Extraterritorialidad

 
 
 Santiago Velo de Antelo
 
 
Gibraltar es español como lo son Ceuta y Melilla, Olivenza o las islas Canarias  
 
   La españolidad de nuestras plazas en el norte de África, las ciudades que fueron portuguesas o un municipio en Francia dejan claro que Gibraltar, también lo es Hay que reconocer que España cuenta con extraños casos de anécdotas territoriales relacionadas con su larga historia. Es verdad que en Europa pocos países se libran de haber tenido importantes cambios fronterizos producidos por guerras y migraciones, y esto no se ha producido con España por su geografía dentro de la península ibérica, protegida por los cuatros costados por los Pirineos y por los mares Atlántico, Cantábrico y Mediterráneo. Pero sin embargo encontramos ejemplos actuales que llevan a situaciones que recuerdan a historias pasadas, que algunos consideran de extraterritorialidad.  
 
   Aclaremos primero que bajo el termino de extraterritorialidad nos referimos al ‘derecho o privilegio fundado en una ficción jurídica que considera el domicilio de los agentes diplomáticos, los buques de guerra, etc., como si estuviesen fuera del territorio donde se encuentran, para seguir sometidos a las leyes de su país de origen’, RAE dixit. En definitiva, y como ejemplo más claro, la embajada de España en Roma o el Consulado General de España en Manchester entran dentro de este concepto. Un segundo concepto es el que le damos a nuestras ciudades extraterritoriales, es decir, que se encuentran fuera de la península pero son españolas.  
 
   Un ejemplo de tierras españolas pero que reciben un trato ignominioso ya que han quedado fuera de la protección de la OTAN en caso de recibir un ataque militar, situación en la que también se encuentran nuestras ciudades de Ceuta y Melilla, que nunca en la historia han pertenecido, por cierto, a Marruecos. El hecho de ser territorios españoles emplazados fuera de la península ha supuesto este importante desagravio que alguien debería de solucionar, no vaya a ser que un día sea demasiado tarde. Los marroquíes también reclaman el archipiélago de las islas Chafarinas, situadas a tres kilómetros de sus costas. Son conocidas como plazas de soberanía menores (las mayores son Ceuta y Melilla) junto con las islas Alhucemas y el Peñón de Vélez de la Gomera. Todas ellas tienen un valor militar –en la isla Isabel II de las Chafarinas hay incluso un destacamento del Tercio Gran Capitán 1º de La Legión Española- que al parecer no tiene la famosa isla de Perejil, actualmente considerada tierra de nadie desde la invasión marroquí y recuperación por nuestras tropas en 2002. No está permitida la exhibición de ninguna bandera, a pesar de lo cual la última en ondear fue la española. La que no es una plaza de soberanía es la isla de Alborán, ya que ésta sí que pertenece al término municipal de Almería.  
 
   Diferente es la situación de Llivia, localidad española desde el año 1659, pero situada dentro de Francia, rodeada por las comunas de Targasonne, Estavar, Saillagouse, Sainte-Léocadie, Bourg-Madame, Ur y Angoustrine. Se trata, en definitiva, de un enclave de España –pertenece a la provincia de Gerona- en Francia. Cuenta con concejales de CIU y PP y en un siglo ha doblado su población, de poco más de dos mil. Pero llama mucho la atención el gran número de empresas domiciliadas aquí que, según un experto abogado de empresas, se han estado beneficiando de un trato fiscal similar al de las islas Canarias.  
 
   Nada que ver con otros casos como Andorra, que siendo país independiente, no olvidemos que tiene como jefes de estado a un español -el obispo de la Seu de Urgel- y a un francés -el presidente de la República francesa- y que mantiene un sistema financiero que lleva a muchas empresas y empresarios a domiciliarse allí. Este es el caso, ante todo, de españoles, ya que Andorra, país hermano, ha mirado siempre mucho más hacia España que hacia Francia. Por ello los andorranos se sienten mucho más identificados con España que con el país galo, y son muchísimos más los españoles que residen allí que los franceses.  
 
   Con Portugal también tenemos historias que contar. Tuve la oportunidad de recorrer en zodiac unos islotes situados en el rio Miño, que separa de manera natural a España de Portugal. Estos islotes de maleza que pertenecen a España están emplazados, sin embargo, más cerca de Portugal, y es reclamo habitual portugués. Sin duda, no deja de ser una reminiscencia del pasado. No olvidemos que el reino de Portugal fue creado para un hijo del rey de León, y ya se sabe aquello de que quién parte y reparte. También la ciudad española de Olivenza se puso de moda cuando en 2003 la CIA publicó en un informe que ésta ciudad fronteriza que ha cambiado de manos en más de una ocasión desde 1297 hasta 1801, era reclamada por Portugal, al igual que Táliga, ambas en la provincia de Badajoz. Y no podemos olvidar las llamada islas salvajes, entre las islas Canarias y Madeira –pero bastante más cerca de Canarias- que España nunca quiso poblar por su nulo valor estratégico y que actualmente están administradas por Portugal, pero rodeadas de aguas territoriales españolas, en lo que supone otra excepción a la regla.  
 
   Así las cosas, y debido al antiguo imperio (Portugal fue español, así como gran parte del norte de África) es España la que ha mantenido unos enclaves en el norte de África, ciudades pretendidas por Portugal, y hasta un municipio en Francia. Pero también tenemos nuestra otra cara de la moneda: Gibraltar. Habitado por ciudadanos con pasaporte británico con apellido español, que se benefician de la impunidad administrativa de Gibraltar donde están empadronados, pero que viven en Sotogrande. Convertido en un paraíso fiscal, de tráfico ilegal de todo tipo de productos, además de divisas, capital del juego, no cumple ninguna norma internacional del derecho de aguas, del aire, de residuos, y que bajo la excusa de base militar no ha cumplido ninguna de las resoluciones de la ONU. La realidad se ha complicado aún más al ser España y Reino Unido miembros de la UE –hasta compartimos ministra europea de exteriores- ya que una situación colonial que pudiera tener sentido en otras épocas no lo tiene ahora. Los apellidos García, Costa, Linares o Sacramento de los actuales ministros de su gobierno demuestra que Gibraltar, también es español.      
 
 
 
 
 
 
 
 

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