Juan Chicharro Ortega
General de División de Infantería de Marina (R)
España se desgarra por las diferencias entre partidos y por las ansias independentistas de una minoría bien adoctrinada que sabe aprovechar la indolencia de la mayoría de los españoles en estos momentos. Una mayoría adormecida que no es consciente que nadie sale airoso de un conflicto, sea del tipo que sea, si no está imbuido de una decidida voluntad de vencer, un principio básico de la guerra pero aplicable a cualquier situación en la que se haya planteado un conflicto entre distintos intereses.
La voluntad de vencer, según reza la doctrina, supone el firme propósito del mando y de las tropas de imponerse al adversario en cualquier situación por desfavorable que esta sea e implica fe en el triunfo y una actividad insuperable en la ejecución, así como una acendrada identificación con los ideales patrios.
Nos encontramos hoy ante un desafío creciente de la rebeldía secesionista de las instituciones catalanas, que no de una gran parte sensata del pueblo catalán, y la única acción posible es la de la firmeza en la defensa de la Constitución española mediante el uso de la ley. Los responsables de su aplicación deben, ante todo, poseer esa voluntad de vencer con todas las características apuntadas y hacerla explícita y patente.
Lo que vemos en Cataluña es un claro movimiento subversivo entendiendo como tal el que pretende alterar el orden legal establecido y sustituirlo por otro en el que los protagonistas serían los actuales dirigentes secesionistas catalanes en contra de la voluntad de la mayoría del pueblo español en su conjunto del que –seamos claros y valga nuevamente la obviedad- Cataluña es una parte más.
“Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la Patria” es lo que dejó escrito el Generalísimo en su testamento consciente de la diversidad de nuestra nación pero ya antes nos había explicitado que “la unidad entre los hombres y las tierras de España es intangible. La integridad de la Patria y su independencia son exigencias supremas de la comunidad nacional”.
Sí, Franco era bien consciente de la diversidad de nuestra España entendiendo que esta hacía a nuestra Patria única y donde el concepto de lo nacional representaba lo que la historia forjó a través de los siglos para la constitución y supervivencia de la misma. El resultado del esfuerzo acumulado de generaciones para crear nuestra personalidad histórica, la gloria de nuestro pasado, la realidad de nuestro presente y la esperanza de nuestro futuro. En definitiva el resultado de la voluntad de vencer.
Hoy en España la situación está derivando en estos momentos hacia unos derroteros donde uno empieza a dudar ya de que, salvo excepciones, el sistema tenga esa voluntad de vencer para mantener la unidad de España y, en todo caso, no se ve por ningún lado esa actividad insuperable en la ejecución, de la que hablaba antes.
La historia nos demuestra que los movimientos subversivos – y este lo es – o se abortan desde el principio o se corre el riesgo de que cuando se tomen medidas al respecto ya sea demasiado tarde o demasiado costoso para todos, en términos sociales y de convivencia.
Más parece a la vista de lo que vemos en el panorama presente que nuestros políticos están más pendientes de la defensa de sus intereses electorales de partido o la de los que le sustentan, sean financieros o de cualquier otro tipo, que de mantener el cumplimiento de la ley en Cataluña que, por cierto, brilla en muchos casos por su ausencia. La rebeldía es manifiestamente clara, descarada y crecientemente insolente.
Pese a todo quiero ser optimista y atenerme de nuevo a las palabras del Caudillo cuando dejó escrito que “la violencia de una pequeña minoría se ahogará en la madurez del pueblo español cuya serenidad y confianza se asientan en la seguridad de que los órganos del Estado administran justicia y aseguran el orden bajo el imperio de la Ley”.
Sabias palabras que parecen tomar verosimilitud en cuanto vamos viendo.
En Cataluña estamos en presencia de un golpe de estado, no del todo fracasado, que se ha producido ante la pasividad de muchas Instituciones y sería una tragedia que una nación con mil años a sus espaldas se rompiera por la pasividad o inacción de quien debiera impedirlo. Lo que intuyo, por desgracia, es que estos dirigentes actuales, sean del signo que sean, carecen del todo de esa acendrada identificación con la idea de que la unidad de España es sagrada y sea cierto que sólo responden a la de sus intereses personales y de partido.
En estos momentos la amenaza secesionista es más fuerte que nunca y ya es la hora de que el pueblo español reaccione si quiere que España siga existiendo como nación, algo que ya empiezo también a dudar de que sea así, pues, por desgracia, el relativismo y la pasividad se han instalado hasta límites insoportables en una gran parte de la población española.
No estamos ante una crisis cualquiera. Nos estamos jugando la pervivencia de nuestra nación -España como tal- y ya no valen actitudes de avestruces escondiendo la cabeza esperando a que capee el temporal.
Hay un halo de locura, desprendida de una cierta comodidad e indiferencia en la sociedad española, que va impregnando determinadas instituciones, administraciones públicas, medios de comunicación y sectores muy amplios de la población –al menos eso es lo que yo percibo, cada día con mayor intensidad- una especie de niebla mental que impide reaccionar ante una situación tan grave como la que, desde este medio, no paro de repetir hasta la saciedad. ¿Tal vez predico en el desierto? ¿Tal vez soy yo mismo el loco y ciego, que no quiere adaptarse a esta extraña situación que, como un sutil gas venenoso se ha ido colando entre nosotros? Francamente, no lo creo. Lo que sí creo es que no se ve la voluntad de vencer por ninguna parte, salvo por la indeseada.
Cobran ahora para mí especial relevancia las, de nuevo, sabias palabras del Generalísimo Franco:
“Hemos caminado juntos en momentos mucho más críticos que los actuales y los hemos superado siempre con voluntad integradora, con confianza y, sobre todo, con ese amor a la Patria que nos hacía olvidarnos de todo para mantener a costa nuestra unidad. Unidad que significa sentir la convicción de que nada trascendente nos separa, unidad en el propio convencimiento de que todo lo que es importante en la vida de un español o en la Historia de nuestro pueblo nos es vitalmente común. Una misma fe en los destinos de una Patria unida en la riqueza de su diversidad regional”
¿Habrá alguien que sea consciente de que el progreso de nuestra Patria descansa en la unidad de los hombres y tierras de España como nos dijo repetidas veces el Caudillo?
¿Habrá alguien que recuerde la deuda que tenemos con el Generalísimo Franco por su obsesión por mantener a España unida?
Quiero creer que sí y aquí estamos en la FNFF defendiendo su legado y pensamiento como Asterix en Petibonum pero cada vez estamos menos sólos. Cada vez son más los españoles que no olvidan nuestra reciente historia y que cuando ven a nuestra Patria desgajarse en manos de unos desalmados antipatria acuden al recuerdo y respeto de quien fuera nuestro Caudillo.