Fallece el último capellán de la División Azul: Mosén Josep Comas Gros

 
 
 
Pablo Sagarra
Diario Ya
 
 
   Ha muerto Mosén Josep Comas Gros, el último capellán de la División Azul. La noticia, una vez más, provoca un gran desgarro. Con él se va una reliquia de la historia y un pilar de la Iglesia. De aquellos 71 sacerdotes que ejercieron su ministerio en el frente ruso atendiendo a los voluntarios españoles, era el último que estaba entre nosotros. Ha fallecido en Barcelona, en su casa de la Residencia Sacerdotal de San José Oriol, el día  29 de abril de 2013. Mosén Comas Gros era un sencillo sacerdote de Jesucristo, catalán de raza, español por tanto, genuinamente español.
 
   Nació en Barcelona el 4 de mayo de 1915 en el seno de una familia cristiana. Su padre era ferroviario, José Comas Fultarell y su madre, Dolores Gros Ariet, ama de casa. Nuestro Mosén era el mayor de dos hermanos. Su hermano Jaime murió el año pasado en agosto de 2012 con 92 años. Estudió en los Hermanos Maristas de la Ciudad Condal y, siendo adolescente, recibió la llamada del Señor para servirle como sacerdote. Ingresó en el seminario diocesano de Barcelona hasta que llegó la Revolución en el verano de 1936. Tuvo que abandonar el seminario y siempre recordaba a sus compañeros seminaristas y a varios profesores que murieron por Dios y por la Iglesia, mártires de la Cruzada, asesinados por los milicianos de la República. Lo movilizaron y se incorporó al Ejército republicano viviendo el resto de la guerra en la provincia de Cuenca en servicios auxiliares.
 
   Al término de la contienda terminó sus estudios en el Seminario y se ordenó cura en 1940. Le tocó hacer el servicio militar y fue destinado al Regimiento de Infantería nº 72, de guarnición en Santiago de Compostela, con el grado de Capellán 2º Provisional con consideración de alférez. Allí ejerció su ministerio varios meses hasta que fue llamado en febrero de 1942, por el Vicario General Castrense, que le propuso marchar a la División Azul como capellán para relevar y cubrir bajas. Aceptó y en marzo de ese año marchó a Rusia vía Alemania. Al llegar al frente del Volchov, fue destinado al batallón III/262º que en ese momento, desde Pobderesje, daba comienzo a las operaciones en la Bolsa. En el “Infierno Verde” de aquellos bosques ejerció su ministerio celebrando la Eucaristía y administrando los sacramentos de la Penitencia y la Extremaunción (Unción de enfermos). En septiembre de 1942, cambió de frente y de unidad ya que se incorporó al I/263º sustituyendo al Alférez Capellán Ramón Marcellán Mayayo al que una mina colocada por los partisanos le había hecho volar por los aires dejándole mutilado y ciego. Con este batallón participó en la batalla de Krasny-Bor realizando su labor en primera línea bajo fuego enemigo constante. Aquella jornada y las subsiguientes fueron terribles y se le grabó a fuego la cantidad de caídos a su alrededor. 
 
   Cuando su unidad pasó a la reserva aún estuvo un tiempo en línea con el II/269º que en ese momento no tenía capellán -Victoriano Freixa Marsall había muerto en la batalla de Posselok-. Fue repatriado en junio de 1943. Regresó a su diócesis de Barcelona y allí siguió como sacerdote hasta que se jubiló en 1990, con 75 años. Estuvo en las parroquias de Molins de Rey, en las Franquesas y en Santa Coloma de Marata, y en Granollers. Mi puesto último ha sido el de beneficiario de la Santa Iglesia Catedral. A los 75 años, en 1990, le obligaron a retirarse cuando ejercía de canónigo en la Catedral. Desde entonces y sin perjuicio de seguir confesando y celebrando la misa vivió en la Residencia Sacerdotal diocesana. Al filo de cumplir los 98 años –le quedaban cinco días- ha entregado su alma al Señor. Ha pasado a la otra vida, sin ruido, un buen amigo, un cura humilde y rezador, lleno de Dios. Desde ahora, pues, tenemos un gran intercesor en el Cielo.