermería estaba bajo control por el tema del ébola, se ha ido orquestando un auténtico aluvión de críticas y comentarios que ha degenerado en una alarma social. Culpables, en gran medida, los medios de comunicación y también un sector de los políticos para los que la solución a todos los problemas planteados es la dimisión del contrincante. Y, casi se puede presumir, que este asunto no ha hecho más que empezar.
Las redes sociales, que son auténticas autopistas sin limitación de velocidad, son portadoras de gran cantidad de mensajes e informes, algunos de más que dudosa veracidad, sobre el contagio del ébola y las consecuencias que este caso, y algunos otros que están bajo observación, podría tener para el resto de la población.
Hay quien ha malinterpretado el derecho a la información y el deber de informar con hacer de un caso clínico una pompa como esas que flotan en el ambiente y que, a medida que sobreviven, adquieren mayor tamaño hasta que ¡zas!, explotan y desvanecen la ilusión de quien las impulsa.
El ser humano está en permanente peligro y no precisamente por la infección de enfermedades víricas, que también. El ser humano, en las sociedades occidentales, está en peligro de contaminación informativa como la famosa adaptación de Orson Wells la Guerra de los mundos.
Hoy martes, he tenido ocasión de ver en la Primera de Televisión Española, hasta qué punto la obsesión domina a los profesionales. En la tertulia que dirige con gran maestría, al filo de las 13 horas, minuto arriba minuto abajo, esa gran profesional que es Inés Ballester, y que contó como invitado a Luis del Olmo, el debate acerca de la progresión de la auxiliar de enfermería, ingresada en el Hospital Carlos III, agotó el tiempo del programa entre debates –algunos rozando la histeria, como Loles León- y otros dejándose llevar por la banalidad… Minutos más tarde, recibo un chat de un amigo, con un texto supuestamente firmado por un doctor en Ciencias Biológicas, además de especialista en Microbiología, en el que tras afear la conducta del gobierno, por los traslados estériles de los dos religiosos que contrajeron la enfermedad en África, nos advierte sobre el peligro que corre la población española y más en concreto, la madrileña.
Hay, no obstante, un singular mensaje que subyace en el fondo de los textos, de las reclamaciones, de las protestas, de los lamentos, de la banalidad llevaba a tales extremos, y es el desgaste al Gobierno y la petición, inevitable, de la dimisión de la ministra Mato como responsable de Sanidad, como si con ello se resolviera el problema. Obvia la aparición de los políticos, en sus tareas parlamentarias y sesiones de control, exigiendo lo mismo los que habitan la bancada socialista y, en general, en la izquierda.
No me significo por ser complaciente con el Gobierno que preside el señor Rajoy, y ver a la ministra Mato desbordada por preguntas en la rueda de prensa del lunes me produce, además de tristeza, impotencia, pues ya sabemos todos lo débil que es de memoria. Pero utilizar el tema de la enfermedad del ébola, que ahora sufre –tal vez de momento, pero tal vez sólo ella- una profesional que ha estado en contacto con afectados por la enfermedad y utilizar este asunto como un arma arrojadiza contra el Gobierno o la responsable de Sanidad no me parece correcto. Y abrir los informativos, llenar las primeras páginas –y las doce siguientes- y centrar las tertulias con una noticia y lo que de ella se deriva, tampoco obedece a la práctica deontológica y éticamente correcta.
Se preocupan de que dimita la ministra, pero no de ver cómo evoluciona la enferma; si les preocupa la evolución de ésta es por asegurarse que no habrá contagio, o que las posibilidades del mismo son menores si la auxiliar de enfermería se recupera; preocupa que el Gobierno de España (tal vez en una decisión no afortunada), repatrie a compatriotas que han estado prestando servicios en países africanos que, de no haber respondido a su vocación y haber ejercido la caridad cristiana en aquellos países, tal vez ahora estarían gozando de las mieles de esta aburguesada sociedad enferma de egoísmo. Y los hay que, por asegurarse su contrato, hablan de lo que no saben, pero piden la dimisión de la señora Mato.
Aún está fresca en nuestra memoria la alarma social que produjeron los medios de comunicación con la famosa gripe aviar, llegando a instalar en los bancos y ventanillas de los ministerios y/o dependencias públicas, las clásicas botellas con jabón desinfectante… Es evidente que sobran plañideras y falta preparación, y así nos pasa.
Dentro de la ignorancia general, algunos hasta creen que Podemos, si llega al poder, tal vez pueda arreglar algo la situación.