Salvador Fontenla Ballesta
General de Brigada (R)
Existe cierta afición historiográfica a la
comparación o clasificación de cuáles han sido los mejores generales de la
historia mundial. Elucubración más teórica que práctica o científica, porque
las circunstancias estratégicas y tácticas fueron generalmente muy desiguales y
de casi imposible confrontación, incluso entre los que estuvieron directamente
enfrentados en la misma guerra.
Conforme con las reflexiones anteriores, es totalmente
diferente la comparación de un general que ha conducido la guerra y, a la misma
vez, las operaciones militares, con el que solo ha conducido estas últimas. Porque
este ha contado con menos libertad de acción, pero también con menos
responsabilidades. Así no es lo mismo Wellington, solo jefe de una fuerza
expedicionaria, que Napoleón jefe de estado, de gobierno y de las fuerzas
armadas francesas.
Franco fue indudablemente, en nuestra Guerra
de Liberación, director político y estratégico de la guerra, y conductor
directo de las operaciones militares. Circunstancias que no se dieron en
ninguno de sus enemigos. Una situación similar, en España y en la edad contemporánea,
solamente se puede comparar en la Guerra de África (1859 – 1860) dirigida por
el General O´Donnell, presidente del gobierno y general de las fuerzas
expedicionarias. Aunque, por otro lado, las características de ambas guerras son
muy diferentes, tanto por duración de las mismas, entidades de fuerzas empeñadas,
medios de combate puestos en acción y porque las capacidades militares eran
netamente favorables al General O´Donnell, al contrario con Franco que fueron
al principio totalmente desfavorables.
Para encontrar casos similares, en nuestra
historia, habría que remontarse a los tiempos en que los reyes iban a la
guerra, quizás con Carlos I, o a los Reyes Católicos y algunos monarcas
medievales.
EL GENERALÍSIMO FRANCO ANTE LOS PRINCIPIOS
FUNDAMENTALES DEL ARTE DE LA GUERRA.
La valoración de un jefe militar en una guerra
hay que hacerla forzosamente analizando su actuación desde el punto de vista de
los principios fundamentales del arte de la guerra. Aunque los tratadistas militares no han estado de acuerdo
en concretar estos principios esenciales, lo haremos desde los puntos de vista
de voluntad de vencer, unidad de mando, acción de conjunto, libertad de acción
y capacidad de ejecución.
Todos los tratadistas militares coinciden, de
forma unánime, que es el principio más importante, y se define como el firme
propósito de jefes y tropas de imponerse al enemigo en cualquier situación, por
desfavorable que ésta sea. Implica fe en el triunfo, codicia y tenacidad para
alcanzarlo y actividad insuperable en su ejecución.
Es indudable que cuando Franco llegó a Tetuán
el alzamiento había fracasado como tal, y las fuerzas alzadas estaban
separadas, en situación muy comprometida, y en algunos casos desesperada.
Solamente las tropas de África estaban cohesionadas y tenían capacidades de
combate, pero estaban aisladas, al tener el gobierno de Madrid el control
marítimo del Estrecho de Gibraltar.
Sin embargo, Franco siempre tuvo voluntad de
vencer, que supo imponérsela a sus mandos subordinados, y a sus tropas, en
general, aun en las ocasiones más desfavorables, como fueron las del principio
de la contienda. Esta voluntad fue afirmándose y acrecentándose conforme avanzaba
la guerra, y las victorias eran palpables con la liberación de nuevos
territorios.
El
otro bando para “mantener la voluntad de vencer” entre sus tropas, conforme la
situación táctica le era cada vez más desfavorable, tuvo que imponerla a base
de duras represalias, incluidos fusilamientos sumarios. Procedimientos que
muchas ocasiones fueron contraproducentes, porque era preferible pasarse a los
nacionales, o dejarse que lo hicieran prisionero, antes que afrontar los severos
castigos con los que estaban amenazados.
Unidad
de mando y acción de conjunto.
La acción de conjunto es la concurrencia a un
mismo fin de cuantos elementos intervienen en la lucha, La unidad de mando y la acción de conjunto están estrechamente
ligadas. No puede haber la segunda sin la primera, pero no siempre se da al
revés, por falta de
competencias o por incompetencia, del que ejerce la unidad de mando.
