El final del camino

EL FINAL DEL CAMINO
 
Coronel de Artillería (R) Jesús Flores Thíes     
 
Cuando un concepto o idea, por muy noble que ésta sea, se reitera de forma que puede parecer excesiva e impertinente, puede provocar efectos contraproducentes, incluso de rechazo. Esta es la razón por la que el tema de la restitución de la estatua del generalísimo Franco a la Academia General de Zaragoza lo vamos a archivar y dejaremos que Dios ilumine a quienes quiera iluminar, pero este “colectivo” que forman el autor, su sombra y su circunstancia, promete dejar en paz a amigos y enemigos porque sus posibilidades de acción ya están agotadas. Y es que cuando se escasi nadie, los objetivos que se pueden alcanzar con las propias fuerzas soncasi nada, pura utopía.    
 
Hemos de decir, para que nadie nos tache de apropiarnos de una idea, que ésta también es de otros, pocos, si echamos un vistazo a tantos compañeros, activos y “pasivos”, pero estos pocos también se mueven dentro de sus limitadísimas posibilidades. Lo que pasa es que unos hacemos más ruido que otros.   
 
Y ya que prometemos dejar aparcado este tema de la estatua, que considerábamos un símbolo del regreso de la dignidad perdida, añadiremos que será a partir de lo que vamos a decir ahora.    
 
Un sucio programa emitido por Telecinco sobre la familia de Franco vino a demostrar el enorme poder del rencor y de cobardía que ha llegado a dominar la sociedad española de forma tan brutal y aplastante, que es imposible la más mínima defensa de los ideales que llevaron a tantos españoles a luchar y morir para que España volviera a ser España. Y no por lo que se dijera en el mencionado programa, pura basura televisiva, sino por la tremenda reacción rabiosa, histérica, que se produjo en los antros de twitter y de otros foros informáticos.   
 
Lo hemos dicho tantas veces que, repetirlo ahora, aunque sea por última vez, quizá parezca excesivo, pero no tenemos más remedio que volver a hablar de la increíble e inicua actuación del Mando Militar, del que podemos decir, caiga quien caiga, que nos consideramos traicionados. Son muchos los ejemplos de estas traiciones, pero vamos a citar aquí como símbolo (ahora se dice icono…) aquella frase que dijo un JEME cuando se le pidió que tratara de impedir que quitaran la estatua de Franco de Zaragoza:“no os preocupéis, no pasará nada, confiad en el Mando”.Y el “Mando” dejó que el Ejército aceptara la indignidad de aquella operación, no ya sumisamente, incluso cooperando en ella.    
 
Si entonces ese “Mando” fue incapaz de impedir tal humillación, resulta casi una broma pensar que ahora, aunque sin la bota del PSOE sobre sus Hojas de Servicio y sus medallas, pueda este “Mando” restaurar nada, ni estatua ni dignidad ni vergüenza.    
 
Cuando, pasados los años, alguien, que no sea este “colectivo de tres”, escriba sobre esta triste época de España y de su presunto Ejército, algún lector ingenuo (si es que entonces todavía, ingenuo o no, alguien sea capaz de leer) se preguntará: ¿y cómo es posible que aquello pudiera ocurrir? ¿Cómo es posible que después de obedecer disciplinadamente a una impuesta ley infame, la de la “Memoria Histórica”, firmada por el poste que sostenía el chiringuito, no se hubieran producido suicidios en cadena?   
 
