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Andrés Bartolomé
Francisco Franco Martínez-Bordiú (El Pardo, 1954) nos recibe en el despacho de las oficinas justo debajo del salón de su casa en Madrid. Rodeado de papeles, archivadores y montones de ejemplares de «La naturaleza de Franco», el libro que escribió sobre su abuelo, habla resignado sobre el incierto futuro del Pazo de Meirás, desencantado de la clase política, «de todos», dice, y pesimista sobre la pandemia. Se opone, y así lo van a transmitir al juzgado, a las medidas cautelares que impiden el traslado de ningún bien de la finca, y según ha señalado la Xunta de forma expresa, las estatuas del Pórtico de la Gloria, por ser Bien de Interés Cultural (BIC). «No llegamos al 10 de diciembre», apunta Franco sobre la fecha de entrega del pazo. Atiende al fotógrafo y al cámara de la web con ganas de acabar pronto –odia posar–, les despide con sorna –«ya podéis largaros»– y se aviene al cuestionario.
–Se va a ejecutar la sentencia sin que sea definitiva. ¿Por qué esta rapidez?
–Porque es una sentencia política, quieren una foto y una cortina de humo sobre todo lo que ha sido el manejo de la pandemia. No hay que olvidar que estamos pendientes de la aprobación de los presupuestos por los nacionalistas.
–Con la entrada de los técnicos y la comitiva judicial, ¿considera que se ha vulnerado su derecho a la intimidad?
–Es obvio, allí están los objetos personales, las vajillas, trofeos míos, cuadros pintados por mi abuelo, retratos familiares y hasta sillas de petit pua bordadas por mi abuela y por mi madre.
–¿Han calculado lo que hay y el dinero que representa?
–Lo inventaríamos y valoramos para la herencia de mi madre. Había que hacer siete lotes, porque somos siete hermanos para sortearlo, y sí lo sabemos.
–¿No dice cuánto?
–No, obviamente. Es un tema particular, bastante intromisión ha habido.
–¿Pedirán una compensación si se les deniega el acceso a alguna de las obras de arte, cuadros y demás objetos de valor?
–No concibo esa opción. Tanto la posesión de mala fe como la medida cautelar de no poder retirar lo que es nuestro va mucho más allá de lo planteado en la demanda.
–¿Tienen esperanza en su recurso?
–El futuro lo veo incierto. Quiero creer que la Audiencia [de La Coruña] nos dará la razón, que jurídicamente tenemos. La primera instancia es un ejemplo de justicia popular y política, lo que es un peligrosísimo antecedente. La jueza Marta Canales ha demostrado ignorancia y/o servilismo. Con el tiempo veremos si la premian y entonces saldremos de dudas.
–Ha criticado duramente a la Xunta por su personación, y especialmente a Feijóo. ¿Qué piensa llegados a este punto?
–Es muy interesante ver una entrevista en «El País» de 2004 en la que dice exactamente que la Xunta «no puede obligar a la familia Franco a abrir Meirás porque no es un pazo». Mucho más recientemente, el 9 de octubre de 2017, dijo que consideraba «franquista expropiar el Pazo de Meirás a la familia Franco». Así que cada uno saque sus propias conclusiones. Ha cambiado 180 grados creo que con el único objeto de ganar votos y hacerse el populista. Como ya dije, es el «Verstrynge 2» del PP.
–En esta «cruzada» del Gobierno e instituciones de izquierda sigue el litigio por las estatuas del Pórtico de la Gloria, pero amenaza una reclamación por la coruñesa Casa Cornide.
–Sobre las estatuas ganamos en primera instancia y en la Audiencia; está en el Supremo, y no voy a entrar en el fondo de la cuestión. Estamos en la fase «exprópiese» de los ideólogos bolivarianos de este Gobierno y que en nuestro caso es «aprópiense». Es la vanguardia de lo que se extenderá al resto de los españoles. Como ejemplo tenemos el impuesto de patrimonio que quieren poner a los «ricos». Cuando estos se vayan de España, porque tienen posibilidad de hacerlo, lo harán a costa del resto. Hay que pagar la farra.
–¿Qué tiene que decir a los que atacan a su familia y su supuesto enriquecimiento por tratarse de herederos de Franco?
–No voy a hablar del resto de mi familia porque no me corresponde. Yo no he hecho otra cosa que trabajar toda mi vida, y solo una pequeña parte de lo que tengo ha sido por herencia. Tanto yo –como las sociedades en las que participo desde hace veinte años–, he sido de los más mirados por Hacienda en España. Esta misma semana estoy siendo inspeccionado por unas donaciones a mis hijos de 2015 y 2017.
–La nueva Ley de Memoria Democrática prevé la supresión de títulos nobiliarios hasta 1976, lo que abarca los otorgados por Franco, pero también por el Rey Juan Carlos, lo que les afecta a usted y a su hermana Carmen.
