Franco y la unidad, por Pedro González-Bueno Benítez

 

Pedro González-Bueno Benitez

Dr. Ingeniero en Minas

Revista Afán nº26

                                                                                                                              Allí el maestro un día

                                                                                                              soñaba un nuevo florecer de España                                                                                                                                                                                                   

 

Una mayoría de españoles y el extranjero en general, creen que la democracia que ha regido España desde la promulgación de la Constitución en 1978, ha sido un régimen de gobierno semejante al de los países de nuestro entorno; y yo diría que en gran medida están en lo cierto, pues hemos gozado plenamente en esas décadas de lo que ese sistema lleva implícito: corrupción, pornografía, revueltas, fuerte endeudamiento, paro, libertinaje… y la estéril lucha de partidos. España ha alcanzado plenamente lo que fue la aspiración de la ambiciosa nueva clase política del siglo pasado y, salvando juramento, la del Rey Don Juan Carlos, así como la  de otros (?) lograda con, parece ser, “un enorme esfuerzo”. ¡Ya estamos homologados como país europeo!, ¡nuestra monarquía es como la holandesa o la danesa!, y … España a punto de morir.  

Pero el hábito no hace al monje. España tiene unas señas de identidad manifiestamente diferenciadas de los países de nuestro entorno, ¡España es diferente!. La Historia, como libro abierto, nos confirma que España únicamente se encuentra a sí misma y alcanza sus momentos de esplendor cuando en ella reina la unidad, una unión lograda en la comunión de los españoles con unos principios, valores y creencias que le son propios, y que no son otros que los que han forjado al pueblo español a lo largo de siglos. Dicho de otro modo, una unión no de consensos si no de convicciones, parafraseando a Macarena Olona.

Así mismo, la nación Española cuenta además con otro hecho diferencial, como es la existencia de un enemigo a nivel internacional, nacido con la Leyenda Negra; el que, utilizando la mentira como arma contra el poderío español, con distintos ropajes pero con la misma munición, sigue vivo en nuestros días, y en consecuencia hay que seguir considerándolo en todo momento.

Y … España está a punto de morir.

En trance similar a la que hoy vive España, nace Franco; incluso en circunstancias bastante peores, pues su decadencia (vista con indiferencia, cuando no con satisfacción, por el resto del mundo), se prolongó mucho más tiempo que la que hoy sufrimos, a lo que hay que añadir un manifiesto menor nivel de España en todos los órdenes y, sobre todo el derrotismo reinante,  al no parecer existía salida al manifiesto desastre nacional. Y el joven Franco, en esas circunstancias, cree en España, tiene fe en España, probando que en él no cabe ni la desmoralización, ni el derrotismo. Franco es el prototipo del español inasequible al desaliento, siendo esta la primera lección que da a los españoles que aman a  España; lección de enorme importancia en los momentos que vivimos.

Que Franco es un ejemplo único en todos los sentidos, es un hecho reconocido y prueba de ello es el que se haya escrito más de él que de cualquier otro personaje del pasado siglo. Pero en esa inmensa bibliografía que se ha estudiado su figura como militar, como estadista, como católico, como patriota, etc.,  entiendo no se ha valorado suficientemente algo que tuvo presente a lo largo de toda su vida y que defendió e impuso, por saber de su trascendental importancia para España: LA UNIDAD.

En efecto, Franco ya en su infancia se hace defensor de la unidad familiar; como cadete,  repudia la “novatada”, pues rompe la unidad de lo que entiende es el conjunto de estudiantes de una academia militar; la Legión -de la que fue alma-, respira por todos sus poros el concepto de unidad; como Caudillo al ser elegido Jefe de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, requiere la jefatura del Estado, es decir la unidad del mando; en el umbral de su muerte, -en un último acto de servicio-, ruega de forma especial a Don Juan Carlos velar por la unidad de España; en su testamento consta la siguiente petición: “Por el amor que siento por nuestra patria os pido que perseveréis en la unidad y en la paz … “; habla en numerosas ocasiones de la unidad de los hombres y las tierras de España, incluso llega a decir que prefiere una España roja a una España rota.

