Álvaro Romero

El Correo de España

 

He aquí un tema poco discutido. Los entusiastas y los neutrales lo reconocen o admiten. Los enemigos pueden silenciarlo como sectarios y fanáticos que son; sólo los excrementos porno del antifranquismo —esa basura degradante y degradada— utilizan distinciones y derivativos para negarlo. Ya he dicho que escribí estas páginas sin haber leído una sola biografía sobre Franco: Sencillamente, no me interesaron nunca.

Pero al abordar estos primeros capitulillos, que fueron los últimos en ser redactados, me creí obligado a buscar alguna documentación y para ello prescindí de los biógrafos encomiásticos y busqué entre los enemigos. Así llegó a mis manos “Francisco Franco. Historia de un mesianismo”, bastante bien escrito, por un tal Luis Ramírez (Ruedo Ibérico, París, 1970), y que me facilitó un buen amigo que presume de “rojo-separatista”, aunque probablemente no sea demasiado ni lo uno ni lo otro. Bien: el libro de Ramírez, aparte las falsedades, las omisiones interesadas y los errores, chorrea odio hacia Franco, rezuma topicazos, constituye un bello ejemplo de masoquismo antiespañol y es un auténtico monumento de sectarismo.

¿Qué más podía pedir…? Esto es lo que me interesaba. Porque el libro de Ramírez ni se molesta en simular objetividad. Todo cuanto se refiere a Franco es negro, perverso, inmundo, de dado, cruel, insidioso, innoble, taimado, etc., etc. de ahí que cuando al babeante autor se le escapa algo que beneficia la imagen de Franco, deba acogerse como una perla y sea constitutivo de prueba plena.

Veamos: Franco posee “frialdad ante la muerte”; “se juega la vida como si no le sirviera para nada” (p. 62), es un “héroe mecánico, de ordenanza” (p. 63), porque “la vida no le importa demasiado” (p. 42), ya que, según el clarividente Ramírez, tuvo una infancia triste, estaba siempre callado, es un “amargado, difícil y retraído hasta el agotamiento”, “introvertido” y “tímido” (pp. 34 y 42), mas “pocos tan dotados como él” para el mando militar y que hayan alcanzado tan altos grados y distinciones “ganados todos a fuerza de su valor físico…” (p. 66); los grados se los ha ganado paso a paso, según sus méritos propios, a pulso de sangre (p. 92), con “serenidad imbatible” (p. 93), con “fuerza imparable que le proporciona su contención interior” (p. 197). Intervino en más de cincuenta combates, “incansable, sin comer” y no sólo no ha rehusado nunca la primera línea sino que generalmente la ha solicitado” (p. 89). Es hombre “duro”, “frío”, “seco”, “pero justo” (p. 45), “tenaz, lento, seguro” (p. 156), “con voluntad y tesón” (página 59) y es preciso reconocer que se “exige a sí mismo lo que exige a los demás” (p. 60) y su “sobriedad” “es sorprendente” (p. 61); combate “pero sin odio”, “…tiene la gran ventaja de que no odia” (p. 73), “…no es sádico entusiasmado de la persecución que disfrute con la eliminación de sus enemigos”; “no es un apasionado de la venganza”; “no hay regocijo en su venganza”. “No hay felicidad en su revancha” (p. 198). He debido perder varias horas en la búsqueda, pero valía la pena. Porque es casi imposible que por boca de un enemigo sañudo y parcialísimo, se pueda deslizar “mal que bien”, tanta admiración y reconocimiento inconsciente del valor de un hombre.

Claro está que Luis Ramírez, tan zahori, nos explica, reiterativamente, que nada de esto es un mérito porque todo es consecuencia de las “frustraciones de su existencia humana” (p. 93) y de la desatada ambición de Franco. 

Prescindiendo de la “explicación”, lo que resulta inmutable es el valor físico y moral de Franco, que justifica plenamente que cuando no era nadie se le imponga la altísima condecoración de la Medalla Militar Individual en 1923. Su valor impasible brota ya cuando tenía 15 años y arrastra a sus camaradas Camilo Alonso y Franco Salgado a tomar el vaporcito “Paulina” en medio de una tempestad desatada para ir a La Coruña y llegar pronto a la Academia de Toledo. Creo que fue en 1916, en Biutz (Marruecos), donde fue gravísimamente herido en el vientre. A lo largo de las plúmbeas páginas que desenvuelven ante el lector una auténtica cámara de horrores, que, según Ramírez, es la vida de Franco, izado a la jefatura del Estado sobre una horrenda pila de cadáveres y de ríos de sangre, sin una sola concesión ni comprensión, de pronto, se tropieza uno, en la página 220 con otro desliz, en verdad impresionante e insospechable, que dice así: “El Franco humano se va extinguiendo lentamente.

Sólo con los niños se permitirá Franco alguna sentimental reacción posterior.” Pero ¿no resultaba de las 219 páginas anteriores que Franco era un monstruo total, sin sombra de humanidad? ¿En qué quedamos? ¿Es que fue humano hasta 1936…? Y encima todavía se nos explica que franquestein-drácula-franco, tenía reacciones sentimentales con los niños!! Vaya, hombre…

* He aquí como la falsedad aflora siempre y los sectarios, cegados por el odio, acaban descubriéndose a través de sus incongruencias y deslices..

Nos alegramos de no habernos visto obligados a leer los ditirambos de Arrarás o de Galinsoga: bastante nos han hecho sufrir las insoportables adulaciones que le prodigaron los franquistas inconsecuentes que hoy nutren las filas de la Democracia…

Así nos queda, por boca de los enemigos natos y de siempre, una imagen sólida e indestructible: Franco, un héroe valeroso.

Del Libro Radiografía del personaje para sus contemporáneos