Valle Piñar
El cuarto mandamiento de la ley de Dios incluye el amor a la Patria (la tierra de los padres), y de ese modo el patriotismo es virtud cristiana y no ideología. Francisco Franco, fallecido hoy hace 40 años, amó a su Patria, España, con entrega generosa y heroica hasta el final de su vida. Por ser modelo indiscutible de gobernante católico este portal le rinde homenaje en honor a la Justicia que es Virtud Teologal.
Adelante la Fe
Hoy, 20 de noviembre, conmemoramos el 40 aniversario de la muerte de Francisco Franco, el hombre que dirigió los designios de España durante casi cuarenta años tras salir victorioso de una guerra.
Y lo hacemos desde la fidelidad a una filosofía sobre la cosa pública enraizada en la tradición, que no es otra que la tradición cristiana de nuestra historia, animadora de una forma de hacer política que hizo el milagro de que España cambiara de piel, erradicando el analfabetismo, haciendo del proletariado clase media, aumentando la renta nacional, industrializando el país, inaugurando obras públicas cada día, poniendo en marcha una política inolvidable de la vivienda y haciendo que los productos agrícolas, las conservas y las manufacturas españolas pudieran llegar, competitivas y prestigiadas, hasta cualquier mercado exterior. Podríamos concluir diciendo que los nuevos españoles, se quiera reconocer o no, somos hijos de la Paz de Franco.
Duele contemplar cómo desde el poder, desde los medios de comunicación y desde el mundo de la cultura, se ha silenciado, desvirtuado y atacado de forma despiadada la obra gigante del que fuera el gobernante de España más importante desde la época de los Reyes Católicos. Y en muchas ocasiones esa ignominia se ha llevado a cabo por los mismos que estuvieron a su lado, incluso muchos hombres de Iglesia que, salvando honrosas minorías, le combatieron sin piedad.
Duele y asombra más si se siente a España,- y así la entendió él-, como un proyecto que está en los planes de Dios, y duele hasta lo sangrante si contemplamos este silencio cómplice y esta mentira -cuyo broche final ha sido la Ley de Memoria Histórica-, desde una España a la que se la están arrancando desde el poder político y desde los dos partidos que llevan gobernándonos después de la Transición, se le está arrancando repito, el alma católica.
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Daría para muchas páginas hablar de las virtudes heroicas de Franco, que desarrolló hasta el extremo en su amor a la familia, en su amor la Patria, en su espíritu de servicio y en su amor a la Iglesia.
Pero queremos recordar hoy su amor a la Eucaristía, y su profunda fe católica, sin las cuales no se explican los extraordinarios acontecimientos históricos que le tocó protagonizar y que hicieron que nuestra guerra civil fuera calificada de Cruzada, y que Franco recibiera de manos del Papa Pío XII la máxima condecoración que otorga la Iglesia: la Suprema Orden de Cristo
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Franco nació en el Ferrol en el seno de una familia católica, y como sucede tantas veces, cuentan que su madre, una gran señora y de religiosidad muy arraigada, influyó mucho en el niño Francisco. En el Ferrol recibió la Primera Comunión y fue confirmado.
En 1910 y ya en su primer destino en el regimiento nº 8 del Ferrol, se inscribió en la Adoración Nocturna como adorador activo y fue vocal de la Junta directiva de dicha organización.
Consta que en tiempo de la Segunda República y siendo capitán general de Baleares, acostumbraba a hacer Adoración nocturna en Palma de Mallorca en un turno formado por militares.
Se demuestra así que la religiosidad de Franco no se improvisó ni empezó a crecer desde el 36, como han sostenido algunos, sino que venía de muy lejos.
Franco oraba muchas veces ante el Santísimo. Uno de sus confesores contaba que en circunstancias muy graves sobre las que tenía a que tomar decisiones importantes, mandaba al capellán de El Pardo exponerle el Santísimo y, a solas, permanecía muchas horas en oración.