–Esto forma parte del lanceamiento del muerto. La exhumación, la incautación del cadáver, y ahora los títulos y las propiedades.
–¿Se recurre a la familia Franco para distraer la atención de otros asuntos?
–Nos sentimos, o somos, un instrumento político. Se ha recurrido, se sigue recurriendo y se seguirá recurriendo a nosotros para que hagamos de cortina de humo.
–Acaba de cumplirse el primer aniversario de la exhumación. ¿Cómo lo ha vivido?
–Lo que absorbe ahora mismo mi preocupación es ver cómo un año después se ha conseguido deteriorar tanto la situación económica que por supuesto la pandemia agrava. Y eso me preocupa muchísimo.
–¿Visita Mingorrubio?
–Eso pertenece al ámbito personal, lo que sí te puedo decir es que negocié en su momento que la cripta estaría vigilada. Hoy no hay ninguna vigilancia. Fuimos engañados.
–Tienen que pedir una llave con antelación, ¿no es así?
–Mi hijo vive allí y cuando voy le digo que se ocupe. Visitar podemos, pero vigilancia, cero.
–¿Ha vuelto al Valle de los Caídos?
–Sí.
–¿A ver al prior, a misa…?
–He vuelto.
–El futuro de Cuelgamuros es ser desacralizado y convertirse en un cementerio civil, ¿qué opinión le merece?
–Fue siempre un monumento a la reconciliación. La sacralización fue fruto del contexto histórico, de la legislación que había en ese momento en una España ultracatólica. La Ley de Memoria Histórica y ahora Democrática, no ha hecho más que crear división y odio, justo lo contrario de lo que se pretendía con el Valle de los Caídos. Todo esto es crear más problemas.
–Hay familias que han pedido retirar cadáveres de sus allegados enterrados allí.
–Ya advertimos de que el único que saldría de allí sería mi abuelo. Ha pasado un año. Ya han conseguido la foto, ya han lanceado al muerto.
–Los benedictinos tendrán que marcharse. «Se lo han ganado a pulso», ha dicho el Gobierno.
–Que el Gobierno se atreva a decir que se portaron bien o mal, y que les van a castigar, indica una pretendida superioridad moral y una soberbia que me parece increíble. Los benedictinos simplemente cumplieron con el mandato que tenían y actuaron en conciencia. Además, con el abandono de la jerarquía eclesiástica, que les dejó absolutamente desamparados. Cuando se habla de héroes, y en España ha habido muchos a lo largo de la historia, en estos últimos años el único nombre que se me viene a la cabeza es el del padre prior del Valle de los Caídos [Santiago Cantera], que aguantó una serie de presiones realmente insoportables. Con todo este asunto, una de las cosas que me hizo mucha gracia fue una anécdota el otro día en Cabezas de San Juan (Sevilla). Estuve hablando con un hombre de campo sobre la pandemia, sobre que iba para largo pero que seguramente en navidades nos iban a desconfinar. Y dijo “sí, es que nos tratan como ovejas, nos meten en un redil, nos sacan para que en navidades gastemos lo poco que tenemos y luego nos vuelven a encerrar”. Y así es como se está manejando este asunto, es una cosa increíble.
–La ilegalización de la Fundación Franco parece inminente. Su presidente ha hablado de montarla en el extranjero.
–Creo que eso es una manera de hablar. Como gente escrupulosamente respetuosa con la ley, pelearán y si pierden acatarán, sin ninguna duda, pero en el resto del mundo libre pueden montarla, nadie se lo puede impedir.
–Pero España es una democracia, ¿no?
–Para mí no. En la Transición los partidos políticos organizaron una cleptocracia. Cuando gracias a Dios ha salido el dinero negro de las empresas y las comisiones de obras, concesiones, recalificaciones y demás se tuvieron que facturar, se destapó la podredumbre que había. Hoy solo queda el dinero negro de los negocios ilegales del narcotráfico y de las mafias del tráfico de personas. Los únicos en posición de comprar voluntades de poderes del Estado sin dejar rastro. Veremos qué pasa.
–En marzo, días antes del confinamiento, ya era muy pesimista. Tras un viaje a Estados Unidos luego estuvo en el campo. ¿Cómo vivió aquel periodo y cómo ve el futuro?
–Desgraciadamente tuve razón. En el campo estuve muy relajado y bien. He tenido el privilegio de poder estar en un sitio en el que no tenía que circunscribirme a cuarenta metros cuadrados. Pero hoy veo el futuro todavía más oscuro. Para todos, menos para los políticos, que son los únicos que siguen subiéndose el sueldo y creando más puestos para sus parientes y amigos con dinero público, ese dinero que la vicepresidenta [Carmen Calvo] dijo que no era de nadie. Estamos donde estamos. Qué quieres que vea. Horror.