El Generalísimo Franco visita la Residencia del Seguro de Enfermedad en La Coruña. Una tarde de toros.

Por Carlos Fernández Barallobre.

El Jefe del Estado y Generalísimo Franco visitaba  en la mañana del  sábado 9 de septiembre de 1950 la Residencia Sanatorial del Seguro de Enfermedad, situada en las inmediaciones de la Jubias,  a la entrada de la Coruña, por la ría del Pasaje cuyas obras habían  quedado totalmente terminadas.

EI Caudillo llego a la  Residencia alrededor de las doce y media del mediodía, acompañado del jefe de su Casa Militar, Teniente General Martín Alonso y del jefe de su Casa Civil, Marqués de Huétor  de Santlllán,

Esperaban al Caudillo, a la puerta del flamante centro hospitalario, el ministro de Trabajo, José Antonio Girón de Velasco; Capitán General de la VIII Reglón Militar, Teniente General Delgado Serrano; gobernador civil y Jefe provincial del Movimiento,  señor Hierro Martínez; alcalde de la ciudad Alfonso Molina; presidente del Consejo de Administración del Instituto Nacional de Previsión, marqués de Guad ; director de la Caja del  Seguro de Enfermedad, señor Criado del Rey;  varios  directivos, consejeros y mandos del Instituto de Previsión, autoridades coruñesas y representaciones.

En las inmediaciones del edificio, se congregó numeroso público, que recibió al Jefe del Estado con vítores y grandes aplausos.

El Caudillo Franco, vestido de pisano, fue saludado por el ministro Girón de Velasco y las primeras autoridades y de seguido entró en la Residencia a la cual realizó una larga visita, recorriendo todas sus dependencias y recibiendo las explicaciones del ministro de Trabajo,  del presidente del Instituto Nacional de Previsión y del director del seguro de enfermedad, viendo quirófanos, salas de curas, habitaciones, laboratorio, farmacia, servicios auxiliares. Incluso el jefe del Estado contempló la capilla del centro, salas de recreo y el  bar del centro hospitalario. En todas ellas Franco saludó al personal que las iba a atender

La nueva residencia venía  a paliar de forma considerable las deficiencias que la ciudad de La Coruña tenía en materia sanitaria, por lo que el Caudillo no pudo disimular su satisfacción al dirigirse al ministro de trabajo y al director del seguro de enfermedad con estas palabras: “Esto es magnífico. Una auténtica revolución.”

A la una u media de la tarde el Caudillo abandonó las instalaciones del nuevo hospital que entraría en funcionamiento en meses después.  A la salida  el Generalísimo fue despedido con entusiasmo por centenares de personas, entre ellas las enfermeras que iba a prestar servicio en el nuevo hospital, que rodearon el vehículo del Caudillo haciéndole patentes sus muestras de adhesión y cariño.

  1. El Jefe del Estado, junto al alcalde de la Coruña Alfonso Molina, en su visita a la residencia sanitaria de Las Jubias.

Antes de partir, felicitó efusivamente a los servicios del instituto Nacional de Previsión y de la Caja del Seguro de Enfermedad, exhortándoles  a proseguir la labor que venían realizando en pro de la Justicia social y el engrandecimiento de España.

La nueva residencia contaba con nueve plantas y se habían invertido en ella más de cuarenta millones de pesetas

Su capacidad normal era para 250 camas con posibilidad de aumentarlas como así sucedió a 350. Estaba dotada de los mejores materiales para lograr el más preciso diagnóstico y  el más perfecto tratamiento de los enfermos internados.

El edificio estaba situado en un bellísimo lugar y  tenía enfrente al otro lado de la ría, el  gran arenal de la playa de Santa Cristina

La residencio coruñesa era la primera de las de su tipo que se terminaban totalmente en España y había sido construida en 25 meses.

A la tarde con la asistencia del Jefe del Estado y de su esposa Carmen Polo se celebraba la corrida de beneficencia que había sido anunciada para el jueves día siete y que tuvo que ser suspendida por la fuerte lluvia caída sobre la ciudad. Con una tarde espléndida, se lidiaron toros de Tomás Prieto de La Cal, bien presentados y de juego desigual para Pepe Dominguín, Luis Miguel Dominguín y Bonifacio García “Yoni”.