Era tal el recogimiento ante el santísimo, cuenta un capellán de El Pardo, que en una ocasión en la que se encontraba rezando, se le acercó una persona al parecer importante y le entregó un sobre. Él, sin mirarlo, lo metió en el bolsillo. El mensajero, preocupado y confuso le dijo; “Excelencia… es importante”. El caudillo con los ojos fijos en el Sagrario respondió: “más urgente es lo que estamos haciendo”.
En “El Mensajero del Corazón de Jesús” se publicó que Franco oró durante varias horas ante el Sagrario cuando el embajador alemán Von Molkte le exigió por orden de Hitler, que antes de 48 horas España había de entrar en la guerra a su favor. Enterados de estas pretensiones, exigieron lo mismo los embajadores de Inglaterra y de Estados Unidos para que lo hiciera en favor de sus respectivas naciones. Franco les respondió a todos que tenía que pensarlo. …“Franco se recluye en la capilla y allí ante el Santísimo ora intensamente”. Sin haber pasado 24 horas de estos hechos, muere de manera repentina el embajador alemán. Su exigencia quedó pendiente, pasó el momento crítico y España no entró en la guerra ni quedó invadida.
Un sacerdote que le dio ejercicios escribía de “él tenía en sus manos el Misal y siguió la Misa con gran devoción. Después de la Misa y dando gracias él lo hizo con un recogimiento admirable. Las manos cruzadas delante del pecho, la cabeza inclinada y con una devoción total”. Lo mismo hacía en las cacerías “todos los demás salían pronto de la capilla pero el Caudillo permanecía allí, profundamente recogido durante unos 15 minutos dando gracias después de la comunión”.
Sin esa fe y sin este amor a la Eucaristía, para los que creemos en la Providencia, no se explican los extraordinarios acontecimientos históricos que Franco protagonizó y que hicieron que nuestra guerra civil fuera calificada como hemos dicho antes como Cruzada.
A Franco y a la generosidad de tantos españoles que dieron sus vidas por España al grito de “Viva Cristo Rey “, se les reconocía con este calificativo la trascendencia de su sacrificio. Por eso no es de extrañar que como hemos citado arriba Franco recibiera de manos del Papa Pio XII la máxima condecoración de la Iglesia: la Suprema Orden de Cristo. Con ocasión de dicho acontecimiento el mismo pontífice y ante el embajador español ante la Santa Sede decía en 1.943: “Hemos visto a Cristo triunfar en la escuela, resurgir la Iglesia de las ruinas abrasadas y penetrar el espíritu cristiano en las Leyes, en las instituciones y en todas las manifestaciones otra vez en nuestra historia”.
El cardenal Gomá actuó desde el comienzo de la guerra como intermediario y enlace de la zona nacional y la Santa Sede. Enviaba de vez en cuando informes sobre la situación española El tercer informe fechado en Pamplona el 24 de Octubre de 1.936 es el primero que manifiesta el carácter religioso de Franco: “Tiene el Generalísimo arraigados sentimientos religiosos, cumple como un buen cristiano con los preceptos de la Santa y Iglesia y manifiesta decidido empeño en que se restaure la vida religiosa en el país, empezando por la reforma de nuestra legislación tan embebida de espíritu laico por obra del último gobierno”.
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De los múltiples testimonios sobre la profunda fe que tuvo hasta el final de su vida, queremos recoger los que provienen de dos sacerdotes, luego obispos, y que tiene en común que ambos están camino de los altares: Ángel Herrera Oria y José Mª La Higuera.
Ángel Herrera Oria fue un destacado intelectual y periodista antes de acceder al sacerdocio; llegó a ser obispo de Málaga y luego creado cardenal por el papa Pablo VI. Ha sido una de las grandes personalidades que han dejado huella en nuestra sociedad y que han contribuido a la renovación del catolicismo español contemporáneo.
