José Utrera Molina
Para dar vida a la vida, Dios creó la palabra. La palabra lo es todo y no caben envolturas perniciosas que ataquen su propia esencia. Desde mi niñez, he respetado siempre no el uso de las palabras, sino su propia raíz, para no crear ni confusiones ni desalientos. Leo en las páginas del diario ABC un artículo de Gabriel Albiac que encuentro absolutamente improcedente. Se reitera en todos los medios de comunicación la exigencia de respeto a la libertad de prensa, pero todos sabemos que esa palabra hermosa, justiciera y universal a veces se quiebra en la vileza de las malas intenciones. El artículo al que me refiero ofende no solamente a colectivos muy concretos, sino a muchísimos españoles, entre los que me encuentro.
El Señor Albiac tiene derecho, que no discuto, a escribir lo que le parezca oportuno. Pero hay límites a esa oportunidad. Afirma que en España, la Patria, el Ejército y ella misma, fueron secuestradas por la dictadura, quebrantando el uso normal de su sentido en la lengua, que el sentido de tales vocablos no fue arrebatado por aquel régimen. Y yo le contesto que tal aseveración no solamente constituye un error de visión, sino un ataque injusto y miserable a los que hemos pronunciado el nombre de España con las entrañas de nuestro corazón.
Estoy obligado a decir que al menos yo y muchos que pertenecen a mi generación -y tengo ya 88 años-, hemos nombrado y comprendido a España como un valor permanente y absoluto y no como una expresión insulsa y zarzuelera. La hemos escuchado con emoción en labios de los que iban a morir, la hemos ensalzado en estudios y en trabajos que valoraban en alto grado lo que nuestra Patria representaba. Es cierto, que el vocablo patria, estuvo muy presente en la etapa de la dictadura que el señor Albiac condena. “Todo por la Patria” era el emblema común que presidía nuestros acuartelamientos y centros militares. Quien lo ideó no creo que estuviera ofendiendo con ese rótulo -cuya significación es de todos conocida- a un valor extraordinario y permanente. En relación con el Ejército, al que me siento ligado desde la etapa de la Milicia Universitaria, declaro que su contenido, sus formas y su disciplina no constituían jamás un abuso, sino una declaración formal y efectiva de lo que como esencia permanente correspondía al nombre de España. Creíamos entonces, y lo recoge también el artículo 8 de la Constitución, que el Ejército era la salvaguardia de lo permanente y no la referencia más o menos retórica de un valor circulante.
Afirmar que España, Patria y Ejército han sido exhibiciones permanentes de un régimen político determinado no responde a la verdad, sino que entra en la infame categoría de las vilezas. Afirmar que el valor de la Patria, el sentido de España y la esencia del Ejército se perdieron en 1939 es simplemente una mentira. Desde 1939 no secuestramos las palabras sino que las rescatamos y ensalzamos orgullosos frente a aquellos que, primero, las condenaban al ostracismo, sustituyendo a España por la República, y luego las insultaron con aquellos gritos de: “¡Muera España!”, que muchos todavía recordamos y que por su edad el señor Albiac no ha podido conocer.
Ya va siendo hora de que estos vocablos enaltecedores de valores permanentes y absolutos mantengan su valor sin menoscabar su esencia. Que se pronuncien, como entonces, con orgullo y sin estúpidos complejos. Sostener que el régimen anterior arrebató a los españoles el uso normal de tales palabras no es un error, es una infamia, y como tal espero que quien ha escrito esas palabras indeseables sepa rectificar cabalmente. Ya va siendo hora de que se diga la verdad y toda la verdad.
Este artículo fue publicado en el diario ABC,
en la sección de Opinión, Tribuna Abierta,
el martes 20 de enero de 2015