Pero nada mejor para conocer en qué fundamenta Franco las razones y trascendencia que para España tiene su Unidad, como leer lo que escucharon los españoles en el que yo diría  preconstitucional discurso, por él pronunciado y trasmitido por la radio nacional, el 18 de abril de 1937, con motivo de la proclamación del Decreto de Unificación, cuyo texto íntegro se publicó en el Boletín del Movimiento, Año I, Núm 1, el 5 de Mayo de 1937, y en el que adelantó al pueblo español las bases fundacionales de lo que iba a ser el Movimiento Nacional, origen del Nuevo Estado:

“Con la conciencia clara y el sentimiento firme de mi misión ante España, en estos momentos, de acuerdo con la voluntad de los combatientes españoles pido a todos una sola cosa : “Unificación”.

Unificación para terminar la guerra. Para acometer la gran tarea de La Paz , cristalizando en el Estado nuevo el pensamiento y el estilo de nuestra Revolución Nacional.

Esta unificación que yo exijo en nombre de España y en el sagrado nombre de los caídos por ella, no quiere decir “conglomerado” de fuerzas, ni “concentraciones” gubernamentales, ni uniones más o menos patrióticas y sagradas. Nada de inorgánico fugaz, ni pasajero, es lo que yo pido.

Pido unificación en la marcha hacia un objetivo común. Tanto en lo interno como en lo externo. Tanto en la fe y en la doctrina, como en sus formas de manifestarse ante el mundo y ante nosotros mismos.

Para esta unificación sacra e imprescindible -ineludible-, que está en el corazón de todos y  que ahoga esas minúsculas diferencias personales que el enemigo alienta con su habitual perfidia, me bastaría con invocar la urgencia de aquellas dos grandes tareas como acabo de hacerlo.

Pero es que también existen razones profundas e históricas para ello, en la marcha de nuestro movimiento nacional.

En este instante -en que Dios ha confiado la vida de nuestra Patria a nuestras manos para regirla- nosotros recogemos una larga cadena de esfuerzos, de sangre derramada y de sacrificios, que necesitamos incorporar para que sean fecundos y para que no puedan perderse en esterilidades cantonales o en rebeldías egoístas y soberbias, que nos llevarían a un terrible desastre, digno sólo de malditos traidores y que cubrirían de infamia a quienes lo provocaran.”

Una, grande y Libre, es el lema que Franco hace figurar en el escudo de España, y en ese orden, pues es consciente de que la unidad de España, es condición necesaria para ser grande y libre. Estudioso de la Historia, supo ver que la grandeza e independencia del Imperio Español, radicó en constituirse como una unidad, al ser la Nueva España parte integrante de la España centenaria, y que su caída se produce por su rotura, motivada por españoles traidores y por el enemigo internacional.      

Y es así que junto al inmenso legado de Franco, patente a lo largo y a lo ancho de la geografía española, y consistente como realidad cierta, en la ingente obra que hizo de España la 9ª potencia industrial, existe el legado que proviene de su gobernanza, gobernanza que dio lugar a lo que el mundo calificó como el milagro español y que no casualmente, se inicia y termina con un llamamiento a la Unidad de España.

Conocedores los enemigos de España, de que la figura de Franco, su ejemplo y su legado, son pilares para su defensa, -y que estos siguen gravitando sobre ese pueblo español, que bajo ningún concepto la dejará morir-, libran desde hace cuatro décadas una batalla, consistente en atacar y difamar ferozmente a Franco, con el objetivo de borrarle de la Historia. Es así como Franco, a los casi cuarenta años de su muerte, sigue siendo el enemigo a derribar por los que quieren la rotura y destrucción de España. Todos los españoles, sin excepción, conocen la magnitud de esta batalla contra Franco, muchos los que reconocen la vileza, injusticia y mentira que encierra y muy pocos los que además de conocer todo eso, son conscientes de la trascendencia de esta batalla, vital para la supervivencia de España. Dicho de otra forma, la victoria sobre la anti-España pasa por la aceptación de la enseñanza que nos ofrece la Historia, lo que supone la unión  de los españoles en comunión de  creencias, principios y valores sustánciales a la España tradicional, olvidando los pactos o coaliciones consensuadas entre partidos, tal y como Franco lo anunció en detalle  y lo ejecutó con precisión, a lo largo de su mandato.

Mientras sigamos en lucha de partidos, de derechas, de izquierdas, de centro, … los enemigos de España tienen ganada la partida.

Españoles, sabemos que la unión generosa y desinteresada es el camino de salvación y de gloria, que España está en tus manos, y que… España está a punto de morir.

¡Dios salve a España!

 


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