En una obra cuyo autor es José María García Escudero, “El pensamiento de Ángel Herrera. Antología político social”, se dedican no pocas alusiones a Franco y a su régimen de gobierno, y de ellas queremos destacar dos cosas: la actitud de Don Ángel con respecto a Franco y la valoración de su obra como cristiano.
De la primera: “Sería por mi parte una ingratitud y hasta una cobardía, si yo con santa libertad apostólica y obedeciendo al mandato de mi conciencia, no recordara que el que, en la cumbre del Estado, el primer magistrado de la nación, da a diario un alto ejemplo al pueblo por el honrado cumplimiento de su deber”….
Y respecto a lo segundo, su cristianismo ejemplar: “Merece la gratitud de todos el hombre providencial que durante estos veinticinco años ha llevado el timón de la nave. Los tres grandes resortes de su voluntad, tan enérgica como dúctil, son: Dios, España y el pueblo. Yo le he servido y le sirvo con fidelidad, porque es el “ministro de Dios”. Le he prestado siempre mi modesta colaboración, porque representa el bien común de mi pueblo. Le guardo profunda gratitud y le profeso respetuoso afecto porque ha dado a mi patria veinticinco años de paz.”
Por su parte José María la Higuera, cuyo proceso de beatificación ya esta admitido por la Congregación de la Causa de los Santos, y que fue declarado Venerable el 27 de junio de 2011 por el Papa Benedicto XVI, nos dice de Franco en la homilía pronunciada en su funeral:
“Nosotros tenemos que hablar de un alma… Aquí hablamos de un alma… para entusiasmarnos más si cabe, y pedir más fervor, si es posible; para que esa alma nos sirva a nosotros de empuje y acicate, porque fue siempre delante de nosotros marcando caminos de lealtad, de fidelidad, de entrega, de tranquilidad, de naturalidad, y todo con su sonrisa imperturbable”. Y continúa: “Franco era un hombre de fe… pero no de fe de relumbrón. Fe que se basaba en obras”. Y termina: “Perdonad que os haga esta confidencia: a mí no me ha sorprendo lo más mínimo su mensaje de despedida a los españoles. Me ha consolado, me ha alegrado su oportunidad. Tenía que decir eso a última hora quien siempre vivió de eso y siempre vivió para eso. Como es la vida es la muerte”.
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Y para terminar su testamento y el Valle de los Caidos.
Del Valle de los Caídos se ha escrito mucho y últimamente un libro donde se refleja el espíritu del perdón cristiano en la redención de penas de los presos que participaron en la construcción del Valle. (“Los presos del Valle de los Caídos” Alberto Bárcena Editorial San Román)
También podemos hablar de reconciliación cristiana. En su libro de memorias el primo de Franco, teniente general y Salgado Araujo nos cuenta cómo Franco reaccionó ante cierto el malestar que produjo en algunos sectores la orden de que se enterraran en la cripta a fallecidos de ambos bandos. “El monumento no se hizo para seguir dividiendo a los españoles. Se hizo, y esa fue siempre mi intención , como recuerdo de una victoria sobre el comunismo que trataba de dominar España. Hubo muchos en el bando rojo que lucharon porque creían cumplir con su deber para con la República y otros por haber sido movilizados forzosamente.
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Y sobre su testamento ….“En el nombre de Cristo, me honro y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir”…¿Quién entre los jefes del Estado que hemos conocido en los últimos tiempos ha escrito en su último mensaje un texto de tan profunda vivencia religiosa como es su testamento?
Blas Piñar, gran defensor de Franco y de su doctrina mientras vivió y también después de su muerte, citaba en una conferencia pronunciada en 1.983 unos versos de Pemán, que repetimos con él “bien se le pueden aplicar a nuestro caudillo”. Dicen así:
“Le he confesado hasta el fin
con firmeza y sin rubor
No puse nunca, Señor,
la luz bajo el celemín.
Me cercaron con rigor
angustias y sufrimientos,
pero mis desalientos
vencí, Señor, con ahínco.
Me diste cinco talentos
y te devuelvo otros cinco”