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Gonzalo Fernández de la Mora y Varela
El grupo parlamentario de Vox en el Congreso ha presentado, el pasado 17 de septiembre, una enmienda a la totalidad de la mal llamada Ley de Memoria Democrática (LMD de ahora en adelante). Aunque también contiene numerosos argumentos legales, el texto es principalmente un claro alegato político de una extraordinaria relevancia. A continuación analizaremos el referido contenido político.
El aspecto más relevante de la enmienda es que, para Vox, la LMD es un ataque de la izquierda contra la derecha. No se trata de enaltecer la democracia y denigrar el fascismo, sino de una agresión de la izquierda en su conjunto contra la derecha en su conjunto. Vox resume la LMD de la siguiente manera: “La Exposición de motivos del Proyecto de Ley cuya devolución pedimos ofrece nada menos que un cuadro general de la historia española de los siglos XIX y XX como una pugna entre la Luz y las Tinieblas (una izquierda que luchaba por la libertad y la democracia, y una derecha que reaccionaba una y otra vez para impedirlo)“.
El segundo aspecto político clave de la enmienda de Vox es la plena descalificación, no sólo del Frente Popular, sino del conjunto de la II República. El escrito de Vox, redactado sin lugar a dudas por uno o varios historiadores de primer nivel, es una documentada diatriba sobre dicho régimen, exponiendo sus características esenciales: antidemocrática, ilegal, sectaria, guerra civilista, golpista y asesina. Coincido punto con punto con este análisis, con tres salvedades: 1) La enmienda afirma que la monarquía de Alfonso XIII se “autodisolvió” para dar paso a la II República, cuando es obvio que se trató de una rendición ante la gravísima amenaza de la violencia izquierdista; 2) Minimiza la relevancia del libro de Alvarez Tardío y Villa García, en el que se demuestra un fraude electoral masivo en las elecciones que llevaron al poder al Frente Popular, y lo reduce a un simple “probables fraudes en no pocas circunscripciones“; y 3) Afirma que el gobierno del Frente Popular no estuvo implicado en el asesinato de Calvo Sotelo, cuando se trata de un hecho histórico aún no resuelto.
El análisis que de la II República hace Vox en esta enmienda es sin lugar a dudas la crítica más severa que ha recibido dicho régimen en sede parlamentaria desde al menos la aprobación de la Constitución del 78, y probablemente desde siempre. Se trata de un relato todavía más duro que el famoso discurso de Calvo Sotelo el 16 de junio de 1936, en el que la Pasionaria le lanzó la terrible amenaza: “Este es tu último discurso”, condena a muerte que se ejecutaría unas semanas después, dando origen a nuestra última guerra. El texto de Vox es un contrapeso capital a la versión arcangélica que de la II República transmite la izquierda desde los tiempos de la Ley de Memoria Histórica. Este posicionamiento llega en un momento clave para nuestro devenir político, porque la divinización de la II República que propugna la izquierda es probablemente el mayor riesgo social al que nos enfrentamos, ya que supone una perversión de valores que tendrá muy probablemente consecuencias catastróficas, similares a las que acompañaron a la misma II República.
El tercer aspecto clave de la enmienda de Vox es señalar el sectarismo de la LMD: los asesinados por la izquierda se invisibilizan, los símbolos de la izquierda se permiten y los de la derecha se prohíben, sólo se persiguen las asociaciones y la apología de la derecha, etc. Con el fin de transmitir al lector la claridad con la que Vox se posiciona, citaremos que la enmienda de Vox señala como inaceptable no poder homenajear a “Girón de Velasco, organizador de la Seguridad Social“, a “Ramiro de Maeztu, a Jose Antonio Primo de Rivera“, a “los ejecutados de Paracuellos o los centenares de asesinados en los trenes de la muerte de Jaén, o en los barcos de la muerte de Santander y Bilbao“, a “las enfermeras de Somiedo (las tres voluntarias falangistas violadas toda una noche y fusiladas al amanecer), a las hermanas Dolores y Consuelo Aguilar, que sufrieron la misma suerte“, o “al carmelita Manuel Alcazara, a quien arrancaron las costillas una a una antes de darle muerte, y a otros 6.800 sacerdotes y monjas asesinados, a menudo entre horribles torturas, por su condición de tales“.