Con rara astucia, se ha puesto el ejemplo del general Franco, Director de la Academia General de Zaragoza, que aceptó disciplinadamente su cierre, pero además de tener en cuenta que aquel cierre nada tenía que ver con los efectos de una miserable “Memoria Histórica”, se silencia que su último discurso a los cadetes le proporcionó una reprensión en su Hoja de Servicios. ¿Cuántos discursos, comentarios, artículos, públicas opiniones se han dicho o escrito sobre la “Memoria Histórica”? ¿Cuánto discursos, comentarios, artículos, públicas opiniones se han dicho o escrito sobre la desaparición de la estatua de Franco de la Academia, de la que fue Director? ¿Cuántos discursos, comentarios, artículos, públicas opiniones se han dicho o escrito sobre la desaparición del Museo Militar de Montjuich o del raro montaje en el Alcázar de Toledo del desahuciado Museo del Ejército de Madrid? ¿Quién se ha quejado, desde su cargo público de la eliminación de los símbolos que había, por ejemplo, en el Hacho de Ceuta, de las lápidas, estatuas, monumentos instalados en los propios cuarteles, entre ellos los de la Legión, arrasados por el enemigo, entonces vencido, y hoy victorioso sobre unas Banderas humilladas? ¿Qué mando militar hizo el más mínimo último homenaje ante la estatua del General Millán Astray antes de que fuera eliminada de su pedestal en una plaza de La Coruña?   
 
 Lo triste es que el número de aquellos compañeros, activos o “pasivos”, que rabian y se revuelven contra tales ignominias y tales indignidades, lo hacen (lo hacemos), “por libre”. Nos escribimos y comunicamos unos con otros, pero estamos lo suficientemente aislados y alejados de toda difusión mediática, por obra y gracia del sistema y de esos “mandos” sumisos a sus vencedores, que los resultados podrían considerarse decepcionantes. Firmas excepcionales se pierden al poco tiempo en la nada, los medios de difusión de la derecha, Intereconomía, la COPE, el grupito de Losantos, ABC, EL MUNDO, La Gaceta…, nos hacen tanto caso como PÚBLICO o EL PAíS. Ellos se cierran como almejas, no quieren saber nada porque, a veces, se ponen en la vanguardia de eso que llaman “antifranquismo”, y para quienes el Ejército es sólo un globo hinchado para desfiles y para sacar a una marinera o a una “soldada” en cueros en INTERVIU.    
 
A veces se rompe ese blindaje informativo, como en el caso del coronel Alamán, cuyas declaraciones sobre lo que ha de hacer el Ejército si los separatistas de Cataluña se lanzan a tumba abierta por la independencia, ha agitado a cierta prensa, casi exclusivamente catalana, ante el silencio del “mando” militar sobre ese asalto impune catalanista a los artículos 8º y 14º de la Constitución. La clase política y la de los “medios de difusión” se juntan como una piña para defender de forma casi rabiosa a una “edila” de Los Yébenes que tiene el cerebro en la entrepierna, pero ni un solo “mando” del Ejército en activo ha defendido públicamente la postura del coronel Alamán.   
 
Hay otra rara ventana abierta, las del general Alejandre en EL MUNDO o la del general Cassinello, que razonan y escriben sobre la triste política y sobre “lo” militar, que no es actividad muy frecuente entre los comentaristas de prensa cuando se trata del Ejército.   
 
Y, por último, está la noticia triste de algún herido o muerto entre nuestros soldados destacados en misiones de “paz-guerrera”. Lógicamente, la vida dura, tensa y hasta agotadora de aquellos compañeros enviados allá lejos para apoyar la política de otros, carece de importancia informativa. Es indudable que estos militares lejos de España son la savia que mantiene la planta que, sin ellos, aquí se secaría. Conocemos el caso de militares regresados a la patria después de meses (o años) fuera, que al chocar con la realidad, sufren tal desengaño que, en algunos de ellos, desemboca en un voluntario pase a la situación de retirado.
 
Volviendo a esa triste realidad, como dijimos al principio de estos comentarios, insistimos en queel símbolo de la recuperación de la dignidad aplastada es la restauración de la estatua de Franco.     
 
¿Que es una utopía, un sueño imposible?, de acuerdo, pero sin esa utopía y sin alcanzar ese sueño, nosotros habremos perdido, pero otros, muchos generales y otros responsables del Ejército, habrán perdido mucho más que nosotros: la posibilidad de recuperar la dignidad que se dejó perder.    
 
La pura lógica nos dice que pasados los años, a lo mejor dentro de un siglo, esa estatua volverá a su lugar de origen, si es que entonces España sigue en el mapa, pero es indudable que no lo hará esta generación de “mandos”. Bueno, pasado ese “siglo”, otros lo recuperarán. No deja de ser un consuelo…
 
 

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