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Rafael Dávila Álvarez
General de División (R.)
Franco, como el
Cid Campeador, sigue en el campo de batalla. Su nombre inunda el panorama
desolador de una España que pretende ir soltando el lastre del orden moral que
la atenaza al pasado, a su milenaria historia construida gracias al sentido del
deber y el sacrificio de muchos españoles. Una pesada carga de ética y
patriotismo que España arrastra desde siglos, pero ahora con más densidad
porque todo, desde los Reyes Católicos hasta nuestros días, se
concentra en un periodo determinado y concreto: el franquismo. Franco lo
es todo. La bandera es franquista, el himno suena a Franco y gritar
viva España ni te cuento. El Rey, la religión católica, los
colegios de curas y monjas, los militares, la Legión y hasta su cabra, el
Pazo de Meirás, son tan franquistas como la paga extra, la seguridad social,
los pantanos o el TALGO. En la historia de España solo ha existido Franco.
Desde la Reconquista hasta nuestro despliegue en Irak.
La
mismísima España es puro franquismo. Si hablamos de una e indivisible, puro
fascismo, y si pronuncian aquello de una, grande y libre puede que te detengan.
Hasta la tortilla de patatas es puro franquismo. Les contaré.
La
mejor tortilla de patatas se comía y se come en Betanzos (La
Coruña), en un famoso restaurante llamado La Casilla: Gran Merendero
de Pedro Vázquez. Espléndidos jardines. Sabrosas tortillas. Así se
anunciaba a principios del siglo XX cuando fue inaugurado. Hoy es uno de los
más famosos restaurantes de España. La tortilla de Betanzos solo
tenía, y tiene, un secreto: muchos huevos y de gran calidad, gallegos
sin duda, junto a unas buenas patatas que se plantan cerca del gallinero.
Franco, buen gallego, era uno de los más fervientes clientes de La Casilla y
por tanto todos sus acompañantes en los veraneos gallegos se hacían asiduos
comensales del <
geografía española su deliciosa tortilla. Así le llegó la fama aquel bello
lugar, una de las capitales del antiguo Reino de Galicia: Betanzos de los
Caballeros.
A doña
Carmen, esposa de Franco, también le gustaba la tortilla de Betanzos y
no se le ocurrió otra cosa que llevarse al Palacio del Pardo al
cocinero de La Casilla, con las gallinas ponedoras, las patatas y las sartenes
incluidas. Pero mira por donde aquello no funcionó. Por mucho empeño que puso
el cocinero ¿o no?, las tortillas no tenían en El Pardo el sabor y
textura que en Betanzos. Y es que cada cosa en su sitio, y yo diría que en su
momento.
Regresó
a su añorada tierra el maestro cocinero satisfecho de su paso por Madrid y de
convivir con el Jefe del Estado, pero intranquilo por no haber conseguido el
propósito para el que allí le reclamaron. Dicen que estuvo mucho tiempo
preguntándose en voz alta: ¿Por qué sería? Porque por falta de huevos no fue…
Allí los había y bien gordos. ¿Por qué sería…?
Más
conocido es Betanzos por sus huevos y patatas que por otras muchas interesantes
cosas, incluso que por el hecho histórico de guardar en su Museo das
Mariñas la bandera del Gobierno de la II República en el exilio.
Pocos lo saben. Cosas que van y vienen, para volver e irse.
Pero
es historia, anécdotas de una historia que ahora se pretende reescribir e
inventar desde una posición, ambigua unos, falsa, perversa y agresiva otros.
He
empezado con anécdotas para terminar muy en serio. Quien quiera saber que lea y
estudie. Pero no hablen de oídas. Al menos filtren lo que escuchen con ética y
rigurosidad.
No
es el mal llamado franquismo a lo que aluden los soportes de las leyes que
emanan de mentes rencorosas que crecen y se agrandan en el enfrentamiento. Lo
que hay detrás de sus propuestas legales (?) es acabar con el orden moral.
Les da igual llamarlo franquismo, fachismo, revanchismo o totum revolutum. Se
trata de hacer desaparecer todo lo que signifique sentido del deber,
responsabilidad, esfuerzo y unidad alrededor del significado de España. Acabar
con la conciencia de España. Ese es el objetivo; el de siempre. Los años no
hacen sino fortalecer el paso decidido de los que quieren acabar con España.
Nadie
enlaza los hechos del pasado reciente con los que ahora vivimos. Acabo de leer
el último libro escrito por Federico Jiménez Losantos: Memoria del
comunismo. De Lenin a Podemos. Imprescindible, valiente, riguroso y
tajante. Volveremos en próximos artículos a sus páginas porque es necesaria su
lectura para entender lo que nos está ocurriendo. Hoy solo les adelanto unas
palabras que explican perfectamente lo que yo humilde e irónicamente he
intentado explicarles:
“En
realidad, lo que se quiere finiquitar es, como en 1936, la libertad. Y España
es el cadáver que se quiere echar a la cuneta. Desde el 11-M de 2004, el
PSOE de Zapatero, los comunistas y los separatistas, con la bovina complicidad
del PP de Rajoy, están empeñados en rectificar el resultado de la Guerra, para
lo cual es necesario emprenderla otra vez. Al cumplirse los cien años del
comunismo, la Guerra Civil española sigue siendo el banderín de enganche de los
infinitos liberticidas descerebrados del mundo, a los que les suena, habrían
leído en wiki, o en un tuit, que al Che Guevara, al de las camisetas, lo mató
Franco, el de los Reyes Católicos, en la Batalla del Ebro. Peor aún: la lucha
contra Franco, tan antifascista, o sea, tan falsa como en 1936, se ha
convertido en la más eficaz herramienta de deslegitimación de la democracia y
de la propia existencia de la nación española” (Memoria del Comunismo. Federico
Jiménez Losantos. Pag. 350).
Poco
más que decir. No es franquismo a lo que aluden “los infinitos liberticidas
descerebrados del mundo”, sino al españolismo que odian. La
cualidad o condición de español. El amor o apego a lo español.
Ese
es su objetivo que van consiguiendo amenazando, legislando, mintiendo. Es
decir: lo de siempre. Pretenden inventar España como si nunca hubiera habido
España. No nos engañemos. No es Franco ni el franquismo. Lo que no soportan
estas mentes retorcidas y dirigidas es la idea de España.
Quisieran
que España se desespañolizara.