El cuarto aspecto político de la enmienda de Vox es su defensa del Valle de los Caídos y de su Abadía. La argumentación presentada por Vox es impecable: se trata de un templo católico, y “los enterramientos en el Valle de los Caídos respondían a un designio de unión de los españoles caídos en la guerra civil, sin distinguir, en ese postrero hermanamiento en la muerte, entre los bandos combatientes“. Esta decisión de Vox no puede reportarle ningún beneficio electoral, porque la mayoría de sus votantes son jóvenes, y probablemente, dada la creciente descristianización de la juventud, ni sean católicos ni sepan de qué se trata. En mi opinión es una decisión tomada por motivos éticos por encima de cualquier conveniencia mundana. Se trata de una declaración de principios que tanto la izquierda como el PP deberían tomarse muy en serio: a Vox no van ni a comprarlo, ni a seducirlo, ni a amedrentarlo.
Tras este resumen de la enmienda de Vox, salta a la vista un silencio clamoroso, es decir, lo que la enmienda calla: El texto no dedica ni una sola línea a refutar la versión de la LMD sobre la España de Franco, hecho sorprendente teniendo en cuenta que la LMD es, ante todo, una recopilación de insultos y mentiras sobre la España de Franco, y que Vox pide su devolución al Gobierno. En otros términos, Vox presenta un ataque frontal a la LMD, pero no dice una sola palabra sobre el hilo conductor de la misma. En una lectura apresurada podríamos pensar que quien calla otorga, es decir, si Vox no refuta los ataques a la España de Franco en la LMD, es que está de acuerdo con ellos. Sin embargo, hay algunos indicios en el texto de la enmienda que nos hacen ver la situación de otra manera. Los indicios son los siguientes:
1) Vox considera que la España de Franco es un periodo de nuestra historia en el que gobernó la derecha, no el fascismo. Y al defender la gestión de la derecha en el siglo XX, defiende, de forma implícita, la España de Franco.
2) Como hemos señalado al hablar del sectarismo de la LMD, Vox defiende el derecho a elogiar a Girón de Velasco y a Primo de Rivera, entre otros. En puridad no defiende exactamente eso, sino que afirma que, si es legal elogiar a Lorca, debe ser legal elogiarles también a ellos. Dado que es evidente que nadie va a prohibir el elogio a Lorca, la posición de Vox equivale a la defensa del derecho a elogiar a los héroes de la España de Franco.
3) El demoledor análisis de la II República implica, de forma tácita, apoyar a su sucesora, la España de Franco, porque quien consigue derrocar tal régimen criminal sólo puede ser valorado positivamente.
4) Vox reivindica, de forma parcial, que la España de Franco fue un Estado de Derecho en uno de los temas más espinosos, a saber, los juicios llevados a cabo contra los miembros del Frente Popular. La posición textual de Vox es la siguiente: “Aunque no todos los juicios de la posguerra gozaran de las debidas garantías, es indudable que muchos de los condenados en ellos habían sido responsables de crímenes de sangre durante la guerra … Deslegitimar en bloque los juicios de la posguerra equivale a rehabilitar en bloque a los condenados en ellos, aunque tuviesen las manos manchadas de sangre“. No es un apoyo total a la España de Franco como Estado de Derecho porque se manifiestan dudas sobre las garantías que tuvieron algunos condenados, pero se trata de un apoyo muy significativo.
La enmienda de Vox representa un difícil ejercicio de equilibrismo: el objetivo ha sido y es luchar contra la LMD, pero al mismo tiempo no defender la España de Franco. El objetivo se ha cumplido, pero nos deja con una duda: ¿Por qué Vox se niega a defender de forma explícita la España de Franco, cuando de forma implícita la enmienda deja entrever un apoyo matizado? Las hipótesis más probables son: cálculo electoral, ideas contradictorias dentro del partido (como las declaraciones de Rocío Monasterio llamando dictador a Franco hacen pensar), o el deseo de evitar un nuevo frente mediático que podría desvirtuar otros mensajes más importantes. A falta de mayor información, entiendo que los dos últimos motivos citados son los más relevantes.