Pedro Fernández Barbadillo
De Francesc Cambó se ha dicho que fue el principal y más inteligente político español hasta la guerra; también que fue el mayor político catalán hasta el siglo XX, por encima de Jordi Pujol. ¿Qué haría de resucitar y encontrar a descendientes suyos reclamando la autodeterminación cogidos de la mano con dirigentes y militantes de Esquerra Republicana, que en los años 30 gritaban “Visca Macià! ¡Mori Cambó!“. Seguramente, lo mismo que hizo en 1936: tratar de convencer a la burguesía catalana de que había que apoyar una solución de orden, poner su fortuna en el extranjero y salir de España.
Cambó, como el resto de la burguesía de Barcelona, apoyó el pronunciamiento del capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, en 1923, para acabar así con el pistolerismo. Tampoco les desagradó el advenimiento del régimen republicano, porque esperaban la concesión de una amplia autonomía, que esperaban dominar ellos. Sin embargo, a medida que las huestes de Lluís Companys y Josep Dencás se apoderaban de las calles y las urnas y la izquierda española se radicalizaba, los burgueses de la Lliga Regionalista se olvidaron de sus querencias catalanistas.
En la guerra civil, los catalanes de Burgos formaron un partido dentro del naciente régimen franquista, al que aportaron intelectuales, ideología y hasta dinero. Uno de los estudiosos de la figura de Cambó, Borja de Riquer,
hijo de un requeté catalán que prosperó en el franquismo, recuerda que Cambó decía a quienes le preguntaban qué hacer en la guerra lo siguiente:
Los que estén en edad militar, que se alisten; los que no, que den dinero.
Dinero para “ajudar el triomf de l’exèrcit“
En la carta, fechada el 15 de septiembre de 1936, Cambó pide a Valls que busque dinero entre sus amistades catalanas, incluso divisas (francos, libras y liras), para “ajudar el triomf de l’exèrcit”. Cambó incluso señala objetivos, la familia Larrañaga, que, explica, vive en Montecarlo, con casi toda su fortuna fuera de España; le pregunta a Valls si la conoce y le pide que haga una gestión cerca de ella para que hagan “un donativo en relación con su fortuna“. Indica que el dinero debe enviarse al embajador Quiñones de León si se trataba de francos franceses; a este diplomático, representante oficioso de los nacionales en París, Cambó le había entregado ya 10.000 libras esterlinas. Y añade que si Valls consigue algún donativo se lo comunique para que él a su vez se lo diga “al Govern de Burgos“.
Cambó pagó con su gran fortuna el establecimiento en octubre de 1936 de una oficina de propaganda y prensa en París, cuyo presupuesto mensual se calculó en 140.000 francos, a fin de elaborar un boletín de información para contrarrestar el del Gobierno de Valencia y sus simpatizantes socialistas y comunistas. Ese boletín, que se enviaba a periodistas, intelectuales y políticos, tiró más de 70.000 ejemplares mensuales en 1938.
A éste se unió la revista quincenal Occident, en la que escribieron los más prestigiosos intelectuales españoles de la época, como los republicanos desencantados José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala y Ramón Menéndez Pidal, junto con otros como
Manuel Machado y Manuel de Falla.
Al comunista del PSUC Jordi Solé Tura le molestó que en 1997, en la luna de miel del PP de José María Aznar y la CiU de Jordi Pujol, las conmemoraciones del cincuentenario del fallecimiento de Cambó ocultasen su colaboración con los militares sublevados contra el Frente Popular.
Fue Cambó quien organizó en Francia el más completo y eficaz sistema de apoyo político y cultural a la causa de Franco, a la que dedicó todas sus energías y una buena parte de sus grandes recursos económicos. Fue él quien organizó a los intelectuales de derecha y de extrema derecha de toda Europa para legitimar a Franco y los suyos a los ojos de la opinión mundial. Y fue él quien instó a los miembros de la Lliga Catalana a hacer causa común –con el franquismo.
Puso mar de por medio antes del 18 de julio
¿Estaba Cambó al tanto de la conspiración? El ABC de Madrid, ocupado y controlado por la UGT, publicó el 31 de julio de 1936 un breve sin firma y de tono supuestamente irónico en el que se decía:
Días antes de producirse el movimiento faccioso, el secretario general de la Lliga trasladó a Londres algunas de las obras de arte de su propiedad, valoradas en seis milloncetes de pesetas. En seguida, Cambó se embarcó en su yate ‘Catalonia’, acompañado del consejero regidor del Ayuntamiento de Barcelona, Javier Calderó, y, según nuestros informes, deben estar en pleno Adriático.
Ciertamente, mucha casualidad es que Cambó pusiese mar de por medio poco antes de la sublevación, cuando, por el contrario, muchos derechistas que no estaban al tanto de la conspiración ni participaban en ella, incluso en Barcelona, fuesen detenidos por los milicianos y asesinados. El domicilio de Cambó fue saqueado por las turbas y parte de su mobiliario y biblioteca acabó arrojado a la calle.
Pese a su colaboración con el bando sublevado, Cambó jamás regresó a España una vez acabada la guerra, a diferencia de otro famoso financiero que entregó dinero a los nacionales, como fue Juan March. Murió en Buenos Aires en 1947. La razón de este peculiar exilio la explica también Solé Tura:
Es cierto que entre los militares sublevados y los falangistas Cambó no gozó de mucho predicamento. Muchos de ellos desconfiaban de él porque lo conocían como un nacionalista catalán y lo veían como un oportunista. Es posible, incluso, que Cambó pensase que su apoyo a Franco contribuiría a reducir las represalias de éste contra Cataluña al término de la guerra. Pero unos y otros coincidían en un mismo objetivo, que era aplastar a la izquierda, como requisito indispensable para organizar el futuro de España tal como cada uno lo entendía.
Y ahora los descendientes de Cambó, tanto ideológicos como familiares, están en la revolución, haciendo posible que Esquerra vuelva a ser el partido más votado de Cataluña.
Los hay que se niegan a aprender de la historia.