Francisco Fernández Esteban, ¡presente!

Javier Méndez-Monasterio
 
Ha muerto otro divisionario. No es que esto sea una gran noticia, pues fueron nada menos que 40.000 los que acudieron a la llamada de la División Azul y 5.000 los que se dejaron la vida en Rusia. Eso nos deja mucho margen para un incesante goteo de muertes que, por lógica de la vida, aumenta cada año al aumentar las edades de estos venerables héroes.

Pero en este caso quiero compartir con vosotros las palabras de este camarada andaluz que hace poco, ante la inminencia de su fin, se acercó por última vez a los locales de la Hermandad de Combatientes de la División Azul de Barcelona, de la que era su presidente y ya único miembro divisionario con vida. Allí depositó una carta con instrucciones de que fuese publicada tras su fallecimiento, cosa que ocurrió el pasado 3 de febrero. Hoy he abierto el boletín trimestral de la Hermandad y he leído las palabras que nos deja. Ahí van. Un abrazo,

Carta del divisionario

En el ocaso de mi vida, cuando suenan los redobles de los tambores de la marcha fúnebre, hacemos balance severo y estricto de nuestro servicio a España y repetimos una vez más que nuestras convicciones siguen rubricadas por el juramento pronunciado en su día.

No renunciamos a nuestra biografia política: somos fieles al 18 de Julio y a la doctrina Joseantoniana. Consideramos conveniente para España aceptar el reto de un tiempo nuevo porque no podemos ser sordos e inservibles a las voces de la historia, pero eso no significa que renunciemos al pasado, entre otras cosas porque ello equivaldría a la pérdida de la propia dignidad. Sin ánimo de dramatizar, tampoco queremos caer en un desenfado frívolo, pues con juegos malabares y piruetas circenses se puede alternar una ideología, pero es de todo punto imposible alterar una biografia. Las convivencias y los oportunismos pasan, pero al final, desgraciada o afortunadamente, se queda uno sólo con su propia conciencia, y es ella solamente la que nos dicta estas razones y estos sentimientos que esperan, al menos, vuestro respeto y atención.

Y una vez más pensamos en nuestra querida División Azul, aquella legendaria unidad en la que, en la inmensidad de aquel océano blanco de la estepa soviética, siempre acababa triunfando la doctrina de su destino histórico. Esto no era un ejército regular, sino una división de voluntarios formada en su inmensa mayoría por hombres que tenían una visión clara del papel que ellos habían elegido representar por decisión libérrima.

En el puesto de combate que nos tocó luchar en esta Hermandad, vemos día tras día a los camaradas que se van con su alma llena de amor a España y a los que, dentro de sus limitaciones, siguen todavía en la brecha hasta que caen como presentes sucesiones de difuntos. Eso soy yo también. Un ver cada día como pasa el entierro de un camarada que se lleva un cacho de alma. Hasta que un día vea pasar el mío con los ojos ya sin cansancio… Ya no podemos andar ni escribir con tanto muerto a las espaldas, con tanta muerte al hombro…

Finis coronat opus*

Francisco Fernández Esteban

Soldado de Infantería de la División Azul

 

* “El fin corona la obra”


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