La plaza presentó un magnífico aspecto, llena de tapices, reposteros y banderas Nacionales y del Movimiento, colgándose el cartel de “no hay localidades”. En el centro del ruedo se había dibujado con serrín de colores, un gran escudo de La Coruña con el lema de “Franco, Franco, Franco” obra del pintor Luis Quintas Goyanes. En los tendidos numerosas señoritas tocadas con la clásica mantilla española

A las cuatro en punto de la tarde la Banda Municipal de música de La Coruña  interpretó el Himno Nacional en honor del Jefe del Estado, que fue recibido entre ovaciones por el público puesto en pie y gritos de ¡Franco! ¡Franco!.

El Caudillo y su esposa correspondieron con saludos  a las demostraciones de adhesión y afecto. En el palco presidencial se sentaron también el alcalde de la Coruña Alfonso Molina: el embajador de España en Portugal, Nicolás Franco; teniente general Martín Alonso y Marqués de Huétor de Santillán, jefes de las Casas Militar y Civil del jefe del Estado, En barreras se encontraban los ministros del Ejército, Marina, Aire Justicia, Hacienda, Educación Nacional y Agricultura. En uno de los palcos de la plaza se hallaba el embajador de la República Dominicana en España, Ellas Brache.

  1. El Generalísimo Franco y su esposa Carmen presiden, junto al alcalde Alfonso Molina, una corrida de toros en la plaza de La Coruña.

Muy bien estuvieron aquella tarde los hermanos Dominguín. Mejor Luis Miguel que Pepe, pero destacando ambos por sus facultades. Pepe brindó a la concurrencia dos elegantes faenas con pintureros pases por alto, ceñidísimos redondos y artísticos naturales. No le acompañó la suerte a  la hora de emplear los aceros, pero fue muy ovacionado en sus respectivos toros por su valentía y por sus seis preciosos y precisos pares de banderillas.

Su hermano Luis Miguel, “el torero de La Coruña” sin discusión, le realizó a su segundo enemigo una labor completísima, demostrando que era un matador para el que no existían secretos. Con el capote firmó tres bellísimas gaoneras. Tiró de repertorio con la muleta, dejando pases de rodillas, cuatro naturales ajustadísimos y un redondo colosal. Finalizó su labor con unas modernas manoletinas. Dejó un estoconazo hasta la yema, rodando el burel sin puntilla. Se le concedieron las dos orejas y el rabo, dando la vuelta al ruedo en medio de una atronadora ovación. En el quinto no tuvo la misma fortuna, pues el toro se vencía muy peligrosamente por ambos pitones por lo cual Luis Miguel abrevió con unos trincherazos y pases de castigo, dejando dos pinchazos y una estocada ladeada que finiquitó el puntillero de la plaza. Obtuvo palmas de los espectadores.

Infame fue la labor de “Yoni”, premiada con dos ruidosas pitadas. Antes de la lidai del cuarto toros los tres matadores subieron al placo presidencial par cumplimentar al Jefe del Estado, quien departió con ellos unos minutos y les hizo entrega de un regalo.

La salida a hombros de Luis Miguel fue clamorosa, con miles de aficionados que se habían dado cita en los aledaños de la plaza para presenciar la salida del Jefe del Estado y su vistosa escolta mora. Antes de abandonar la plaza de toros, el Caudillo Franco entregó al alcalde de La Coruña, Alfonso Molina, un donativo  de 5.000 pesetas con  motivo del fin benéfico de la corrida  que había  presidido. Por su parte Carmen Polo de Franco entregó otro de 2.000 pesetas como ayuda a una función teatral  benéfica a la que había asistido unos días atrás.

Terminada la corrida de toros, el Jefe del Estado, acompañado de su esposa y seguido de los ministros y autoridades, se dirigió al edificio del Real Club Náutico para presenciar las regatas de balandros y traineras y el Campeonato Nacional de bateles del Frente de Juventudes.

