Carmelo López Arias
Razón española
Desde hace algún tiempo se discute en España la conveniencia económica y/o sociológica de acomodar nuestra hora legal al meridiano de Greenwich (GMT), y no al horario central europeo (GMT+1) al que estamos vinculados desde 1940. Como esa «anomalía» —que también tiene partidarios— trae su origen de la posguerra, se utiliza como un nuevo pretexto para ridiculizar a Franco, quien por un motivo banal de servil sumisión a Hitler habría condicionado nuestras costumbres (por supuesto, para peor) durante tres cuartos de siglo. La mala conciliación de la vida laboral y familiar, el menguado tiempo de sueño de los españoles o nuestros poco saludables horarios de comer y cenar podrían por fin ser achacados a ese personaje odioso que sumaría un nuevo motivo para el repudio público.
Antes de acudir a los hechos históricos concretos, ya va de suyo que la acusación es absurda. Desde finales del siglo XIX, cuando los países empiezan a establecer una hora legal, todos los gobiernos del mundo la han modificado por razones muy diversas y sin grandes conmociones. No se ve entonces por qué, si el cambio español obedeció a razón tan necia, una vez vencido Hitler y hasta la muerte del Caudillo (treinta años), y desde 1975 hasta hoy (cuarenta y un años y seis presidentes del Gobierno democráticos de izquierda, centro y derecha), aquella decisión de 1940 ha permanecido como un fatum inamovible y una pesada condena para los españoles, sobreviviendo incluso a los rigores iconoclastas de la Ley de Memoria Histórica.
Pero la verdad, que es muy simple, es otra: la decisión de 1940 fue un simple adelanto en el horario de verano, y Alemania no tuvo nada que ver; se hizo en seguimiento al anormal adelanto francés, unas semanas anterior; la alineación de la hora legal española con la de Europa Central no se produjo entonces, sino cuando se decidió no volver al horario de invierno; y eso no fue por servilismo hacia Hitler, sino por acordar nuestro horario con el francés, que, éste sí (primero la zona ocupada, y luego también Vichy), seguía el huso alemán por interés del invasor; tras finalizar la ocupación alemana, Madrid se mantuvo en GMT+1 porque París (a quien le corresponde asimismo la hora de Greenwich) se mantuvo también en GMT+1; y todos estos cambios obedecieron sobre todo a conveniencia de los enlaces ferroviarios, no a florituras políticas.
De hecho, quien puso por primera vez a España en «la hora de Alemania» fue, el 30 de abril de 1938… el Gobierno del Frente Popular para la zona republicana. En efecto, durante los dos primeros años de la Guerra Civil ambos bandos mantuvieron el mismo horario, con algunos días de diferencia en el establecimiento del horario de verano. Pero en 1938 el Ejecutivo del socialista Juan Negrín adelantó una hora el horario de invierno, algo que nunca se había hecho en España, con lo cual hasta el final de la guerra (cuando la hora legal pasó a ser, para todo el territorio, la de la zona nacional) hubo dos horas oficiales.
La hora legal en España se había establecido en 1900 en GMT (Greenwich Meridian Time), y el horario de verano, GMT+1, empezó a regir en 1918 unos meses cada año. No hubo en cuarenta años más modificación significativa que la citada de 1938-1939 en la zona frentepopulista. Francia, por su parte, se regía también desde 1891 (y según una ley de 1911) por Greenwich, y desde 1923 por GMT+1 en verano. España y Francia iban pues, básicamente a la par, decretando el horario de verano o bien a finales de marzo o bien, la mayor parte de las veces, a principios de abril. Así se ve en la serie histórica desde 1900 hasta hoy mismo.