Al
inicio de la guerra los principales jefes militares alzados estaban separados
territorialmente y no tenían un jefe designado, ni un órgano unificado de
mando, pero Franco, desde esos primeros momentos y antes de ser proclamado jefe
de estado y generalísimo, mantuvo un cierto predominio sobre los demás
generales alzados. Así lo demuestran su correspondencia y coordinación con
Mola, y los mensajes enviados al jefe militar de Mallorca, cuando todavía no había
cruzado el Estrecho, dándole ánimos e instrucciones para su defensa, ante y
durante el desembarco de Bayo.
El empleo militar de Generalísimo, el más alto de la
milicia, que ya lo habían tenido antes Godoy y Espartero, le daba el mando
pleno de todos los ejércitos, en paz o en guerra. Así la unidad de mando, política
y militar, estaba asegurada. No se puede decir lo mismo del gobierno del frente
popular y de sus fuerzas amadas, que tuvieron fuertes disensiones, a veces
sangrientas, entre socialistas, anarquistas y comunistas, y las actuaciones
autónomas de los ejércitos vasco y catalán.
Este
principio consiste en la posibilidad de decidir, preparar y ejecutar los
planes, a pesar de la voluntad del adversario. Para obtener y mantener la
libertad de acción es necesario que el ritmo de maniobra, es decir el ciclo de
planeamiento, decisión y ejecución debe ser más rápido que el del enemigo, y,
en todo caso, siempre imponerse al suyo. Este planeamiento tiene que tener previsto
el tiempo para el desplazamiento de tropas, y la acumulación logística, para lo
que debe evitarse largos desplazamiento a la masa de maniobra. Está también
estrechamente relacionado con el principio de economía de medios.
Franco
supo mantener siempre la libertad de acción de su lado, imponiendo su ritmo de
maniobra a sus enemigos, tanto políticos y militares. El EPR trató de
arrebatarle la libertad de acción con una serie de contraofensivas,
consiguiéndolo solo interrumpirla de forma temporal y muy limitada, a pesar de
poder maniobrar por líneas interiores.
La
capacidad de ejecución es la facultad de saber adecuar los medios disponibles a
las misiones previstas.
Hacer
planeamientos de escuela de estado mayor es fácil, incluso para los estrategas
de café, pero para ejecutarlos se necesita una herramienta capaz de poder
llevarlos a cabo. Esa herramienta se llama ejército, bien dimensionado, armado
y convenientemente preparado para las misiones que se le van a encomendar.
Ejército que no surge por generación espontánea, hay que idearlo, organizarlo,
dotarlo y adiestrarlo.
Es
evidente que el Generalísimo Franco pudo ejecutar sus planes operativos porque
contó con una herramienta adecuada para ello. Herramienta que hubo que forjarla
sobre la marcha, conforme la guerra aumentaba de intensidad y extensión, pero
siempre enraizada en las seculares tradiciones castrenses españolas.
El
gobierno del frente popular disolvió al ejército que permanecía en los
territorios bajo su jurisdicción, y organizó otro de nuevo cuño, pero fue
incapaz de conseguir que tuviera la eficacia
suficiente para ganar la guerra Es decir,
faltaron capacidades para diseñar, organizar, equipar y adiestrar un ejército
eficaz, como lo fue su modelo: el Ejército Rojo de la URSS
Desde el punto de vista táctico todos los protagonistas estuvieron de acuerdo
en la superioridad de los mandos militares nacionales, que supieron formar un
magnífico plantel de oficiales subalternos, suboficiales y clases de tropa,
organizados en unas excelentes unidades de combate, de las que proceden las
unidades actuales del ET, herederas directas de su historial militar.
Franco fue un militar de enorme y reconocido prestigio, previo a la
guerra civil, ganado merecidamente en las duras campañas africanas.
Es indiscutible que fue el general vencedor de la Guerra de Liberación,
desde el punto de vista estratégico, operacional y táctico, y que lo fue
partiendo de una situación inicial netamente desfavorable.
Las características de este conflicto, por su intensidad y magnitud,
hacen que el Generalísimo Franco merezca pasar a la historia como el mejor
militar español de la Edad Contemporánea.
La principal dificultad para este reconocimiento estribaría en que somos
los primeros y principales forjadores de nuestra leyenda negra.
Es, además,
paradójico que los que tratan de desprestigiar a Franco lo único que consiguen
es desacreditar más a sus adorados enemigos, vencidos por él, porque supo
aplicar mejor los principios del arte de la guerra.
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