La Cruz colosal de la Verdad, por Hermann Tertsch

Hermann Tertsch

12 de mayo de 2017

ABC

Ya
ha aprobado el Congreso de los Diputados la proposición no de ley para
desenterrar a Francisco Franco y sacarlo del Valle de los Caídos. A todos los
que lo han votado: ¡Enhorabuena, valientes! Es el mayor gesto de heroísmo
antifranquista de su vida. Tanto coraje me ha conmovido. Me ha reafirmado en mi
cambio de opinión. Yo sí pensaba hace unos años que los restos del general
Franco podían, de acuerdo con la familia, ser trasladados al panteón familiar
en El Pardo junto a los de su mujer. Que era lo que, al fin y al cabo, había
previsto él. Hoy sin embargo estoy convencido de que hay que defender la
inviolabilidad del monumento religioso del Valle de los Caídos con todos sus
muertos dentro. Que no deben tocarse por ser un testimonio físico ya
absolutamente irrenunciable de la historia de España. De la historia real, de
la que intentan destruir, ocultar y negar mientras inventan una nueva que
convenga a sus planes totalitarios.

Los
enemigos de la verdad tienen, como en el Congreso ayer, todas las ventajas en
esta guerra por apropiarse del pasado. Enfrente solo tienen a héroes en lucha
solitaria, véase a Policarpo Sánchez, en su lucha por el Archivo de Salamanca
entregado a autoridades separatistas para ser purgado y destruido como
testimonio de la historia de España. Y tantos otros, aislados. Sin ayuda de la
política. El Gobierno del PP mantiene y protege la ignominiosa Ley de Memoria
Histórica. Ciudadanos ha votado con socialistas y comunistas, es de suponer que
por el miedo a que le llamen «facha», esa mordaza española. Otro partido
acobardado como el PP, dedicado a sus asuntos, incapaz de hacer frente a la
pretensión de hegemonía total del mensaje de la izquierda. Están a otras cosas.

Por
eso el Valle de los Caídos, con toda su tenebrosa carga de nuestra muy
tenebrosa historia, debe ser un dique contra ese tsunami de mentiras con el que
izquierda y separatistas quieren anegar toda la historia de España. Ahora que
liquidan las verdades una a una en los libros de texto, en monumentos y obras
públicas. Y que buscan destruir todo lo que pueda ser un testimonio que
contradiga sus relatos mentirosos. Ya se da en España la práctica balcánica de
destruir lapidas. Pronto negarán que existieran allí esos nombres y esas cruces
que son testimonio muchas veces milenario. Hay que defender los cementerios y
las tumbas y las lápidas y las cruces ante la furia destructora de la izquierda
revanchista. También la tumba más grande, el Valle de los Caídos. No se trata
de defender a Franco ni al franquismo que es pasado. Se trata de defender la
verdad. La vieja izquierda de sus primeras legislaturas sabía tan bien como los
generales de Franco lo que fue la verdad de la guerra. Unos y otros sabían que
los otros sabían. Todos eran conscientes de la mucha sangre española de ambos
bandos que había sellado las realidades. Quienes vuelven con un discurso de
buenos y malos a explicar la tragedia y culpa común no ocultan la voluntad de
aplastar a quien discrepe. Su voluntad totalitaria se manifiesta en la terrible
certeza de que gran parte de la izquierda española da la espalda a la
reconciliación nacional y considera que la legitimidad radica en el Frente
Popular de los golpes de Estado, los asesinatos, las checas y el fraude
electoral. Quienes consideran aquello ejemplar lo quieren repetir. La mejor
arma de resistencia es la verdad. Y para recordar lo que pasó, nada más útil
que esa colosal cruz de la sierra madrileña que pida e invite siempre a
explicaciones, a esa verdad que tantos en España odian y quieren ocultar.


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