Sin embargo, el 25 de febrero de 1940, un mes antes de lo normal —según le facultaba para hacer el estado de guerra—, París decretó el horario de verano (GMT+1). Es entonces cuando, en seguimiento de la hora francesa, una orden ministerial del 7 de marzo de 1940 firmada por Valentín Galarza, subsecretario de Presidencia del Gobierno, adelanta también el horario de verano español. Con una advertencia que da cuenta de que se trata, en principio, de una decisión provisional: «Oportunamente se señalará la fecha en que haya de restablecerse la hora normal» (artículo 5º del decreto).
España, pues, se mantenía en Greenwich, y se trataba sólo de un adelanto anormal en la fecha de establecimiento del horario de verano, de resultas del también anormal adelanto francés. ¡Si Franco actuó en seguimiento de alguien, no fue de Hitler, sino del primer ministro francés, el socialista Édouard Daladier!
Es a partir del 10 de mayo (inicio de la ofensiva alemana contra Francia) y del 22 de junio de 1940 (rendición de Francia y firma del armisticio), cuando Alemania entra en liza en la cuestión del horario. Los alemanes impusieron en la Francia ocupada su hora legal (GMT+1, en ese momento +2 porque también estaban en horario de verano), mientras que la Francia libre (Vichy) mantuvo durante un tiempo el horario de Greenwich (GMT, en ese momento +1 por estar en horario de verano). A partir de junio de 1940 en Francia había dos horas oficiales distintas, lo que producía graves trastornos en las comunicaciones ferroviarias entre las dos zonas.
Para solucionar el problema, las autoridades de la Francia libre decidieron mantener en octubre de 1940 el horario de verano, esperando que la Francia ocupada pasase a horario de invierno, igualando así la hora legal en GMT+1. Pero, sorprendentemente, los alemanes no retrasaron el reloj. ¿Qué hizo entonces el Gobierno español? Como es lógico, mantener el horario de verano. De haber vuelto a Greenwich, se habría establecido una inédita y engorrosa diferencia horaria con la fronteriza Francia: de una hora con la Francia libre y de dos con la Francia ocupada.
Tras complicadas negociaciones entre las dos zonas y con los técnicos de las autoridades ferroviarias, los franceses resolvieron el problema en mayo de 1941 adelantando una hora el horario de la Francia de Vichy, igualándolo con el de la Francia ocupada en GMT+2. De nuevo un argumento para que Madrid se mantuviese en GMT+1, porque al volver Francia en octubre de 1941 al horario de invierno, españoles y franceses quedábamos de nuevo en la misma hora legal.
El 17 de febrero de 1942 la Francia libre cambió la hora de verano, y España lo hizo en mayo, en nuestra primera modificación en dos años. Ambos países siguieron a la par hasta el desembarco de Normandía. Desde entonces y hasta el final de la guerra en Europa, en mayo de 1945, volvió a haber dos horas legales en Francia: los aliados (y luego el gobierno provisional de la República) volvieron a GMT+1, mientras Vichy mantuvo GMT+2, coincidentes en el momento de la derrota final alemana por estar en horario de verano.
En agosto de 1945 Francia decidió volver en dos etapas al horario de Greenwich, retrasando el reloj una hora el 16 de septiembre y otra hora el 18 de noviembre. Pero esta segunda transición se suspendió el 5 de noviembre, con lo cual Francia quedó anclada en GMT+1 y suprimió el horario de verano. España, con la hora legal también en GMT+1, suprimió el horario de verano en 1946, volvió a él sólo en 1949, y lo suprimió de nuevo hasta 1974, cuando fue pionera en Europa en su restauración, a consecuencia de la crisis energética: Francia volvió en 1976 y Portugal en 1977.
Estos son los hechos. España está en «la hora alemana» no por simpatías con Hitler, sino por la conveniencia de adecuar nuestra hora legal a la francesa, en buena medida por interés de las comunicaciones ferroviarias. Una decisión —acertada o no— que fue siempre técnica, nunca política, como se aprecia sin género de dudas sin más que seguir la cronología de los cambios respectivos y su variopinta correspondencia con el color ideológico de los gobiernos.