El coche que conducía al Caudillo atravesó el centro de La Coruña, que se hallaba  profusamente engalanado con banderas Nacionales y gallardetes, dirigiéndose por la Avenida de los Cantones y la Marina hacia el edificio del club situado en el muelle del almirante Vierna

En todo el trayecto se había estacionado numeroso público, que ocupaba también balcones y galerías. En lugares inmediatos al Club Náutico se congregó también una gran multitud que ovacionó y vitoreo con entusiasmo al Jefe del Estado.

  1. El Caudillo de España a la entrada del Real club Náutico de La Coruña.

El edificio del Real club  Náutico se hallaba también engalanado con banderas y reposteros y al llegar el Generalísimo  fue izado el guión de su casa Militar. Recibieron al Generalísimo el presidente del Real Club Náutico,  Pedro Barrié de la Maza, junto a las primeras autoridades y otras personalidades. Los numerosos socios que se hallaban  en el club tributaron  al Jefe del Estaño una  cálida bienvenida con ovaciones y gritos de ¡Franco, Franca, Franco!, Doña Carmen Polo fue obsequiada con un  ramo de flores.

En el momento de llegar el Caudillo al Club, los buques de la Armada surtos en la bahía, Crucero Almirante Cervera y Destructores Jorge Juan y Almirante Antequera,  dispararon las salvas de ordenanza, mientras era Interpretado el himno Nacional.

El Generalísimo, correspondiendo a las aclamaciones de que era objeto, seguido de ministros, personalidades y autoridades, subió al edificio, situándose en uno de los ventanales desde donde presenció las pruebas deportivas.

En el “Almirante Cervera”, “Jorge Juan” y “Almirante Antequera”, se permitió el acceso al público para que pudiera presenciar las regatas.

Al finalizar las pruebas deportivas, el Caudillo, su esposa y autoridades, acompañados por los miembros de la junta  directiva del club, pasaron a los salones principales de del club donde tuvo lugar la entrega de Trofeos. Antes de ello, el presidente del Club, Pedro Barrié de la Maza tomó la palabra y dirigiéndose al Caudillo, autoridades y  socios, manifestó su enorme sorpresa al enterarse de que le había sido concedida por acuerdo del Consejo de Ministros, celebrado en el Pazo de Meirás el día anterior, la Gran Cruz del Mérito Naval. “No creo haber hecho méritos”  -continuó Barrié- “para recibir tal distinción. Solamente  lo único que he hecho es laborar por La Coruña y por Galicia, que es lo mismo que laborar por España y secundar el ejemplo que no da a todos cada día Vuestra Excelencia”. “La unión de todos los españoles en el trabajo es el mejor medio para no solicitar ayudas. Agradezco profundamente al Caudillo de España tal distinción ¡Viva Franco! ¡Arriba España!”   Estas invocaciones fueron contestadas unánimemente  por todos los invitados y socios que llenaban el salón y que prorrumpieron en una larga ovación en honor  del Caudillo Franco y del  presidente Pedro Barrié.

A continuación el Generalísimo impuso la Gran Cruz del Mérito Naval a Pedio Barrié de la Maza, a cuya atención y desvelos se debía la construcción del nuevo y elegante edificio del Real Club Náutico. El Caudillo abrazó a su buen amigo Pedro Barrié y ambos de estrecharon las manos.   De seguido el Generalísimo  entregó al patrón de la Trainera de Orio, la Copa que llevaba su nombre. Tras ello  la junta directiva del Real Club Náutico ofreció un refrigerio en honor del Jefe del Estado, su esposa y demás autoridades, invitados y socios.

A la noche, miles de personas, que atestaban la plaza de María Pita, presenciaron una magna sesión de fuegos artificiales en honor al Caudillo de España, que había sido agasajado por la corporación Municipal coruñesa con la tradicional cena en el palacio Municipal.

 

https://youtu.be/IKQjGDihm4w

https://youtu.be/UhvpZrdsImA

 

 

 

 


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